• 30/10/2012 01:00

Crisis en Colón

¿ Era necesaria la crisis en Colón? Definitivamente que no. ¿Se pudo evitar? Definitivamente que sí. ¿Qué la causó? La terquedad, desden...

¿ Era necesaria la crisis en Colón? Definitivamente que no. ¿Se pudo evitar? Definitivamente que sí. ¿Qué la causó? La terquedad, desden y menosprecio de nuestros gobernantes hacia el poder ciudadano, todo agravado por la chabacanería y payasadas del presidente de la Asamblea Nacional.

Era evidente, la Ley no gozaba del respaldo de los colonenses y los Usuarios de la Zona Libre de Colón (ZLC), quienes, supuestamente, serían los mejores beneficiados, como también era objeto de serios cuestionamientos por los sectores empresariales y el público en general. La venta de los lotes, en particular, generó alta suspicacia en todos los sectores de opinión pública, motivada por la gran brecha de credulidad en las verdaderas intenciones en toda acción de gobierno y la persistente percepción de corrupción.

Es difícil comprender cómo el Gobierno subestimó la crisis. Ha sido un ejemplo clásico de ausencia de olfato político y falta de pericia de los organismos de inteligencia en materia de seguridad nacional. Sin duda, igual ha contribuido la actitud sumisa de ministros y la Asamblea Nacional, que oscureció la visión política del gobernante y le hizo creer que se podía pasar la Ley a tambor batiente ante un pueblo sumiso y complaciente, sin mayores consecuencias. Seguramente se le dijo al Gobernante ‘váyase, jefe, que aquí quedamos nosotros y todo está bajo control’ y, confiado, se fue de gira. Crasos errores. Se equivocaron. El pueblo forzó otro ‘reculazo’, cuarto trágico retroceso. El costo político es enorme. Dudo que logren recuperarse. Es cuesta abajo de aquí al 2014.

¿Qué consideraciones me provoca la Crisis de Colón?

Ante todo, dolor por las pérdidas de vida y afectaciones de personas inocentes, resultado de la represión policial y rabia ante la evidencias televisivas de actos de clara brutalidad policial contra personas indefensas. Las razones de su detención, por más que sean basadas en la Ley, no justifican esos actos cobardes, como tampoco, la manera tépida como sus superiores han reaccionados ante las demandas de que estos actos sean investigados y condenados y que esas diligencias sean de pleno conocimiento público.

También que la crisis demuestra el gran poder de mando que ejerce nuestro Presidente sobre todos los Órganos del Estado Panameño. Vi una Corte Suprema muda e invisible. Vi un Poder Ejecutivo paralizado en espera de la orden del Jefe. Solo unos pocos valientes ministros, que al menos mostraron la cara, escondidos la gran mayoría, entre ellos, significativamente, su líder en popularidad política. Vi una Asamblea, amedrentada y sumisa, esperando la orden del Jefe, forzada con miedo a tardíamente tomar iniciativa, aun conociendo tener la facultad legal para actuar independientemente para derogar la Ley y solo actuar con gran celeridad cuando el Jefe dio la orden.

Al final se demostró que fue un gran error del Presidente el no cancelar su viaje a Vietnam. Comprendo las implicaciones en la cultura nipona de cancelación de una cita con su Emperador. Recordemos que hasta la II Guerra Mundial era considerado un Dios y permanecía oculto de su gente; McArthur cambio todo, pero estoy seguro que el pueblo japonés aún siente gran veneración por su Emperador y no hubiese visto bien una cancelación de visita. La cita era importante, Japón es un amigo y cliente importante; lástima que la visita se malogró por declaraciones no bien pensadas. Las consideraciones son distintas en Vietnam. El gobierno y el pueblo vietnamitas hubiese aceptado la excusa válida, es un pueblo que comprende los problemas de seguridad nacional. A Vietnam se puede volver en mejor hora. Se perdió una gran oportunidad de demostrar al pueblo panameño que nuestro bienestar social está por encima de una visita protocolar a un país extranjero. Se hubiese ganado popularidad, recuperado credulidad y acumulado capital político. Se logró todo lo contrario.

Una última consideración, saqueos y actos de vandalismo son deplorables e inexcusables bajo ningún concepto, deslucen la acción ciudadana y deben ser juiciosamente castigados sus responsables; sin embargo, es triste admitir, reflejan el descuido endémico de nuestros gobernantes y la clase política a la educación y desarrollo social de nuestros sectores populares.

Las demostraciones en Colón y el resto de la República indican que el pueblo está saliendo de su letargo y mostrando su poder. Finalmente estamos despertando de nuestra anestesia social. ¡Ojo gobernantes, es hora de adquirir sensatez!

BANQUERO Y EXDIPLOMÁTICO.

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