• 11/09/2022 00:00

Solución integral para prevenir la obesidad

Según nuestra experiencia, la prevención de la obesidad con medidas individuales no es muy prometedora. Como pragmáticos, tenemos el compromiso de reconocer el estado imperfecto del mundo que habitamos, pero igualmente tenemos el deber de encontrar una manera eficaz de avanzar y construir una política de Estado en materia de salud pública en la que podamos enfrentar cifras preocupantes como las de 71% de sobrepeso y obesidad para adultos y 38% para jóvenes de edad escolar (Censo de Salud MINSA 2019).

Según nuestra experiencia, la prevención de la obesidad con medidas individuales no es muy prometedora. Como pragmáticos, tenemos el compromiso de reconocer el estado imperfecto del mundo que habitamos, pero igualmente tenemos el deber de encontrar una manera eficaz de avanzar y construir una política de Estado en materia de salud pública en la que podamos enfrentar cifras preocupantes como las de 71% de sobrepeso y obesidad para adultos y 38% para jóvenes de edad escolar (Censo de Salud MINSA 2019).

Frente a las actitudes desinteresadas por parte de los representantes de la industria alimentaria y las afirmaciones simplistas de funcionarios y autoridades de salud, es oportuno reiterar que actualmente no existen estrategias que funcionen bien por sí mismas para la prevención de la obesidad. Fingir lo contrario no es útil, pero sucede todo el tiempo.

Justo hace un par de semanas, Annals of Internal Medicine publicó una recomendación burlesca para prevenir la obesidad en mujeres de mediana edad: “aconséjeles que no aumenten de peso” (https://www.acpjournals.org/doi/10.7326/M22-0252). Es difícil leer estas publicaciones sin reírse a carcajadas por la sencilla razón de que cuando las mujeres alcanzan la mediana edad, han recibido este tipo de consejos muchas veces, tanto directamente como en señales generalizadas de nuestra cultura fóbica, a las grasas y de una sociedad vanidosa y amante de las medidas 90-60-90. Este enfoque simplista existe desde hace décadas y, sin embargo, la prevalencia de la obesidad aumenta sin descanso. Pretender que los consejos para controlar el peso sirven por sí solos es un ejercicio de autoengaño.

Igualmente, la revista JAMA publicó sobre una investigación de Joshua Petimar, et al, “Assessment of Calories Buyed After Calorie Labeling of Prepared Foods in a Large Supermarket Chain” (https://jamanetwork.com/journals/jamainternalmedicine/article-abstract/2794650?lctg=83470841), donde se plantea la clásica pregunta de si el etiquetado de calorías en los alimentos procesados modifica los hábitos de consumo de las personas que compran en un supermercado. Por supuesto, la respuesta no es nada halagadora.

En un estudio longitudinal de 173 supermercados entre 2015 a 2018, la cantidad de calorías de productos de panadería disminuyeron un 5.1% y la cantidad de calorías de productos de delicatesen disminuyeron un 11.2%, pero no se observaron cambios aparentes en el consumo. Estos estudios siempre han sido interesantes porque tanto los grupos de consumo saludable como autoridades de salud están tras la idea de querer impulsar medidas para alentar y promover sistemas de etiquetado frontal que muestre la cantidad de calorías de manera visible. En 2005, la cadena Hannaford inició un programa “Guiding Stars” que clasificó, y aún clasifica todavía, los productos otorgándoles de cero a tres estrellas según lo que contengan y así ayudar a sus clientes a tomar mejores decisiones. Actualmente, más de ocho países en América Latina y otro tanto en Europa, han introducido legislaciones de etiquetado frontal para guiar a los compradores en busca de ese alimento perfecto. En Panamá, recientemente se publicó un estudio de la Organización Panamericana de la Salud que muestra que los sellos de advertencia en productos procesados son los que más ayudan a los consumidores a tomar decisiones alimentarias más saludables (https://iris.paho.org/bitstream/handle/10665.2/56323/OPSNMHRF220026_spa.pdf?sequence=1&isAllowed=y).

Nuestra opinión es que las medidas regulatorias individuales y las legislaciones por sí solas rara vez funcionan mejor que lo que encontró el estudio reciente en JAMA, en la que una intervención individual muestre algo más que pequeñas mejoras. La interpretación correcta del estado actual de la obesidad y de los planes para su prevención, es que se requiere una solución integral. Es cierto, hay pesimistas que dicen que las iniciativas individuales son inútiles y que ya no se deberían intentar ninguna otra; pero todavía hay optimistas que sabemos que a pesar de que las intervenciones individuales no previenen el aumento de peso, si podrían ayudar si se combinan simultáneamente con otros esfuerzos políticos que apunten a reducir el consumo de alimentos ultraprocesados a través de una combinación de impuestos, restricciones en el mercadeo, reducción del tamaño de las porciones, campañas de educación sobre pautas dietéticas en los medios, junto con políticas para subsidiar alimentos más saludables y promover una mayor actividad física.

¿Políticamente difícil? Por supuesto. ¿Políticamente imposible? No, pero hay que cambiar el “chip” y utilizar una política de salud pública que incluya medidas integrales para prevenir el sobrepeso y resolver los costos personales y sociales de sus consecuencias para la salud. En nuestra opinión, si atacamos el problema de esa manera tendremos efectos reveladores, pero quizás el punto más importante aquí es intentarlo mientras también medimos y evaluamos los resultados. Cualquier buen carpintero reconoce el consejo de medir dos veces y cortar una vez para obtener un buen resultado. Los arquitectos de la prevención de la obesidad harían bien en prestar más atención a la medición.

Empresario, consultor en nutrición y asesor de salud pública
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