• 06/03/2022 00:00

¡El momento de actuar es ya!

“La crisis nutricional que enfrentamos es una amenaza para la salud y nuestra seguridad económica y subsistencia”

Comienzo por afirmar un hecho en el que todos estamos de acuerdo: en Panamá enfrentamos una crisis nutricional en la que las enfermedades relacionadas con la alimentación amenazan la salud y el bienestar de nuestra población.

Casi 20 % del presupuesto nacional se destina a gastos de atención médica y el 70 % de este dinero se utiliza para pagar el tratamiento de enfermedades prevenibles. Y lo peor es que estos costos están aumentando. Actualmente, un tercio de nuestra población es prediabética o tiene diabetes tipo 2. En 1980, aproximadamente el 8 % de los panameños eran obesos; hoy más del 38 % son obesos y más del 70 % son obesos o tienen sobrepeso. Y aún más impactante es que 20 % de los adolescentes son prediabéticos o tienen diabetes tipo 2.

Y estos números empeoran aún más en las comunidades pobres. El riesgo de diabetes es 80 % más alto para las personas pobres y tienen el doble de probabilidades de morir de diabetes. Y, como hemos señalado en esta columna por los últimos meses, la naturaleza mortal de nuestra crisis nutricional se ha magnificado trágicamente por la pandemia de COVID-19, donde hemos visto tasas de hospitalización y tasas de mortalidad mucho más altas para personas con enfermedades relacionadas con la dieta.

Ahora aclaremos algo: la mayor parte del sistema alimentario mundial está controlado por un puñado de grandes corporaciones multinacionales. Estas grandes corporaciones cuidadosamente formulan y comercializan alimentos ultraprocesados, adictivos y pobres en nutrientes (mercancía que ahora comprenden dos de cada tres calorías en las dietas de niños y adolescentes en Panamá) y luego estas mismas corporaciones son las que quieren que creamos que las enfermedades relacionadas con la dieta, como la obesidad y la diabetes, son de alguna manera una falla moral, una falta de fuerza de voluntad o falta de ejercicio físico suficiente. Simplemente, eso es una mentira y ellos lo saben, al mismo estilo de las tabacaleras que querían hacernos creer que los cigarrillos no eran adictivos ni hacían daño.

Reitero, esto no es una falla moral, sino una falla política. Es un fracaso de la política, porque los Gobiernos subsidian el fácil acceso a los alimentos ultraprocesados, que son altos en calorías, pero tienen un valor nutricional mínimo, mientras que, al mismo tiempo, muchas comunidades, tanto rurales como urbanas, carecen de acceso a los alimentos saludables, como frutas, legumbres y verduras.

Es un fracaso político, porque, mientras los Gobiernos dicen que nuestros platos de comida deben consistir en gran parte de frutas, legumbres y verduras, actualmente menos del 5 % de los subsidios agrícolas en Panamá se destinan a estos rubros saludables. Es un fracaso político, porque, mientras otros países han comenzado a enfrentarse a las grandes corporaciones de alimentos y han prohibido la comercialización de su comida chatarra dirigida a niños, en Panamá seguimos permitiendo que estas grandes compañías gasten millones de dólares cada año para publicitar sus comidas chatarra y bebidas azucaradas como si fueran alimentos nutritivos.

En septiembre 2019, el Ministerio de Salud publicó un informe que analizaba los esfuerzos del Gobierno para abordar las condiciones de salud crónicas relacionadas con la dieta. El Minsa concluyó que el país carecía de una estrategia coordinada, destinada a reducir el riesgo de enfermedades crónicas relacionadas con la alimentación. Y entonces nos preguntamos, ¿cómo alinear la política de salud con el objetivo de abordar la crisis nutricional?

Y podemos empezar mirando a la historia como guía. En 2004, el presidente Torrijos convocó a su gabinete para abordar la urgente preocupación nacional del hambre y el resultado fue la creación de un programa llamado Senapan.

Si avanzamos rápido en estos últimos quince años, ciertamente hemos logrado avances, pero todavía lidiamos con la inseguridad alimentaria y ahora enfrentamos una segunda crisis alimentaria, una de inseguridad nutricional, en la que demasiados panameños están sobrealimentados, pero desnutridos.

A pesar de ser una país productor de frutas y vegetales, hemos creado un sistema alimentario que fomenta incansablemente el consumo excesivo de calorías vacías, lo que literalmente nos enferma y hace que gastemos una cantidad cada vez mayor de dinero de los contribuyentes en costos médicos para tratar enfermedades relacionadas con la dieta, como diabetes tipo 2, enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares, ciertos tipos de cáncer y enfermedades renales crónicas, las cuales son las principales causas de muerte prematura y prevenible en Panamá.

Pienso que debemos repensar la forma en que comemos en nuestro país y que ahora es el momento de convocar a todos los sectores involucrados, tanto públicos como privados, para reinventar la política de alimentación y nutrición.

La crisis nutricional que enfrentamos es una amenaza para la salud y nuestra seguridad económica y subsistencia. Por eso debemos actuar ya y con firmeza.

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