Un buen estudiante, tranquilo y algo introvertido, que fue monaguillo y empleado en un supermercado antes de alcanzar la fama. Esos son algunos retazos...
- 30/07/2025 00:00
Cuando tu barriada ya no es tu hogar: cambios sin consulta ni control

Cuando uno alcanza la adultez y decide formar una familia, uno de los primeros anhelos es establecerse en un hogar ubicado en una barriada tranquila, cómoda y segura. Soñamos con vivir en un entorno donde nuestros hijos puedan crecer con tranquilidad, rodeados de buenos vecinos, escuelas accesibles, parques donde jugar, pequeños comercios de conveniencia y un ambiente propicio para construir un futuro estable, digno y feliz. Este sueño ha sido, por generaciones, parte del imaginario colectivo de muchas familias panameñas.
Durante años, corregimientos como Río Abajo, Parque Lefevre, Betania, San Francisco, Pueblo Nuevo, Bella Vista, entre otros, ofrecieron precisamente eso: comunidades organizadas, con un relativo orden urbanístico y un fuerte sentido de pertenencia entre sus habitantes. Eran lugares donde la vida comunitaria tenía valor, donde los vecinos se conocían, colaboraban entre sí y cuidaban los espacios comunes.
Sin embargo, en los últimos tiempos, este panorama ha cambiado de forma acelerada y preocupante. Muchos propietarios originales, por diversas razones —emigración, oportunidades económicas o situaciones personales— han vendido sus propiedades. Esto ha dado paso a un fenómeno que ha transformado profundamente el entorno urbano: el crecimiento desordenado y la proliferación de construcciones informales.
Actualmente, es común encontrar kioscos, barberías improvisadas, talleres mecánicos, puestos de comida, hangares y otras edificaciones que surgen sin planificación ni regulación adecuada. Estas nuevas estructuras, muchas veces levantadas sin cumplir normas mínimas de seguridad o convivencia, han afectado la estética y la tranquilidad que solían caracterizar a estos barrios. A esto se suma un incremento alarmante en la acumulación de basura, el deterioro del sistema vial, la contaminación visual y sonora, así como un aumento evidente en los índices de delincuencia. En algunos casos, incluso se ha detectado la presencia del narcotráfico, lo que pone en riesgo a toda la comunidad.
Lo más grave es que muchas de estas construcciones invaden espacios públicos o servidumbres, obstaculizando el libre tránsito y deteriorando la calidad de vida de los residentes. Áreas verdes, aceras, estacionamientos y otros espacios que anteriormente eran de uso común, han sido ocupados o destruidos sin ninguna consecuencia para los responsables.
Ante esta situación, surge una pregunta inevitable: ¿quién debe poner orden? ¿Dónde están las autoridades municipales, urbanísticas y de seguridad que deberían garantizar el bienestar de las comunidades? ¿Quién se hace responsable del abandono institucional, de la falta de control, del robo constante de tapas de alcantarillas, de la inseguridad y del deterioro progresivo de los barrios?
Esta es la realidad que enfrentan a diario miles de panameños. Una realidad que no solo afecta la imagen de nuestras comunidades, sino que pone en entredicho la calidad de vida de quienes aún mantienen la esperanza de una vida digna. Es momento de alzar la voz, de reclamar un verdadero compromiso de parte de las autoridades, y de exigir respeto por nuestras barriadas. Pero también es momento de fomentar la participación ciudadana, porque solo con la unión de vecinos y el respaldo institucional será posible rescatar nuestros barrios y devolverles el orden, la seguridad y el sentido de comunidad que nunca debieron perder.