• 14/10/2023 00:00

El auge del populismo político

Uno de los elementos cruciales que emplean los políticos populistas es la manipulación emocional

En el complejo panorama político global, emergen líderes que desafían las nociones tradicionales de democracia. Estos líderes, conocidos como políticos populistas, suscitan interrogantes sobre por qué algunos ciudadanos respaldan su apropiación de recursos estatales en beneficio personal, toleran la corrupción y el abuso de poder sin mostrar rechazo. En muchos casos, esta aprobación deriva de la creencia de que el político populista representa la única esperanza de mejorar su situación económica y social.

La desconfianza en las instituciones establecidas y la política convencional lleva a algunos a ver al populista como la única figura capaz de proporcionar un nivel de vida superior, a pesar de sus acciones controvertidas. La idolatría que algunos sectores de la sociedad les profesan puede parecer desconcertante, pero su ascenso al poder se explica a través de elementos complejos.

Uno de los elementos cruciales que emplean los políticos populistas es la manipulación emocional y la promesa ilusoria de seguridad. Se presentan como garantes de estabilidad y pertenencia en un mundo cada vez más incierto, ofreciendo soluciones rápidas a problemas complejos. Esta estrategia crea la ilusión de que son los únicos capaces de proteger a la nación de amenazas internas y externas. En un contexto de miedo y ansiedad, esta promesa de seguridad genera lealtad y apoyo entre aquellos que sienten que el líder populista es su único salvador en tiempos turbulentos. Estos políticos son expertos en el uso de discursos emotivos para conectar con las preocupaciones de la gente común, generando una conexión emocional que fomenta la lealtad ciega.

Además de la manipulación emocional, los políticos populistas aprovechan el nacionalismo extremo como herramienta para consolidar su poder. Se presentan a sí mismos como defensores incuestionables de la nación, explotando los sentimientos de orgullo y pertenencia de la población.

No podemos pasar por alto el hecho de que algunos grupos, ya sean económicos, políticos o sociales, pueden beneficiarse del populismo de estos políticos. Estos grupos, a menudo estrechamente vinculados con el político populista, tienen incentivos para apoyarlo y promoverlo. Obtienen ganancias económicas, influencia política o mantienen su estatus privilegiado gracias a la cercanía con el poder, creando una red que garantiza la permanencia del político populista en el poder.

La desinformación también desempeña un papel crucial en la estrategia de los políticos populistas. Promueven una narrativa sesgada que enaltece su imagen y minimiza cualquier crítica. Controlan los medios de comunicación y persiguen a aquellos que se atreven a disentir, lo que dificulta que la población acceda a una perspectiva objetiva y crítica. La falta de información precisa y verificable crea un ambiente propicio para la idolatría desmedida.

Los políticos populistas centran su liderazgo en su propia personalidad. Se presentan como figuras fuertes y carismáticas que encarnan los valores y aspiraciones de la gente, generando un fuerte apego emocional y lealtad hacia su persona.

Estos líderes populistas se presentan como luchadores contra las élites corruptas y los sistemas establecidos. Esta narrativa resuena especialmente con aquellos que se sienten desencantados con la política tradicional y las instituciones. Los líderes populistas se presentan como alternativas radicales capaces de desmantelar las estructuras existentes y devolver el poder al pueblo.

El ascenso de los políticos populistas es un fenómeno complejo que se nutre de la manipulación emocional; su poder se basa en la explotación del carisma personal, la retórica emocional, la lucha contra las élites y la promesa de soluciones sencillas. Estos políticos están ganando terreno debido al descontento de la población ante los políticos tradicionales, la falta de soluciones a los problemas ciudadanos y el descontento generalizado de la población.

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