• 15/12/2009 01:00

Se requiere un cambio de actitud

Al ver que la situación de inseguridad y el aumento dramático de asesinatos en el país no solamente se prolongan sino que se agrava, qui...

Al ver que la situación de inseguridad y el aumento dramático de asesinatos en el país no solamente se prolongan sino que se agrava, quisiera compartir mi opinión para ayudar a sobrellevar la tremenda crisis de intranquilidad, que, por su gravedad y la hondura de sus causas, puede prolongarse quizás por años.

Con solo confrontar la seriedad de los hechos con la desatención que le brindan los principales actores, podemos presumir con poco margen de error que esto va para largo. Pero este desprecio por la vida humana tal vez sirva para ocultar lo que tal vez sea la causa más importante de lo que hoy nos pasa: la actitud interior de cada uno de los panameños. Nos falta coraje para asumir al menos la mínima cuota, pero cuota al fin, que cada ciudadano de este país tiene respecto a la mencionada crisis de violencia y crimen.

Es indiscutible que la responsabilidad principal por el estado al que se ha llegado es de la clase gobernante, de las autoridades y dirigentes, sobre todo los políticos, pero tampoco hay dudas de que todos, por una razón u otra, tenemos algo de esa responsabilidad. Es más, para poder destrabar esta situación, es preciso que aquellos absolutamente inocentes digan “ me identifico para que la solución al problema pueda llegar ”. Si no hay gestos de este tipo, es imposible que desde un trance tan difícil se pueda salir adelante.

Hasta aquí hemos llegado gracias a la “ indiferencia criolla ” y al “ no me importa panameño ”. Todo aquel que al menos una vez en su vida miró hacia el otro al lado cuando al vecino le sucedía una tragedia, por pequeña o grande que haya sido, o evadió cualquiera de sus obligaciones cívicas al no denunciar un delito, tiene algo de responsabilidad.

Todos señalamos con el dedo a los políticos, y no cabe duda de que ellos son los principales culpables, pero los políticos no son de otra galaxia (aunque a veces lo parezcan). Son panameños, hijos y hermanos de otros panameños, médicos, maestros, ingenieros o abogados, y como tales, el fiel reflejo de lo que somos, vistos desde la perspectiva de nuestras actitudes ciudadanas y políticas.

Esto nos lleva al centro de la cuestión: los panameños hemos considerado desde hace décadas “ al Estado ” y a “ lo público ”, a la vez, como un “ botín ” y un “ basurero ”. No hace falta explicar por qué ha sido un botín ni tampoco por qué un basurero. Solo permítanme un ejemplo simple y trivial (los lectores tendrán sin duda cientos similares). Basta nada más mirar la suciedad de nuestras calles. Ellas son el fiel reflejo de cómo consideramos nosotros el espacio público, el espacio común. Basta también tomarse unos cuantos minutos contemplando una gran avenida para comprobar que la responsabilidad por esa suciedad no tiene barreras sociales. ¿Cómo pretendemos entonces que nuestras “ actitudes ” sean una isla y reflejen una realidad distinta?

Antes, cuando era un adolescente, al cruzar el límite de la avenida 4 de julio, veíamos la pulcritud de las calles de la antigua Zona del Canal. ¿Quién se atrevía a botar un trozo de papel o, mucho menos, intentar “ coimear ” a un patrullero zoneíta? Las cosas en esa área, a un costado de la nuestra, estaban en armonía con esas pequeñas realidades cotidianas.

Ante este cuadro de situación, seamos realistas. Para salir adelante y enfrentar la ola de asesinatos que sacude el país, debemos cambiar los panameños de una vez por todas, en lugar de esperar que sean los políticos quienes nos saquen de esta situación. Si esperamos eso estamos fritos. Si no cambiamos nosotros, toda salida aparente será solo un parche y continuaremos viviendo (si es que conseguimos margen para ello, cosa que dudo) de crisis en crisis como lo venimos haciendo desde hace aproximadamente 100 años.

Pero hasta que ese cambio se produzca, mi opinión es que modifiquemos nuestra actitud ante la realidad. Al menos como una fórmula con sentido práctico para poder sobrevivir la angustia y el estrés que la dimensión de los hechos nos produce.

Recomiendo que cada uno, desde el puesto en la trinchera en que se encuentre, acepte esta realidad que nos toca vivir con el estoicismo con que debieron hacerlo los alemanes en los últimos años de una guerra en la que los embarcó un líder demente y asesino, pero alemán al fin como todos ellos (aunque haya nacido en Austria). Tomen nota por favor los lectores en toda su dimensión del ejemplo escogido, por la gravedad del caso y la recuperación posible.

Viendo qué podemos hacer para soportar y ayudar en esta crisis, es importante que todos los panameños busquemos, cada uno y sin desfallecer, una y otra vez, qué cosa grande o pequeña podemos hacer por este, nuestro país. Debemos estar dispuestos a soportar las adversidades con la dignidad de quien se siente responsable. Ya no hay más espacios para mirar al otro lado ni para la insensibilidad ante la desgracia de los hermanos. La apatía y la postergación deben ser elementos para otro discurso, pero no para éste. El tiempo para proponer la mano dura o discutir la conveniencia de revivir el fantasma de la militarización se agotó.

Tal vez este cambio de actitud no mejore nuestra situación de inseguridad o tal vez sí. Pero mejorará nuestro cuadro anímico y ello repercutirá favorablemente, sin ninguna duda, en nuestra salud. Ese cambio anímico es también la premisa necesaria para acometer los grandes desafíos que el país necesita enfrentar para modificar el rumbo de su historia, gestionar su revolución ética, aspirar a la solidaridad y reformar su Estado, para rejuvenecerlo y fortalecerlo, para que pueda ser un positivo agente de cambio, de progreso, de justicia social, y un genuino promotor de los intereses y los valores de los panameños.

*Empresario.lifeblends@cableonda.net

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