• 06/06/2022 00:00

¡Auxilio! claman los océanos

Amaneceres y atardeceres en una como danza de infinitas olas colman de espumas los humedales. Panorámica desde cualquiera de los rascacielos que pueblan a Panamá ciudad.

Amaneceres y atardeceres en una como danza de infinitas olas colman de espumas los humedales. Panorámica desde cualquiera de los rascacielos que pueblan a Panamá ciudad. En buena medida la historia de Panamá se inscribe en íntima asociación a las aguas de los océanos Pacífico y Atlántico. Grandes embarcaciones entrecruzan por el soberbio Canal. Fuentes ancestrales de riqueza, de cultura y de costumbres diversas y al mismo tiempo asimiladas en tanto interacción continua; digamos devenidas en ciudadanía con derechos y deberes consagrados en la Constitución y las leyes.

Un tema que genera preocupación en el ámbito mundial y de consiguiente atañe a toda la sociedad en su conjunto, tiene que ver con la contaminación ambiental. Es cierto que hoy se vive mejor en términos de salubridad, lo cual contribuye a que la esperanza de vida esté por encima de los 80 años. Sin embargo, el cambio climático originado por el calentamiento global, consecuencia del efecto invernadero, ha desencadenado en serios desajustes al planeta.

Los océanos sienten la merma de los casquetes polares, lo cual se traduce en inundaciones por el alto volumen de los deshielos, aunado al flujo imparable de residuos sólidos; principalmente plástico no biodegradable, cuyo impacto amenaza con destruir la biodiversidad del ecosistema marino, fuente de la mayor producción del oxígeno que respiramos. Por encima de parcialidades políticas, credos o nivel sociocultural y económico, no importa el estrato social, los seres humanos en conjunto propiciamos la basura. De ahí la contaminación ambiental. Da lo mismo como salen disparados los desechos desde la limusina o desde el taxi, chiva, transporte de carga pesada; comunes 4 x 4 y autobuses públicos y de turismo. En instantes lo que degustamos con especial deleite deriva en “cosa” por demás repugnante y cualquier lugar es apropiado para desaparecer del entorno. Por mucho empeño de entes públicos y de comunidades ambientalistas en su afán por crear conciencia cívica alrededor de un problema de todos; sin embargo, sigue estando ahí a la vista.

Por definición, la basura es un problema complejo, además de otros agentes contaminantes, no existe rincón del planeta a salvo de la lluvia ácida y el cambio climático debido al efecto invernadero. Ha derivado en seria amenaza y por consiguiente no debiera ser competencia de unos pocos. En tal sentido conviene reorientar el rumbo hacia las aulas, sindicatos, asociaciones vecinales y en general la colectividad, cuyo objetivo sea el de interactuar, formar y concienciar brigadas ambientalistas entre los ciudadanos.

Frente a este descomunal reto ha comenzado a hacerse sentir aunque tal vez tímidamente, cierta disciplina por el reciclaje, mediante la recolección y clasificación de residuos sólidos que bien pueden volver a ser aprovechados por la industria en general. A modo de ejemplo: Una tonelada de papel reciclado evitaría talar 20 árboles. Se ahorrarían 1,500 litros de combustible. Y, desde luego, se evitaría que sucumbiera en un vertedero o peor, contaminar las fuentes de agua. Debemos poner interés y comprender que todo objeto desechado “no es basura”. En lugar de tirarlo y juntarlo con otros desechos dañinos y contaminantes, conviene poner en práctica la dinámica del reciclaje. Más que animal urbano somos miles los millones de seres sociales que necesitamos respirar aire no contaminado en este hogar de todos. Mejor aún, “reciclar el paradigma de la basura”, porque podría suceder que sea la basura la que termina botándonos a nosotros.

Periodista y cuentista
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