- 14/05/2023 00:00
Contaminación del aire en nuestra ciudad
Hace un año, refiriéndome al impacto de los determinantes ambientales en la salud, subrayaba en esta columna que, “a principios de su Gobierno nuestras autoridades se comprometieron, en su Plan Estratégico de Gobierno, en “enfocarse en los principales problemas ambientales para encaminar al país hacia un desarrollo sostenible, que preserve nuestra riqueza natural para las presentes y futuras generaciones”, y definieron una serie de tareas para enfrentar los problemas ambientales actuales; todas con un claro impacto potencial en la salud y el desarrollo.
En ese sentido, aprovechando la promesa del Gobierno, y haciendo votos porque en el año que le queda de gestión se mejore la calidad del aire que respiramos en la ciudad, me referiré en esta glosa a la amenaza que representa para nuestra salud _y cómo evitar_ la permanente contaminación del ambiente producida por el vertedero destinado a la basura en el cerro Patacón, exacerbada últimamente por los incendios accidentales o provocados en dicho vertedero, liberando a la atmósfera al arder productos clorados, algunos tan tóxicos como las dioxinas, declaradas cancerígenas por la Organización Mundial de la Salud.
Y no olvidemos que la basura que no se quema porque fue compactada y enterrada, se descompone bajo tierra, sin exposición al oxígeno, produciendo según los expertos, importantes cantidades de gases como metano, CO2 (gases de efecto invernadero) o gases tóxicos como el benceno, tricloroetileno, y otros. Todos causantes de graves efectos en la salud de las personas y con el potencial de agravar también el cambio climático global.
Pero todo esto lo sabemos y últimamente no hay un día en que los medios no nos dediquen excelentes reportajes sobre los efectos negativos para la salud originados por la presencia de un vertedero de basura en medio de la ciudad. Estos efectos _para que los tengamos bien presentes_ pueden ser diversos y abarcar desde síntomas respiratorios agudos hasta enfermedades crónicas graves. Algunos de los problemas de salud asociados con la mala calidad del aire incluyen enfermedades respiratorias como el asma, la bronquitis crónica y las infecciones respiratorias. Además, la exposición crónica a la contaminación del aire se ha relacionado con enfermedades cardiovasculares, cáncer de pulmón, problemas del desarrollo pulmonar en niños y exacerbación de condiciones como la diabetes.
A todo lo anterior, súmele la contaminación del aire causada por los vehículos automotores _que ya superan el millón que circula diariamente por nuestras calles_ generando el 80 % de los hidrocarburos y el 98 % del monóxido de carbono que llega al aire, provocando que los transeúntes respiremos el humo que expulsan estos vehículos que casi no se mueven en las vías en las horas pico.
En este contexto, es la hora de que los panameños implementemos políticas y regulaciones ambientales que garanticen la calidad del aire que respiramos: desde las dedicadas a minimizar el flujo vehicular, hasta la adopción de prácticas de gestión de residuos sólidos más sostenibles, como la implementación de rellenos sanitarios modernos y controlados, diseñados para minimizar la contaminación y maximizar la captura y utilización del metano, así como el monitoreo constante para detectar y extinguir rápidamente cualquier incendio que se produzca
Para terminar, me refiero brevemente a dos orientaciones que considero fundamentales para garantizar la calidad del aire que respiramos. Por un lado, contamos con las directrices mundiales sobre la calidad del aire emitidas por la OMS, las cuales tienen como objetivo evitar millones de muertes debidas a la contaminación del aire.
Las nuevas directrices de la OMS recomiendan niveles de calidad del aire respecto de seis contaminantes para los que se dispone de los datos más recientes en cuanto a sus efectos sobre la salud. Cuando se actúa sobre estos contaminantes clásicos —partículas en suspensión (PM), ozono (O3), dióxido de nitrógeno (NO2), dióxido de azufre (SO2) y monóxido de carbono (CO)— también se incide en otros contaminantes perjudiciales.
Aunque estas directrices mundiales sobre la calidad del aire no son jurídicamente vinculantes, es obligatorio que las conozcamos y apliquemos, pues son una herramienta basada en la evidencia para que los responsables de la formulación de políticas puedan orientar la legislación y las políticas, con el fin de reducir los niveles de contaminantes en el aire y disminuir la carga de morbilidad resultante de la exposición a dicha contaminación en nuestro país.
Finalmente, está la estrategia de cero desechos, que implica la producción, el consumo y la eliminación responsables de los productos en un sistema cerrado y circular. Esto significa que los recursos se deben reutilizar o recuperar tanto como sea posible y que se debe reducir al mínimo la contaminación del aire, de la tierra y del agua. La estrategia requiere que los productos sean diseñados para ser duraderos y para requerir materiales en menor cantidad y de bajo impacto ambiental. Por su parte, los consumidores pueden desempeñar un papel fundamental para lograr el objetivo de cero desechos si cambian sus hábitos, reutilizan y reparan los productos tanto como sea posible antes de desecharlos de manera ambientalmente adecuada.