• 21/04/2014 02:01

El amor y el poder

Es muy común... el esfuerzo —miserable— de muchos por las glorias espurias, las riquezas materiales y una apetencia mordaz por el poder.

Resisto siempre la tentación de escribir sobre los temas que son de discusión general, más cuando hay muchas referencias mediáticas; opiniones de colegas o apreciaciones de expertos más versados que yo que se refieren al tema desde puntos de vista que comparto. No veo la necesidad de ser redundante. No le brindamos nada nuevo que pudiera ser de beneficio educativo al lector.

Pero, de la misma forma en que criticamos las desventajas que para la humanidad representa la incidencia de perversos en el quehacer cotidiano, es de respeto reconocer el valor de seres humanos que hacen aportes de carácter superior y universal que enaltecen el paso de la condición humana por estos tiempos.

En la madrugada del jueves pasado murió el cantante Cheo Feliciano y, como deben saber todos a estas alturas, también, a penas pasó el mediodía, corrió la noticia sobre la muerte del más grande escritor de Latinoamérica de los últimos 100 años: Gabriel García Márquez. Los homenajes y reconocimientos han sido sin pausa desde entonces.

Los medios internacionales publicaron detalles biográficos sobre la vida y los aportes de cada uno de estos personajes. Pero en las redes sociales fue otra cosa. García Márquez es tan universal, que ya no importa leerlo, sino, buscar algunos de sus textos en el Internet y citarlo acorde al momento.

De eso hubo mucho en estos últimos cuatro días. En este tiempo frívolo y artificial me causa tanta gracia el intento de mucha gente de parecer versados y conocedores de la obra de ambos. Un joven tuitero fue puntual y honesto cuando señaló: ‘Ahora todos conocían a Cheo Feliciano y a García Márquez’.

‘‘Todo el mundo es mi amigo desde Cien años de soledad, dijo García Márquez una vez a un hermano, pero nadie sabe lo que me costó llegar hasta allí’, señaló El Washington Post en similar aserción a la del tuitero en la nota relacionada a la muerte del escritor. ‘Pocos conocían la miseria que el autor sufrió antes de alcanzar la fama’, puntualizó El Post.

He leído la mayoría de las obras del célebre escritor. Algunas hasta dos veces a lo largo de estas últimas tres décadas. A los 20 años de edad, estuve a unos pasos de él en medio de un grupo de personas en el primer Festival de Cine Latinoamericano en la Habana, Cuba. Eso fue en diciembre de 1979. Hasta allí mis pretensiones de conocerlo y de haber compartido con él (Ja).

Pero queda claro nuevamente alguno de mis argumentos sobre la verdadera universalidad del ser humano, hombre o mujer. Sobre los pasos que se dan y con qué propósito se dan. Sobre las creencias y los valores más íntimos que nos guían. Sobre el amor con que se llevan los días, por más difíciles que sean. Cuando se examina la vida de un ser humano como García Márquez, debemos explorar nuestra propia razón como ciudadanos del universo.

Es muy común en estos días el esfuerzo —miserable— de muchos por las glorias espurias, las riquezas materiales y una apetencia mordaz por el poder. Eso, más que conducir los motivos de la vida con el afán de perdurar en el tiempo —más allá de la muerte— con un legado honesto que puede ser admirando y estudiado por el resto de la humanidad que ha de precedernos.

Cheo Feliciano retrató su preocupación por su ‘Pobre gente pobre’ y por ‘Juan Albañil’ con su inigualable entrega amorosa en ‘Amada Mía’ y ‘Juguete’, solo por mencionar algunas representaciones que lo hicieron el ser extraordinario que fue. De García Márquez, bueno ya dije que se ha escrito mucho en estos últimos días, pero su obra está ricamente fundamentada en la magia de nuestras más íntimas supersticiones y creencias, en la aberración y ridiculez de los que ostentan el poder y en las cosas del amor y la soledad.

Relata El Post: ‘Escribió sus libros más influyentes y populares acerca de los motivos de los tiranos y la resistencia de amor. Y explicó lo que conecta a sus temas de siempre: ‘Sabes, viejo amigo, el apetito por el poder es el resultado de una incapacidad para el amor’.

Qué lástima que se hayan ido, en estos días y por estas tierras, aún hay mucho que retratar sobre los que tienen poder, pero no saben amar.

COMUNICADOR

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