• 26/07/2013 02:00

Noriega asalta al coronel

El mes de julio se ha constituido en el reservorio de hechos históricos negativos, tanto en dictadura como en democracia. En los tiempos...

El mes de julio se ha constituido en el reservorio de hechos históricos negativos, tanto en dictadura como en democracia. En los tiempos de los entorchados se dieron los sucesos del famoso Viernes Negro, cuando el diez de julio de 1987 la población sufrió uno de los actos más violentos; pero también es bueno que la gente recuerde que en democracia tenemos un Viernes Negro, cuando para esa misma fecha, los bocatoreños eran reprimidos por la administración Martinelli; a lo anterior agréguele las aventuras de Portugal. En estos casos encontramos un denominador común, seres humanos pidiendo justicia y cambio de rumbo en la forma de gobernar.

No soy de los que destacan hechos malos de un grupo para ocultar los de otro. No, no, así no funciono; mi vida ha sido un constante reconocer y criticar; por lo anterior he acuñado una frase que estoy por registrar en la oficina de derecho de autor y es la siguiente: ‘quien más reconoce virtudes, tendrá más derecho a criticar’. En aquella época de la dictadura había temor de expresar los verdaderos sentimientos; se sentía la sombra del atropello, violaciones, amenazas, quiebra de empresas, compra de acciones a la fuerza, medios polarizados, unos al servicio del gobierno, otros oponiéndose a todo, con razón o sin ella, y ese escenario lo siento hoy, en ‘democracia’.

Vamos al tema del titular de este escrito. El 26 de julio de 1987 me reuní con eso que una vez se conoció como Garganta Profunda. Los periodistas de ese tiempo debíamos contar con fuentes confiables que nos dieran pistas de lo que iba a suceder. Eran funcionarios que les servían a los militares, pero estaban asqueados de lo que estaba ocurriendo. Considero que en la actualidad se han multiplicado esas gargantas profundas, mismas que de seguro darán la cara una vez pase el torbellino de este gobierno.

Para aquella época regentaba la emisora Radio América. Ella era considerada como una de las pocas voces que se atrevía a informar de lo bueno, lo malo y lo feo que estaba ocurriendo. El presidente Delvalle y su ministro de Gobierno y Justicia, Rodolfo Chiari De León, modificaron el decreto 155 de mayo de 1962, con acciones intimidatorias en contra de los medios electrónicos. Mandaron a publicar, el 24 de julio, los agregados a este decreto donde se indicó que el gobierno le cancelaría las frecuencias a quienes se atrevieran a crear el caos, la desobediencia civil.

Mi Garganta Profunda me dio pistas de lo que haría el general Noriega. Recuerden que desde el 6 de junio de ese año, el coronel, Roberto Díaz Herrera, era el canario más fino que panameño alguno ha conocido. El hombre estaba cantando todas las bellezas que encontró en el vientre de la bestia durante los más de veinte años vistiendo el uniforme militar. Por más que me den razones, nunca he comprendido cómo Noriega permitió que Díaz Herrera estuviera dando declaraciones por casi dos meses.

Analicé las revelaciones de mi Garganta Profunda; me reuní con el equipo periodístico de Radio América y llegué a la conclusión de que iban a asaltar la residencia de Roberto Díaz Herrera. Faltaba determinar la hora y la fecha exactas. El anuncio de la empresa privada de cerrar sus operaciones durante 48 horas, a partir de la mañana del 27 de julio, me hizo dar con las pistas necesarias; además, a eso le sumaba una nota del gobernador de turno, a quien se le conoce desde entonces, como el Caín de la Prensa, Alberto Velásquez, por aquello de la tranquilidad de la población, mandó a impedir la circulación de los medios más opositores a Noriega. Se le hubiera comprendido mejor si el cierre era de todos, pero no, su acción fue selectiva.

Mandé a las unidades móviles de Radio América, para que desde muy temprano se ubicaran en sitios estratégicos cercanos a la casa de Díaz Herrera. Cuando el reloj se aproximaba a las cinco de la mañana se sintieron los ruidos de helicópteros; un grupo de esos que llaman de asalto, se bajó de los trapiches voladores y después de arremeter y golpear a quienes estaban en esa residencia, se llevó a su presa mayor, al canario que tenía casi 60 días de cantarle al país y al mundo una parte de lo que vivió y sintió en el ejército.

Nótese que hice énfasis en que el militar solo contó una parte; nunca se refirió a los atropellos que vivió la nación en los tiempos de su primo, Omar Torrijos Herrera. Sé que los lectores, en especial la juventud, quedarán sedientos por saber qué pasó o qué dijo Roberto Díaz Herrera. A ellos les pido, con mucho respeto, que entren en la red y busquen los archivos que guardan relación con este acontecimiento. De esa manera podrán darse cuenta del total de los hechos y no un resumen como el que se nos permite en este periódico. Vamos juventud, busca, compara, mide, comprueba para que puedas acercarte a la verdad. Siempre me preguntaré, ¿qué habría pasado si a Díaz Herrera le cumplen lo pactado y, en vez de darle de baja, lo elevan a la dirección de las mal llamadas Fuerzas de Defensa? Amigo lector, me gustaría conocer su opinión. Gracias.

EX SECRETARIO DE PRENSA DE LA PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA.

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