El papa León XIV rezó este martes en la zona cero de la explosión del puerto de Beirut y consoló a algunas de las familias que llevaban consigo las fotos...
Los síntomas de enfrentamientos bélicos en Venezuela se sienten en la atmósfera y llaman la atención por la distancia a la que se encuentra ese país del norte de Suramérica con relación a Panamá. Las implicaciones que tendría cualquier tipo de conflicto internacional serían impredecibles por la cantidad de naciones involucradas, aunque se haya planteado que el trasiego de presunta droga que pudiera moverse interesa solamente a una metrópoli.
Washington ha creado una zona de guerra en el Caribe. Ese país ha utilizado territorios de la región para situar sus fuerzas armadas y hacer visible sus pretensiones que han convertido las diferencias en una guerra de declaraciones para ocupar la cotidianidad de las diferentes expresiones de los medios de comunicación a escala global. Cuando inicia un noticiero, destaca la información sobre una crisis que traspasa fronteras en cualquier sitio del planeta.
Independientemente de los conflictos en Ucrania, la vulnerable paz en Medio Oriente, los golpes de estado en Guinea Bissau, las diferencias entre la China Popular y la China Nacionalista, ahora el escenario de la intranquilidad se ha trasladado para los mares cercanos al istmo panameño e involucra bases militares, playas y pantanos. Unas 22 embarcaciones que surcaban las aguas han sido bombardeadas con un saldo de 83 vidas humanas perdidas.
En estos horrores de la guerra los afectados civiles son los más perjudicados. Según Naciones Unidas en la invasión a Ucrania, “hasta febrero de 2025 se había confirmado la muerte de más de 12,600 civiles y más de 29,000 heridos”. Las cifras en Gaza dan cuenta de “67,000 muertos y 1,219 civiles israelíes” fallecidos.
Ante estos acontecimientos surge la interrogante sobre la forma como este conjunto de fenómenos en el mar Caribe podría afectar al suelo patrio y a su sociedad. Sería una catástrofe de consecuencias nefastas, que cualquier acción de guerra llegara a las playas nacionales y peor, que esto pudiera afectar el desarrollo del Canal de Panamá, que sirve para el comercio mundial y es una pieza fundamental del progreso.
Hay que recordar que, durante la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas armadas estadounidenses pululaban en diferentes bases esparcidas en el espacio de la República de Panamá y construyeron aeropuertos, refugios y todo tipo de instalaciones castrenses. Eso despertó la economía porque la mano de obra era local, el dinero corría a raudales y mucha gente se aprovechó para establecer negocios o invertir las ganancias en sus hogares.
Este panorama haría pensar que esbozamos la idea de intervenir de alguna manera en los acontecimientos armados. Pero no es ni puede ser así. La región donde se escenificaban los enfrentamientos en aquella ocasión era Europa y el Pacífico, todo muy alejado de Panamá. Además, la tecnología no estaba lo suficientemente desarrollada para poner en riesgo al patrimonio nacional.
En las actuales condiciones, es diferente. El surgimiento de misiles intercontinentales, así como drones y naves no tripuladas que se mueven desde controles ubicados por doquier, hacen que cualquier sitio se haga vulnerable a errores, desvíos de proyectiles y hasta cargas mortíferas. En la guerra de Ucrania, varios países vecinos que no estaban involucrados han recibido el impacto de bombas que iban dirigidas a los países en guerra.
Hay que garantizar que no se tome ninguna iniciativa que a la larga atente contra la neutralidad del Canal de Panamá. Desde que se aprobaron los Tratados Torrijos-Carter, la diplomacia panameña ha procurado que los diferentes estados del orbe se adhieran al Tratado de Neutralidad, lo que asegura que no habrá movimientos o acciones que pongan en peligro la zona canalera y por tanto a la ciudadanía.
El riesgo de una eventual conflagración que involucre a diferentes países en la región, pone de manifiesto que eventuales movimientos cercanos al territorio panameño pueden afectar intereses nacionales, así como a la población. Esto implica la necesidad de reiterar que existe en los panameños un espíritu pacifista con el que comulgan los diferentes sectores del Estado y que, en relación a esta vocación, prima una completa unidad nacional.