• 25/02/2023 00:00

Águila Abatida: una víctima, un testimonio, una promesa cumplida

“La obra -un compromiso que Manolo (Ricardo) adquirió aquella noche del 14 de junio de 1978- como testigo de los acontecimientos [...]”

Puedo decir que fui testigo silencioso del proceso de escritura de la obra Águila Abatida, del colega periodista Manolo Álvarez Cedeño, por allá en el año 2015, y creo una de las primera personas en adquirirla, apenas salió de la imprenta.

La obra -un compromiso que Manolo (Ricardo) adquirió aquella noche del 14 de junio de 1978- como testigo de los acontecimientos en los que grupos estudiantiles que adversaban y apoyaban la firma de los tratados Torrijos-Carter y la presencia del presidente de Estados Unidos James Carter en Panamá; y en el cual dos jóvenes universitarios fueron asesinados; Jorge Camacho y Demóstenes Rodríguez.

Es sumergirse y repasar de cerca, los detalles relatados, de una jornada que, como estudiante universitario siempre estuvo latente, ya que de alguna u otra forma siempre lo escuchábamos en las aulas y cafetería de la Universidad de Panamá; o en las arengas de los militantes del Frente Estudiantil Revolucionario (FER-29).

Como lo relata Manolo, la muerte de Camacho y Rodríguez se da en un entorno duro, confuso, “con triunfos y derrotas para la sociedad panameña, que se debatía entre el apoyo y rechazo al régimen militar, que en 1977 esgrimió como su máximo logro firma de los tratados Torrijos Carter, que ponía fin a la presencia militar estadounidense en Panamá el 31 de diciembre y transfería el Canal a manos panameñas”.

Lo que tuvimos la oportunidad de estudiar en la década de los años 80 en la Universidad de Panamá no fuimos ajenos a la ebullición de ideas y el debate, político, social e ideológico que se registraba en el campus, como radiografía de lo que sentía la sociedad panameña.

Como conciencia crítica de la nación, la Casa de Octavio Méndez Pereira, siempre fue el ágora que ha marcado la senda del país; pero lo acaecido la noche del 14 de junio de 1978, fue un enfrentamiento en el cual, más allá de las arengas, los desafíos y las agresiones físicas, sin duda hubo una intención premeditada. Esa noche tal como lo relata Manolo, Camacho y Rodríguez cayeron víctimas de armas de fuego.

Ricardo, como testigo presencial, relata este drama, desde los primeros incidentes premonitorios en medio de una examen, escuchando las arengas estudiantiles y ver cómo un objeto contundente impactó el aula donde trataba de resolver los complicados problemas que le había asignado el profesor.

Aunque uno conoce de antemano el desenlace de la historia, la novela, de fácil lectura, captura la atención, esa curiosidad por conocer los detalles y las razones (o sin razones), de cómo dos jóvenes en la flor de la vida, con muchas metas, retos, ilusiones, desafíos y con muchos compromiso políticos, vieron su vida apagada.

La novela -que terminé de leer durante el asueto de carnaval, en las montañas de Santa Fe de Veraguas, donde en 1971, desaparecieron al padre Héctor Gallego- fue auspiciada por el Instituto Panameño de Estudios Cívicos (IPEC), y según su autor es una crónica novelada, que aporta al país, como testigo de parte de esa historia, sobre el asesinato de Jorge.

A través de más de 200 páginas, Manolo nos lleva desde el preámbulo, el enfrentamiento entre grupos estudiantiles adversos -con “flashbacks” intermitentes, sobre todo en el Instituto Nacional, que dan contexto a la historia- hasta el desenlace fatal en el que coinciden dos víctimas fatales en la sala de urgencia del Hospital de la Caja de Seguro Social, ubicado al lado de la Universidad de Panamá.

Con la experiencia y la facilidad de expresión escrita que dan años de ser redactor del diario La Prensa y corresponsal de la Agencia Francesa de Prensa (AFP), Manolo Álvarez Cedeño hace este aporte literario e histórico, con un hecho que marcó una etapa crítica de la sociedad panameña.

Al final queda esa sensación de conocer la identidad de las personas que cometieron estos asesinatos, si se hizo alguna investigación, y si se realizó, cuál fue el avance de la misma.

También, el sectarismo, pues confieso que nunca vi en la Universidad de Panamá una pancarta, volante o letrero mencionando a Demóstenes Rodríguez como la otra víctima que cayó esa misma noche junto a Jorge Camacho.

O por qué las autoridades de la Universidad de Panamá no le han hecho algún reconocimiento a la memoria de dos jóvenes estudiantes universitarios, que cayeron defendiendo sus ideales.

Periodista
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