• 02/05/2017 02:03

‘Conoce a tu enemigo...'

Los medios internacionales coinciden en describir su gestión como un fracaso total

El libro ‘El Arte de la Guerra' de Sun Tzu, una obra maestra que data cinco siglos antes del nacimiento de Cristo, contiene valiosas lecciones no solo para la guerra sino para los negocios y otros aspectos de nuestras vidas. Así como ‘El Príncipe' de Maquiavelo es un referente en materia de poder político, ‘El Arte de la Guerra' es un manual para enfrentar a rivales en la guerra, en los negocios o en la diplomacia.

Este manual, que se estudia en universidades de negocios alrededor del mundo, hubiera sido de gran utilidad frente a los insultos perpetrados hacia Panamá por François Hollande y su desacreditado Gobierno. Hollande, el que contrató a un peluquero por 10 000 euros al mes, pasará a la historia como uno de los peores gobernantes de Francia. Él y su Gobierno, que incluye al impresentable ministro de Finanzas, Michel Sapin, serán el hazmerreír de Francia y de Europa por muchos años. ¿Cuál es la palabra que busco? Sé que es una palabra en alemán.

Los medios internacionales coinciden en describir su gestión como un fracaso total. Miren lo que dice el prestigioso diario ABC de España en su edición de 23 de abril de 2017: ‘El legado de Hollande: más pobreza, endeudamiento y crisis social'. El autor continua: ‘Instalado en el podio del presidente más impopular de la historia de la V República, François Hollande deja tras sí un balance catastrófico: hundimiento histórico del socialismo, crecimiento espectacular de la extrema derecha, incremento de la deuda pública, incremento de la presión fiscal, estancamiento del crecimiento económico, incremento del paro y la pobreza.'

Queda claro que con un índice de popularidad que llegó a estar en 4 % en diciembre de 2016 (The Economist), un desempleo en 11 %, un crecimiento anémico estimado para este año de 1.4 % (luego de años de estancamiento), 24 % de desempleo juvenil, una deuda estatal que alcanza el 90 % del PIB, y un déficit presupuestario cada vez más grande, Hollande y su Gobierno solo tuvieron una victoria para darse palmadas en las espaldas: acosar a un pequeño Estado llamado Panamá y hacerle una serie de desplantes inmerecidos.

Ante la realidad de ese Gobierno francés fracasado e impopular, ‘El Arte de la Guerra' hubiera indicado que era una batalla en la que teníamos grandes probabilidades de triunfar y que lo que había que hacer, en mi humilde opinión, era suspender las relaciones diplomáticas hasta que nos sacaran de su lista negra o de ser necesario, hasta que llegara el nuevo Gobierno.

¿Y cuál fue la culpa del estrepitoso fracaso de Hollande? Si le creemos a los funcionarios del Ministerio de Finanzas galo y sus secuaces de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), es la existencia de países como Panamá que —según ellos— solo sirven para esconder los dineros de los ciudadanos franceses, quienes se rehúsan a pagar sus impuestos. La culpa es de todos los países que creen en la competencia fiscal, en los derechos a la privacidad y en el debido proceso. Es culpa del capitalismo y de aquellos que creen en el libre mercado.

Pero sabemos que la realidad es otra: fue la incapacidad y la incompetencia de los gobernantes franceses y de su sistema fallido de bienestar social. Tanto es así que Hollande logró lo que nadie pudo, poner a competir en la segunda vuelta de las elecciones francesas al partido de extrema derecha (Le Pen) contra un total desconocido (Macron), cuya historia de amor haría a Sigmund Freud saltar de la alegría.

Si hubiéramos estudiado a Sun Tzu y conocido más a fondo a nuestro enemigo, sabríamos que Hollande y Sapin eran animales heridos de gravedad (políticos, no piensen mal). Que no valía la pena hacerles el juego y correr a recoger cada migaja que nos tiraban, pues tenían el tiempo contado y además no gozaban de la credibilidad ni en su país ni en el mundo.

Que había un tratado vigente entre ambos países que Francia, unilateral y olímpicamente, decidió no acatar como deben hacer los países civilizados y apegados al derecho internacional. Que, a pesar de que los Panama Papers demostraron claramente que los bancos franceses fueron de los principales receptores del dinero producto de la evasión fiscal y el blanqueo de capitales, se quedaron callados y no los condenaron ni siquiera los multaron. Que no tuvieron ni tendrán las agallas de reclamarle a los Estados Unidos, considerado por muchos el paraíso fiscal más grande del mundo, que no haya firmado ningún tipo de convenio o acuerdo que los obligue a intercambiar información fiscal en forma automática.

¿Qué buscaba Francia al ensañarse con Panamá? ¿Levantar su reputación como poder mundial y esconder el fracaso de sus políticas económicas? No lo sé y quizá nunca lo sabremos, pero debemos entender que Panamá debe labrar su futuro con base a sus intereses y no a los de ningún otro país o grupo de países agrupados en un club privado como la OCDE.

Presidente Hollande: me acordé. La palabra es Schadenfreude .

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