• 29/07/2022 00:00

Entre ficciones y realidades: El escritor

Los escritores y roedores tienen el afán por hacer de la ficción frente a los hechos una realidad contrastable, al mismo tiempo creíble

Qué suelen tener en común escritores y roedores. Como no sea el empecinado afán por hacer de la ficción frente a los hechos una realidad contrastable, al mismo tiempo creíble. Figuras ambas moviéndose en el entramado de malabarismos idiomáticos donde la pluma del escritor se vale de la primera persona para interactuar y entablar equilibrios entre el superyó y la modestia, la autoestima y/o autoafirmación; al tiempo que los roedores en contrapeso son artífices en cuanto a correr, saltar, roer y/o escabullirse. Destrezas nada desdeñables.

Quien no conoce a Enrique Jaramillo Levi en lo sustantivo en lo que atañe a su trayectoria por el mundo de las letras, además de una como devota entrega en favor de entusiastas y noveles escribidores, tal vez le asociaría desde perspectivas egocéntricas; sin ponderar los distintos estadios en los que su impronta nos recrea a lo largo de una vida entusiasta de promotor cultural.

Deduce uno al leer su artículo recién publicado por este diario en el que, prevalido de la primera persona y de la mano de su andadura de cuando en la década de los setenta del siglo XX, concurso por la beca Centroamericana de Literatura, junto con varios concursantes en áreas diversas del pensamiento creativo, la cual le fuera adjudicada.

Sin embargo, como en suerte de birlibirloque parecería que en sus manos el arte de pesca debido al grueso cardumen de aspirantes dejó escapar por un trasmallo lo que para él pudo significar —más que un recurso de mero carácter crematístico— soporte invaluable de sus afanes literarios durante la estancia en México, cuyo tiempo de un año a la postre se alargó más allá de lo previsto.

¿Magia, sortilegio, birlibirloque? Error de dirección del destinatario la beca casi a punto de perderla fue a dar a otras manos; como nuez apetecible de roer.

Es en tierra azteca donde halló un tesoro de altos quilates si se quiere de más peso que la beca en sí; la concurrencia de Juan Rulfo y Salvador Elizondo como asesores del taller literario. Escritores notables ambos, su presencia en el espacio amplio de la literatura universal constituye referente singular entre críticos y lectores. 

El episodio pudo haber truncado las ansias del bisoño escritor; sin embargo, subsanado el desatino se me antoja fuente inspiradora para un cuento, sobre todo por la índole de los personajes intervinientes. Uno, el padre, solícito ante el afán del hijo al borde de ver frustradas sus ilusiones. El otro, Omar Torrijos: el poder, la leyenda, y el verbo persuasivo dentro de los cánones de la diplomacia.

No puedo menos que celebrar y acompañar el expresivo relato de Jaramillo Levi. Mezquino sería soslayar méritos a quien más que amigo mecenas en el ámbito cultural. Apoyo desinteresado en la presentación de “El Lugar” mi primer libro de cuentos (2019) y la publicación de uno de mis cuentos en la revista Maga. Y, recién ahora gracias a sus buenos oficios mi incorporación como columnista de opinión en este prestigioso diario panameño.

El título del artículo pone de relieve sus credenciales como gente de letras. Bien merece destacar su nivel de compromiso y constancia en borronear cuartillas con pasión de alfarero a lo largo de 58 años de fecunda producción literaria. Perseverancia del editor a la par de monitor de noveles escritores panameños y de extranjeros residentes.  

Oportuno el momento de promover público reconocimiento a su dilatada labor en favor de enaltecer el gentilicio. Y, en paralelo auspiciar la creación de la Cátedra de Literatura ‘Enrique Jaramillo Levi’, paso previo a propiciar su incorporación a la Academia Panameña de la Lengua.

Entre ficciones y realidades su prosa, su intelecto, el escritor. Razones valederas luego del ponderado estudio a su dilatada obra bañada en agua lustral por los autores de Pedro Páramo y El retrato de Zoe y otras mentiras.

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