• 30/07/2014 02:00

¿Persecución o certeza del castigo?

Es muy común en nuestro país, luego de que a través de unas elecciones populares se dé la transición en el timonel del Estado

Es muy común en nuestro país, luego de que a través de unas elecciones populares se dé la transición en el timonel del Estado que, al realizarse algún tipo de investigación o auditoría que arroje evidencias de ‘desgreño administrativo’, ‘maleantería rampante’, enriquecimiento ilícito, etc., salga uno de los personeros del anterior gobierno, arguyendo ‘persecución política’, ‘pase de factura’, ‘mandado que se hacen’, etc.

Lo cierto del caso es que el ciudadano de a pie tiene la percepción de que existen altos niveles de corrupción en el país, que nuestra sociedad está herida y desangrada por los sanguijuelas que asaltan las arcas públicas una vez su partido llega al poder.

Desde luego, esta percepción pudiera cambiar si verdaderamente existiera la ‘certeza del castigo’ y, de hecho, la práctica de una suerte de ostracismo político contra aquellos que dudosamente manejaron dinero público, condenando al pueblo a la marginación, a la pobreza, al hambre y a la miseria humana.

Es inadmisible que por tecnicismos jurídicos, por ropajes de inmunidad u otras argucias políticas, deshonrosas figuras de nuestra clase política, evadan su responsabilidad en la comisión de delito contra la cosa pública y, su consiguiente arresto, como castigo.

Al parecer, no importa qué partido político se encarame en el Ejecutivo, las cosas seguirán igual y el pueblo ingenuamente esperando que se haga justicia.

Creo, al igual que un fallecido amigo, que ‘el día que veamos que se construya un complejo penitenciario con jacuzzi, aire acondicionado, camas de agua, chef internacionales y acceso directo a redes de Internet, entonces, cabrá la posibilidad de que se pretenda llevar a prisión a los ladrones de cuello blanco’.

Por el momento, les queda a los ingenuos seguir esperando, a escuchar más voces en toda esta enmarañada red de denuncias de corrupción, para finalmente darse cuenta de que no pasó de ser una charada, y que la herida seguirá echando pus por donde la toquen.

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