• 10/04/2023 00:00

La ciudad de los perros, tierra de nadie

Dos temas que inciden negativamente en la pacífica convivencia social y anulan planes de desarrollo turístico y ambiental
Aclaración

No se trata de la ciudad y los perros, obra de Mario Vargas Llosa, escritor peruano y español, ni de los perros de la guerra, best seller de Frederick Forsyth, escritor británico, sino de los canes panameños, mascotas permitidas por la ley, pero con una normativa especial.

No soy enemigo de los perros, pero es un verdadero crimen tenerlos de mascotas en apartamentos, como los que abundan en inmuebles ubicados en diferentes áreas de la ciudad capital y, sobre todo, en los llamados PH construidos en calle 18 Este, Calidonia, frente a la avenida Balboa y la cinta costera.

Cierto es que no constituye delito tener perro(s) en un apartamento, pero sí lo es el hecho de mantenerlos amarrados o con bozales y que permanezcan en espacios reducidos, lo que les causa innecesaria agitación, por lo que ladran incesantemente, todo esto en perjuicio de terceras personas.

Invalidez normativa

Existe una norma al respecto (Ley 70 del 12 de octubre de 2012 y sus modificaciones), pero es letra muerta, mientras que brillan por su ausencia entidades y organizaciones presuntamente defensoras de los animales. ¿Cuáles son y dónde están? Ojalá nos contactaran, para ponerlas al tanto de anomalías vigentes en nuestro sector, lo que a la vez constituyen graves problemas de salud pública.

Sin equipos para la recolección de desperdicios: Guantes, pala pequeña, recipiente.

Capítulo IV, obligaciones - Ley 70, Artículo 10

Quien sea propietario de un animal doméstico tendrá que cumplir las siguientes medidas zoosanitarias:

Recolectar el excremento del animal doméstico cuando este defeque en la vía pública o predios privados.

En países con altísimos niveles socioculturales, quienes conducen a sus mascotas a lugares públicos (aceras, calles, avenidas o parques), para que hagan sus necesidades fisiológicas, llevan el equipo necesario para retirarlos e impedir que ensucien y contaminen el ambiente. En Panamá ocurre todo lo contrario, porque se dejan los desperdicios en cualquier lugar, sin que importe ni interese, el aseo y el ornato ni la salud pública.

Lo anteriormente reseñado ocurre en toda la urbe metropolitana, con énfasis en un área turística, como la nuestra (calles 12 y 18 Este, El Marañón, Calidonia), cercana a la avenida Balboa, a la cinta costera, al mirador del Pacífico y a la Presidencia de la República, donde también existe, hace 15 años, una gigantesca noria criadero de mortales alimañas (dengue, chicunguya, aedes aegypti y tantas otras), anomalía que denunciamos previamente con fotos incluidas, por lo que es conocida por muchos y corregida por nadie.

Necesario es tener presente que en esa peligrosa noria quedan restos de una monumental grúa, que fue parcialmente demolida, en el 2019, a raíz de la visita del santo padre, con motivo de la celebración de la JMJ.

Servicios públicos deficientes

Mayores son los problemas que enfrentamos en esta área capitalina, como los frecuentes apagones eléctricos, con el consiguiente daño de equipos, debido a la falta de inversiones, para incrementar la capacidad instalada, por parte de empresas que ofrecen servicio a estructuras gigantescas, que reemplazaron pequeñas casas de madera. Prima, en todo caso, el interés económico, sin que importe el beneficio social. Y denuncias ¿para qué? Caen en oídos sordos del personal de oficinas incompetentes, como las que han presentado los afectados del área oeste.

Una vía tierra de nadie

Nos ha tocado vivir frente a la calle 18 Este arriba citada, que igual que la demás estructura vial metropolitana, es tierra de nadie, sin autoridad alguna que les ponga freno a las irregularidades que aquí se dan, a pesar de ser una arteria que limita con la avenida Balboa y facilita el acceso a la cinta costera, a la zona paga de la plaza 5 de Mayo y al casco antiguo de la ciudad de Panamá, con cuantiosas inversiones en la promoción turística.

Esta calle, a pesar de ser una doble vía, hoy es de una sola, ya que se ha convertido, en uno de sus costados, en estacionamiento público, de autos de todo tipo y a toda hora. Consecuencias: tranques vehiculares, conflictos entre conductores y peligro real para los peatones y turistas que visitan el área.

Las anomalías descritas son del dominio público, aunque sólo en raras ocasiones y en forma temporal, se extienden boletas, medida que a nadie le interesa ni importa y, menos aún, a los infractores de las leyes de tránsito, mientras sigue la fiesta o, mejor dicho, múltiples afectaciones a vecinos y turistas que pasan por este lugar.

Entre heces y tranques…

Y aquí estamos propios y extraños, viviendo entre desperdicios de mascotas y tranques interminables, en un sitio de altísimo valor catastral y turístico, a la espera de soluciones que no llegan, porque están ausentes y/o invisibles las autoridades competentes, las organizaciones turísticas, ambientalistas y las presuntas organizaciones protectoras de los animales.

Escritor y periodista de opinión, agroambiental y turístico.
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