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- 25/06/2023 00:00
Aprovechemos la sabiduría de las personas mayores
Hace muchos años, cuando las personas mayores de hoy éramos niños o adolescentes, nuestros padres y abuelos solían darnos el siguiente consejo de oro: “¡Respeta las canas y aprovecha la sabiduría de los mayores!”. La mayoría de nosotros lo hicimos, supimos aprovechar la sabiduría, experiencia y sentido común de las personas mayores para producir el capital y construir el país que hoy disfrutan las nuevas generaciones.
Lamentablemente, hoy en día, en este nuestro Panamá del juegavivo, la arrogancia y la superficialidad, parece haberse perdido el respeto por las canas, y muchos jóvenes asumen _equivocadamente_ que ser mayores de cincuenta años o más, es sinónimo de algún grado de decadencia intelectual, y disminuida capacidad de aportar al desarrollo nacional, o peor aún, de ser corrupto y culpable por la situación actual del país, limitando, por lo tanto, los espacios de protagonismo y participación social y política de estas.
En ese contexto, aprovechando que estamos en plena contienda electoral para elegir a quienes nos gobernarán por otros cinco años, le dedico esta columna a subrayar con argumentos suficientes _para el beneficio inmediato de candidatos, juventud y sociedad_ que las personas mayores poseemos el talento y la experiencia que este país necesita para salir adelante, y somos además una fuerza política de primer orden, por lo que conviene a los candidatos considerar las necesidades y posibilidades de apoyo de este selecto grupo, evitando caer en el clientelismo etario y cometer el error de descalificar a las personas mayores, ya sea por acción u omisión, y exaltar, casi de forma exclusiva, las virtudes de la juventud.
Para poner en perspectiva la importancia de las personas mayores, les recuerdo que, en nuestro país, de acuerdo con la información del INEC, la población de 60 y más años de edad será de 626 879 en el 2024, lo que representa el 20 % de los tres millones que, de acuerdo con el Tribunal Electoral, podrán votar en las elecciones generales del 5 de mayo de 2024. Y si le sumamos a esa cifra los mayores de 50 años (es decir, los adultos maduros formados y experimentados) la cantidad asciende a 1 113 216 ciudadanos, el 35 % del padrón electoral, más que suficiente para ganar las elecciones, pues aquí se ganan con un poco más de 600 mil votos.
La gran mayoría de ese grupo de ciudadanos tiene una sólida formación profesional y una vasta experiencia que los hace conocedores comprometidos de la realidad nacional, sus antecedentes históricos y las soluciones más factibles y viables para el bienestar colectivo. Su productividad y el grado de involucramiento y compromiso es de gran valor. Ellos y ellas poseen una visión que los convierte en piezas clave para estar al frente de cualquier empresa. Y, además, son y pueden ser, los mejores mentores para los talentos más jóvenes de las organizaciones, transformándonos en una guía de su proceso de desarrollo.
Como si fuera poco, las personas de edad trabajan de forma remunerada o no remunerada, atienden a familiares y amigos, y colaboran tras la jubilación en organizaciones y asociaciones. Transmiten su experiencia a las generaciones más jóvenes y, de ese modo, les ayudan a reforzar sus aptitudes. Un elevado porcentaje de las personas mayores cuida de sus nietos y de otros parientes y amigos de forma regular y de ese modo, en el caso de los nietos, ayudan también a sus hijos.
Dicho lo anterior, la invitación es a derribar los estereotipos y comenzar a valorar y respetar, en serio, a todas las personas mayores, no solo a nuestros familiares. Debemos comenzar en nuestras casas, enseñando a nuestros hijos y nietos los valores y principios necesarios para ser hombres y mujeres de bien. Abramos los espacios para que las personas mayores puedan participar plenamente y en iguales condiciones que los jóvenes, en actividades sociales, políticas, económicas, culturales, espirituales, cívicas y de muchos otros tipos.
Y que no sea solo para conseguir el voto en el 2024 ofreciendo hoy promesas de campaña que no se cumplirán. Aprovechemos la sabiduría y disposición de trabajo de este grupo de conciudadanos, para ayudarnos a fortalecer nuestra democracia y alcanzar el desarrollo con justicia y equidad en nuestro país. La tarea que tenemos por delante no es solo de los jóvenes ni de los mayores, sino de todos los panameños.
Ya casi para finalizar estos argumentos, no puedo dejar de reconocer que la política y el país necesitan renovarse y equilibrar la experiencia con las necesidades, la energía y la fuerza innovadora de la juventud. Pero antes los jóvenes deben atravesar el arduo proceso de formación completa y ganancia de la experiencia suficiente para transformarse en agentes del cambio cada vez más comprometidos con los procesos de desarrollo, y cuando lleguen a esa edad madura, mantengan los ideales y el compromiso de ser la efectiva generación de relevo que necesitaremos. Por eso, también subrayo que necesitamos jóvenes en los espacios de concertación, toma de decisiones y poder. Pero no solo jóvenes. Necesitamos un balance entre el entusiasmo de la juventud y la experiencia de los mayores.