Cienciajoven

Los tiempos actuales parecen brindar síntomas para hacernos pensar que cruzamos el dintel del final de la pandemia por la COVID-19. Este periodo ha dejado múltiples enseñanzas que han cambiado las prácticas habituales, costumbres y hasta la cultura; además de mantener el clima de duelo por la pérdida de tantos seres queridos, amigos y personalidades; tan solo en Panamá, la cifra excede los ocho mil individuos.

Con tanta información y noticias negativas en los últimos años, uno se pregunta: ¿qué ha dejado esta crisis como enseñanzas para quienes hemos sobrevivido, así como a las sociedades en el planeta? Quizás, uno de los signos más inequívocos es el papel que tiene la salud en la vida cotidiana y en la relación entre los grupos humanos: medidas de sanidad, coexistencia entre personas, uso de artefactos y accesorios que han marcado estos meses.

Uno de los signos positivos lo constituye el papel que la ciencia ha jugado en las políticas sociales. Nunca, como ahora, la comunidad de estudiosos e investigadores se ha esforzado en sus laboratorios por buscar opciones, respuestas y soluciones a una plaga innovadora, que ha afectado todos los rincones. La infraestructura gubernamental se ha visto en la necesidad de consultar e incluir a científicos en la adopción de medidas.

Pero también este periodo ha dejado otros saldos a escala de la sensibilidad y responsabilidad en la población. Un mayor número de jóvenes se interesan en carreras relacionadas con las ciencias naturales y profesiones vinculadas con este campo. Ello implica aprender de lo que otros compañeros saben, construir su propio conocimiento a través de la interacción, procesar y adquirir discernimiento de forma conjunta.

Hace poco, asistí a la visita de una delegación interinstitucional al Instituto de Investigaciones Científicas y Servicios de Alta Tecnología (Indicasat) para conocer el estado de un proyecto de investigación sobre la producción de un remedio natural contra la roya del café. Es una iniciativa que impulsa el Gobierno nacional, a través de la gestión del Ministerio de Ambiente y el Fondo de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Los asistentes a esta actividad pudieron conocer, en detalles, los diferentes componentes del proyecto y, por tanto, las etapas que surgen y que permiten enterarse de que se está por encontrar un nuevo aporte a la ciencia: la posibilidad de que pequeños organismos existentes en la tierra, en el propio escenario de los cafetales, pueden actuar para acabar con los hongos que devastan las hojas de esa planta, de gran importancia para la economía del país.

Un personal compuesto por investigadores de diferentes niveles de formación (técnicos, licenciados, posgraduados, doctores y hasta unidades que siguen estudios posdoctorales) se ocupa de cada etapa del trabajo, con la convicción de alcanzar logros en una perspectiva que habrá de lograr que el país alcance un nuevo nivel tecnológico y que amplía la repercusión internacional: disminuir las amenazas de la roya con soluciones que salen de la naturaleza.

El aspecto común del equipo involucrado en esta iniciativa, es el promedio de edades y la convicción del tipo de perspectiva que encierra este proyecto. Igual sucede en otro plan que implica la adopción de estrategias de cambio climático en el Ministerio de Ambiente; el grupo sobre el que ha caído tal responsabilidad, está formado por científicos jóvenes que delinean los contenidos de las disposiciones que adoptará el Estado.

Panamá tiene en la actualidad un gran vacío profesional en materias que se relacionan con el área científica (faltan unos 50 físicos localmente). Por fortuna, se incrementa el entusiasmo por estas disciplinas que surgen y actuales generaciones se interesan en los programas en ofertas de universidades tanto nacionales como en países desarrollados.

Un porvenir promisorio nos espera, porque esta juventud aborda interrogantes, a través del estudio sistemático, para presentar entusiastas y profundas respuestas de construcción del futuro.