• 06/12/2025 00:00

Conservar, costas, mares y océanos para enfrentar al cambio climático

Imagina caminar por una playa donde el mar está tan limpio que los niños juegan sin miedo a pisar plásticos, donde los manglares protegen las casas de las tormentas cada vez más fuertes y donde los pescadores regresan con redes llenas sin haber vaciado el océano. Esa imagen no es una utopía lejana: ya está ocurriendo en varios lugares del mundo cuando se hacen bien las cosas.

La clave no está solo en proteger lo que hay bajo el agua, sino en entender que todo está conectado. Los manglares, arrecifes de coral y pastos marinos son auténticas “superplantas” contra el cambio climático: capturan carbono hasta 40 veces más rápido que los bosques terrestres y lo guardan durante miles de años. Pero si seguimos dejando que 23 millones de toneladas de plástico lleguen cada año a ríos y mares, esos mismos ecosistemas mueren asfixiados. Por eso la conservación marina real empieza en tierra firme, con una gestión inteligente de los residuos.

Cuando los residuos se manejan bien, los demás pilares funcionan solos. En Bali (Indonesia), las comunidades prohibieron bolsas, carrizos y poliestireno de un solo uso desde 2019; hoy sus playas están visiblemente más limpias y el turismo respira aliviado. En Suecia, menos del 1 % de la basura doméstica termina en vertederos: el resto se recicla o se convierte en energía para calefacción de ciudades enteras. En Curitiba (Brasil), desde los años 80 separan residuos a cambio de alimentos o billetes de autobús; hoy reciclan más del 70 % y han reducido dramáticamente la contaminación del río Iguaçu que desemboca en el Atlántico.

Estos ejemplos demuestran que cuando los residuos no llegan al mar, los ecosistemas pueden hacer su trabajo. En Apo Island (Filipinas), una pequeña comunidad decidió en los años 80 crear una reserva marina comunitaria. Prohibieron la pesca destructiva en una zona y hoy los peces han vuelto de forma espectacular: la biomasa de peces se multiplicó por 20 y los ingresos por buceo sostenible superan con creces lo que ganaban antes.

En Seychelles, el gobierno reestructuró parte de su deuda externa a cambio de proteger el 30 % de su océano (más de 410.000 km²), como resultado, las poblaciones de peces están recuperándose, el turismo de calidad crece y las comunidades costeras tienen ahora empleos en monitoreo y ecoturismo.

En la Isla del Coco (Costa Rica), la vigilancia satelital y patrullas han reducido la pesca ilegal en más del 90 % en pocos años. Los arrecifes están volviendo a la vida y los tiburones –esenciales para el equilibrio del ecosistema– se ven otra vez en números saludables.

Lo notable es que en los tres casos la gestión de residuos fue parte esencial del éxito. Sin plásticos matando corales ni redes fantasma, la naturaleza se recupera rápido y genera riqueza: empleos en turismo sostenible (costero y marítimo), pesca responsable, acuicultura, biotecnología marina, transporte marítimo, energía eólica marina y mareomotriz.

Tú también puedes ser parte de esto. Empieza por lo más sencillo y poderoso: reduce plásticos de un solo uso, separa tus residuos correctamente, apoya marcas y alcaldías que lo hagan bien. Vota por quienes tomen en serio la economía azul. Cada bolsa que no tiras, cada producto reutilizable que eliges es un voto directo por mares vivos que nos protejan del clima que viene.

Porque al final, cuidar el océano no es solo salvar ballenas y corales bonitos. Es proteger nuestra propia comida, nuestras costas y nuestro futuro.

*La autora es geógrafa y exministra de Ambiente
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