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- 12/11/2022 00:00
Adviento, una fiesta para el compromiso real con Dios
Ya iniciaremos, este 27 de noviembre, la Temporada Cristiana del Adviento (“Adventus”). El Adviento es la época donde todos los que profesan la fe cristiana deben disponer su espíritu a una preparación para la celebración y segura venida del salvador del universo: Jesucristo. Es por ello que, muchas veces, se conoce a esta época también como el “Adventus Redemptoris”.
Esta época está llena de simbolismos que pretenden crear ese ambiente de recogimiento y reflexión constante durante cuatro domingos consecutivos, que nos invitan a un constante acercamiento a esa realidad que llamamos “Dios”, a través de la aceptación consciente de su enviado: Jesucristo.
La bendición de la Corona de Adviento, es uno de esos simbolismos que vamos a encontrar en el desarrollo de la liturgia cristiana. El color morado será otra característica, otra será la música que se canta en los templos y que estará seleccionada y caracterizada por un fuerte sentimiento de arrepentimiento y esperanza. Qué decir de las celebraciones eucarísticas que se celebrarán durante esta época, acuerpadas con las lecturas bíblicas sabiamente escogidas para lograr este fin.
Súmase a esto todas las demás actividades que las comunidades cristianas de base desarrollan, como retiros espirituales, cursos bíblicos de Adviento, estudios bíblicos basados en la celebración de la Corona de Adviento, procesiones y la más importante de todas, la participación en alma, vida y corazón en la Santa Eucaristía, celebración central del culto cristiano por excelencia, y si puede ser diaria, mejor aún.
Todas estas actividades son herramientas que Dios, a través de la administración de la Iglesia, nos ofrece y que nos permitirán abrir nuestros corazones a la acción del Espíritu de Jesús, que es el mismo Espíritu de Dios, fortaleciendo con ello nuestro carácter cristiano y nuestras voluntades según el designio de Dios.
Y todo esto debe verse reflejado en nuestro diario vivir, la participación consciente en todos estos actos, nos permite aceptar voluntariamente la Gracia de Dios como don gratuito que perdona todas nuestras faltas humanas, conscientes o inconscientemente, permitiéndonos aprender de nuestros faltas o errores y haciendo el milagro de la iluminación de nuestras mentes para ser justos e inteligentes en nuestro actuar diario. Avivando nuestros corazones por el bienestar de todos en nuestro amado planeta, nuestra casa común, como señaló en su momento el papa Francisco, en su encíclica “Laudato Sí”, fortaleciendo nuestras voluntades para unirnos con hechos a la voluntad del “Padre bueno y justo”.
Esto es lo que el mensaje de la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, ha estado repitiendo a todos los seres humanos por más de dos mil veintidós años, un mensaje predicado primero por los apóstoles, después por los padres de la Iglesia y después por los obispos y que pareciera ser que los humanos no hemos valorado como se merece... se convierte en una especie de “Sacramento” para sacralizar la vida de todos los hombres y mujeres de esta casa común.
Sacralizados, todos, estamos en el camino correcto para la celebración de la natividad de nuestro Señor y Salvador del Universo, de ese “Jesús que nació en Belén”.
¡La festividad de la Navidad, como la de Adviento, no debe ser una fiesta mercantilista y de grandes comidas de jamón, pavos y perniles con tamales... todo ello muy rico, por cierto!, sino que las fiestas de la Natividad y del Adviento de Jesús de Nazareth debemos vivirlas como la manifestación del Verbo de Dios a toda carne en este mundo.
¡Es la gran Epifanía de Dios al mundo!
Más que fiesta mundana, es expectación, es contemplación de esta profunda verdad que hace dos mil veintidós años, en un mísero pueblo de Belén de Judá en Israel, se cumplieron las profecías del Antiguo Testamento.
Yo te pregunto, ¿cómo vas a vivir estas fiestas cristianas este año 2022?, ¿será lo mismo de siempre, gastar y gastar todos tus ahorros en cosas superfluas?, ¿será que aprovecharás el momento para ser mejor y que tu voluntad esté sujeta a la voluntad de Dios?, ¿será que aprovecharás para hacerte un mensajero comprometido de la palabra de Dios?, ¿será que te comprometerás a ser un instrumento de paz para esta casa común?
No sé, tú tendrás la última palabra ante el misterio revelado.