• 19/08/2020 00:00

Aportes de los funcionarios al Fondo Solidario

No hay duda, sino certeza, del momento difícil que vive el país. La salud pública, primero, y lo económico, seguidamente, están en catastrófico y agónico deterioro.

No hay duda, sino certeza, del momento difícil que vive el país. La salud pública, primero, y lo económico, seguidamente, están en catastrófico y agónico deterioro. Lo más triste: que esto aún empieza.

Las medidas del Gobierno central para detener la propagación de la COVID-19 nos parecen de acertada planificación, con un ataque frontal y dedicación total (y en esto se han sumado muchas gentes, comprometidas con Panamá), aunque el éxito esperado está en el cumplimiento de población de las medidas, nada fáciles, como es la, nunca vista, cuarentena que de parcial pasó a total y por género. Esto, como es de esperarse, paralizó la actividad económica en un porcentaje que sobrepasa el 70 %, lo que nos lleva a imaginar lo grave que es y será este asunto.

“Quedarse en casa” es una las medidas esenciales. Y, aun cuando resulta cierto, como han confesado algunos, que ello ha reunido a la familia como nunca, de estar cara a cara, de sentirse el calor humano familiar, aun así -dijimos-, ello no deja de ser una medida de complicado sacrificio; obsérvese que entre las medidas cautelares establecidas en la legislación penal está precisamente lo de “casa por cárcel”. Pero, además, habría que decir que tan necesario sacrificio no es igual en todos los núcleos familiares. Y no es así, porque aquí se ponen de manifiesto las condiciones, el tipo de vivienda, el hacinamiento, en el que vive gran parte de los panameños en las áreas urbanas. Es un habitad mortificante que retrata el poema de Demetrio Korsi: “Zonzos de calor y noche, pasan cuartos. Cuartos… Cuartos... Cuartos de la gente pobre con sus chiquillos descalzos. Cuartos donde no entra el sol, que el sol es aristocrático”.

El problema es grande y grave, y a las grandes dificultades, las grandes soluciones. Se anunció, en el marco de la solidaridad entre los panameños, un aporte al Fondo Solidario que venga de los funcionarios que devengan un salario mayor a mil dólares. Las posturas fueron diversas. ¿Cómo lo entendemos nosotros? Primero, estoy de acuerdo con la solidaridad y que, incluso, los que devengamos un mejor salario podamos contribuir. Pero no estoy de acuerdo en que la cifra base sea la señalada, toda vez que el rango de los salariados hasta los dos mil dólares sobrevive con sueldos comprometidos. Además, la medida, insuficientemente explicada, debió ser sobre el salario que realmente se recibe; es decir, para aquellos que no cuenten con descuento por razones de hipotecas u otros compromisos demostrables.

Segundo, había que motivar la medida sin violentar la Constitución Política, toda vez que podría estar lacerando normativa constitucional. Aun así, desde nuestra visión, resulta un sentido reconfortante ser parte de los que podrían solidarizarse. Pero para generar confianza e interés en la medida debió paralelamente hacerse: (a) en el manejo de los fondos debe haber “cero participación” de personal político electo; (b) que a partir del momento ni los años que siguen, ningún recurso presupuestario sea dispensado para manejos de personal político electo, salvo los que correspondan por Ley; y, (c) contemplar, si no se ha hecho, que el 70 %, como mínimo, de la partida discrecional del presidente, sea para el fondo solidario.

Docente universitario.
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