• 29/01/2017 01:00

Corrupción y títeres sin cabeza

La corrupción con una existencia histórica no da marcha atrás 

El caso Odebrecht ha sido extraordinario por su connotación. Puso, una vez más, a flor de piel la descomposición de una sociedad que pareciera transitar de manera permanente por el camino de la corrupción, al punto de que esta parece lo principal, mientras la honestidad y la seriedad, se muestran como las excepciones.

La corrupción con una existencia histórica no da marcha atrás, muy por el contrario avanza con pasos rápidos y a una velocidad desmedida. Mientras eso ocurre, ella recibe también el impulso decidido de los Gobiernos, que procurando esconder una realidad, juegan al sensacionalismo y a la estridencia. Con ello, no hacen más que contribuir con la podredumbre.

El anuncio de una ‘investigación' y, con ello, la posibilidad de retorno a las arcas del Estado de lo vulgarmente sustraído por quienes debieron estar amparados por las influencias y las fuerzas políticas y económicas, pudo crear alguna esperanza.

Pero pareciera que no es así, y sigue un juego peligroso que puede conducir a situaciones de estremecimiento del ser social con consecuencias nada favorables para el Gobierno. Podemos ver cómo principia una cosa, pero a veces con el desconocimiento de cómo termina.

El Gobierno ha ido dando el insumo para la cohesión de una conciencia frente al mal de la corrupción. Ello ha permitido que la gente se desplace y se exprese en las calles y que la tolerancia, que se ha ido perdiendo, abra los espacios a las exigencia y a la rebeldía con consecuencias impredecibles. Definitivamente, si ‘los líderes no marchan a la cabeza de las masas, ellas lo harán con las cabezas de sus dirigentes'.

La corrupción, perseverante como siempre, ha tenido la gran capacidad de penetrar toda la sociedad, convirtiéndose, como manifesté anteriormente, en parte esencial de la gestión pública. La ‘coima' o ‘gratificación', es un importante elemento que no puede pasarse por alto, sino como necesaria desde la perspectiva de los que la dan y de los que la reciben. Es decir, entienden que sin ella, no es posible la burocracia estatal.

Visto así el asunto, la corrupción no ha dejado ‘títere con cabeza'. Desde el ser más encumbrado hasta el más insignificante ha sucumbido ante ella. Pareciera que se ha convertido en consustancia del hombre panameño. De manera que el ser virtuoso y estar más allá de toda duda, es una especie de rareza en una sociedad que ha perdido el norte y la capacidad de direccionar con sólidos principios la vida de sus habitantes.

Los ejemplos no son los mejores y el caso Odebrecht, que igual ha de dejar ‘títeres sin cabeza', no puede ser tomado a la ligera y pretender jugar habilidad para no mostrar con toda claridad los rostros y los nombres de los timadores de los dineros del pueblo.

El discurso hecho y que pareciera convertirse en eslogan o en la manida frase de ‘Gobierno transparente', no tiene ningún sentido ni ningún valor, si los hechos muestran y demuestran lo contrario.

Para un Gobierno serio y comprometido con los hombres y mujeres del país, nada mejor que poner los ejemplos para ayudar a retomar el sendero perdido.

DOCENTE UNIVERSITARIO.

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