• 24/04/2022 00:00

La aceptación es clave para resolver los problemas

“[...] hay que preguntarse con calma si le estamos dando oportunidad a la vida o si le estamos pidiendo al mundo algo que no puede darnos. Porque es posible que estemos buscando la felicidad en el lugar equivocado”

Todas las personas, incluso las más privilegiadas, tienen circunstancias que les gustaría cambiar en su vida. Como dijo Boecio, filósofo romano de principios del siglo VI: “Unos tienen abundantes riquezas, pero se avergüenzan de su innoble nacimiento; otros destacan por su nobleza, pero, a través de las vergüenzas de la pobreza, preferirían ser callados; y hay quienes son superdotados, pero lamentan la soledad de una vida soltera”.

Piense en su propia vida y en algo que le cause estrés, ansiedad o tristeza. Seguro que quisiera que esa situación desaparezca de su vida. Pero en el mundo moderno, el estrés y la ansiedad suelen ser crónicos, no esporádicos. Y no es de extrañar, entonces, que ese estrés crónico a menudo conduzca a situaciones enfermizas, incluyendo el uso indebido de drogas y alcohol, que a la larga no brindan alivio a largo plazo y agravan los problemas a través de la adicción, la depresión y el aumento del estrés.

Los pensadores antiguos reconocieron algunas herramientas para poder manejar el estrés y la ansiedad. El budismo señala que nuestras mentes están habitualmente desequilibradas y que la solución es construir nuevos hábitos de pensamiento. Los estoicos decían que la razón humana, practicada con esmero, podía anular las emociones instintivas. Y los promotores de la terapia cognitiva conductual recomendaban estrategias prácticas para enfrentar situaciones negativas en la vida y volverse más felices.

El programa de Alcohólicos Anónimos está lleno de lemas y frases. Pero dos destacan. La primera es la oración de la serenidad: “Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar; valor para cambiar las que puedo; y sabiduría para reconocer la diferencia”. Y la segunda es el párrafo de la aceptación: “La aceptación es la respuesta a todos mis problemas de hoy; cuando me siento perturbado, es porque hay un lugar, persona o cosa que es inaceptable para mí, y no podré encontrar la serenidad hasta que acepte a ese lugar, persona o cosa exactamente como es en este momento. Nada, absolutamente nada, ocurre en este mundo por error. Hasta que acepte la vida completamente en sus propios términos, no podré ser feliz. Necesito concentrarme menos en lo que hay que cambiar en el mundo y trabajar más en lo que debo cambiar en mi vida y en mis actitudes”.

Yo pensaría que el quid del asunto es reducir las expectativas. Una vez, a escasos meses en haberme graduado de la universidad, recibí la oferta de un trabajo donde me pagarían el doble de lo que estaba devengando. Lo conversé con mi jefe y sin dudarlo me hizo una propuesta, no igual como para equipar la otra, pero suficiente como para pensar en el gesto y el interés de la empresa de que me quedara. Y allí, luego, le compartí a mi papá, quien enseguida me respondió: “Hijo, dale oportunidad a la vida. Permanencia es signo de seriedad”. Ese consejo me hizo reflexionar y al día siguiente reiteré mi compromiso con la empresa donde estaba, trabajo que, a propósito, mantuve por casi veinte años y me permitió escalar cargos de prestigio por toda Latinoamérica y Estados Unidos. ¿Cuál es el punto? El punto es que tenemos un problema y es que la gente se fija objetivos diferentes a lo que es verdaderamente importante. Visto a través del espejo retrovisor de la vida, hoy, doy fe de que esa decisión es la más trascendental que tomé en mi vida profesional, y no solo por lo laboral y económico, sino porque al final fui feliz y exitoso en todos los aspectos de la vida.

Por eso, hay que preguntarse con calma si le estamos dando oportunidad a la vida o si le estamos pidiendo al mundo algo que no puede darnos. Porque es posible que estemos buscando la felicidad en el lugar equivocado. Es decir, no debemos asumir que toda la felicidad proviene de un cheque quincenal o de un objeto material. Se requiere un enfoque que equilibre el trabajo con la familia, las amistades y la fe, y en el que se gane el éxito, pero se sirva a los demás.

Boecio escribió las palabras antes citadas desde una celda de la prisión, mientras esperaba su ejecución en el año 524, después de ser acusado de traición por el rey ostrogodo Teodorico, un crimen del que probablemente no era culpable, pero por el que finalmente fue ejecutado. Boecio no pudo cambiar sus espantosas circunstancias; sin embargo, pudo y cambió su actitud hacia ellos: “Es cierto que nada es miserable, pero el pensar lo hace así”. Tomar esto en serio y actuar en consecuencia es uno de los mayores secretos para un mayor bienestar, pero no tiene por qué ser un secreto. Si Boecio pudo hacerlo, también podemos nosotros.

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