• 25/04/2022 00:00

Combatir desigualdades socioeconómicas... ocultando sus causas

“El papa Francisco ha mostrado claridad al respecto, destacando que: “Un capitalismo salvaje ha enseñado la lógica de las ganancias a cualquier costo, [...]”...”

Cuando se habla de combatir las desigualdades socioeconómicas e inequidades sociales, ¿a qué se adjudica la existencia de estas, que dan lugar al desarrollo de unos y subdesarrollo de muchos? Si la respuesta no es científica, los resultados de las políticas económicas y sociales seguirán erráticas, como vemos que ocurre en nuestras sociedades subdesarrolladas.

Comúnmente, el discurso oficial académico, el de las instituciones gubernamentales, de los organismos internacionales de crédito y de las Naciones Unidas, repetido a diario en los medios de comunicación comerciales, recalca inferencias no científicas, tales como: que si la educación, que si la cultura institucional (meritocracia), que si el talento de los que alcanzan el éxito financiero, que si la corrupción, que si los bajos o altos salarios, que si el género, que si la etnia, que si la cultura latina… y toda esa legión de argumentos con los que el discurso oficial tiene mareada tanto a gente con pocos grados de escolaridad como a profesionales de las más diversas ramas de actividad, incluidas las Ciencias Sociales.

Pues bien, mis estimados lectores, sepan que todos estos son factores o condiciones (variables intervinientes, decimos en investigación científica) que aumentan o reducen la magnitud de las desigualdades socioeconómicas, mas no son la causa eficiente ni mucho menos, la causa final que produce este problema.

En lenguaje de la doctrina social de la Iglesia católica, la causa eficiente es la posesión o control de manera desigual de los medios que permiten la subsistencia, la vida, a fin de cuentas, la generación de riquezas materiales e inmateriales. En este sentido, el papa Juan Pablo II destacó que: “Nos encontramos, por tanto, frente a un grave problema de distribución desigual de los medios de subsistencia, destinados originariamente a todos los hombres, y también de los beneficios de ellos derivantes”. Y esto, nos agregaba este papa, “sucede, no por responsabilidad de las poblaciones indigentes ni mucho menos por una especie de fatalidad dependiente de las condiciones naturales o del conjunto de las circunstancias” (Papa Juan Pablo II, Carta encíclica “SOLICITUDO REI-SOCIALIS”. Al cumplirse el vigésimo aniversario de la “POPULORUM PROGRESSIO”, 1988, p. 12).

Es decir, las inequidades socioeconómicas dependen más de la desigual distribución de posesión y control de medios o “activos” que generan riquezas, que de poseer condiciones de indígena, mujer, poco talento, poca instrucción académica o herencia cultural improductiva.

Los ricos, al controlar “medios de subsistencia” o “activos” -como dice un amigo- no importa mucho si tienen doctorados, seguirán siendo ricos. Los pobres, si tienen doctorados, podrán ganar algunos dólares más y dependiendo de si son talentosos, los contratarán con alta remuneración; pero no alcanzan una vida de riquezas por esto. Estarán, además, a expensas del mejor interés de la política laboral de los dueños. Por tanto, más les vale que ahorren en sus mejores años salariales y se hagan accionistas de alguna empresa solvente; solo entonces pueden ver con mejores luces su retiro laboral.

Es a escenarios como este, a los que se refiere el premio nobel de economía, Joseph Stiglitz, cuando afirma que no menos del 90 % de los ricos mueren siendo ricos; mientras que más del 90 % de los no ricos, mueren siendo pobres. Todo esto ocurre, independientemente de que sean negros, indígenas, mujeres, latinos u homosexuales. Stiglitz concluye que: “Demasiados han hecho su riqueza a través de la explotación de otros, en lugar de a través de la creación de riqueza. Si no se hace algo, las nuevas tecnologías pueden empeorar las cosas, aumentando la desigualdad y el desempleo” (Ver: Stiglitz, J., People, Power and Profits, 2020).

En nuestra época histórica, la causa eficiente material “control de activos que generan riquezas”, opera junto a otra condición inmaterial, causa final o “sine qua non”, de la edad moderna: “La lógica de la ganancia individualista”. Bajo esta lógica, afloran corrupciones de todo tipo, evasiones de impuestos, despojo de bienes a pobres, entre otros comportamientos que se venden como causa y no como lo que son, resultados o factores intervinientes.

El papa Francisco ha mostrado claridad al respecto, destacando que: “Un capitalismo salvaje ha enseñado la lógica de las ganancias a cualquier costo, y vemos los resultados en la crisis que estamos viviendo” (The Independent, 21/mayo/2013). De aquí que propuso “realizar una reforma al sistema financiero, a fin de condenar la dictadura de la economía y el culto al dinero”. (La Jornada, 22/mayo/2013).

Sociólogo doctorando en Investigación social.
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