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- 12/11/2022 00:00
COP27: siguen las letanías sin tocar las causas
Desde antes de la Cumbre de París, en 2015, donde se reunieron los representantes de las sociedades políticas y civiles del sistema de Naciones Unidas para tomar medidas frente al cambio climático, estamos escuchando de los deberes propuestos, a la vez que se constata que no más de unos 20 países -que no son necesariamente los grandes responsables del problema- han mostrado seriedad con estos compromisos.
En efecto, hay una ola de humo en estos ruidosos eventos auspiciados por el sistema de Naciones Unidas que disimula, en primer lugar, que el problema central no es técnico ni científico-técnico, sino político, por lo tanto, no se resuelve en el plano de la implementación de tecnologías “limpias” que desplacen a las “sucias” (contaminantes), tampoco en las mal concebidas gestiones de riesgos que obvian la dimensión política y económica social. No es falta de conocimientos sobre la existencia de un problema ecológico planetario; mucho se ha difundido acerca del hecho climatológico y sus secuelas de más y peores inundaciones, alteraciones de cantidades e intensidades de lluvias, cambios extremos de temperaturas, etc. No, aquí no está el problema, el problema es de poder, de fuerza para tomar decisiones para revertir lo que ha dado lugar a esas modificaciones de eventos climáticos y eso no solo es decir que la responsable es la generación de gases de efecto invernadero (GEI), ya que estos no se liberan por acción de la naturaleza; los libera la acción de grupos humanos que operan a través de una determinada forma de organizar la sociedad y la producción.
Naomi Klein, en la publicación de su investigación sobre el capitalismo neoliberal, denomina a esta forma de organizar la sociedad y la producción como el capitalismo del desastre (Ver “La Doctrina del shock: El auge del capitalismo del desastre”, 2012). Esta investigadora canadiense destaca que este capitalismo, cada cierto tiempo, hace surgir un peligro, una amenaza o una enfermedad que -gracias a los medios- provoca pánico colectivo. “Los temores globales son creados desde el poder para justificar recortes de derechos sociales, actuaciones xenófobas, limitación de libertades y negocios multimillonarios” (Klein, 2012).
En lo que aquí toca, el desastre creado es el del cambio climático, no porque lo deseen sus actores responsables principales, sino porque dependen de aquello que genera el desastre: de las ganancias multimillonarias de una matriz energética basada en combustibles fósiles (carbón, petróleo y agricultura basada en agroquímicos) y en las actividades extractivistas. ¿Están los grandes beneficiarios de esta matriz energética y de actividades extractivistas (megaextracción de minerales metálicos) dispuestos a renunciar cándidamente a sus voluminosas ganancias? Cualquier respuesta positiva viene a ser una perfecta ingenuidad.
Entiéndase que existe un enorme poder de las grandes entidades financieras privadas orientando este capitalismo del desastre climático. Efectivamente, al año 2019, solo 23 bancos de cinco países controlaban más de la mitad del financiamiento de las actividades depredadoras vinculadas al extractivismo de minerales metálicos y a combustibles fósiles. Tales son: seis bancos de EUA con 877,8 miles de millones de dólares; cuatro bancos de Japón con 384,3 miles de millones de dólares; 5 bancos de Francia con 314,7 miles de millones de dólares, cuatro bancos del Reino Unido con 258,0 miles de millones de dólares y cuatro bancos de China con 196,3 miles de millones de dólares (Bankrolling Extinction, 2020). Por cierto, los tres bancos que individualmente son los del mayor aporte (Bank of America, Citigroup y JP Morgan o Chase Manhattan) son de sede estadunidense y son precisamente con los que nuestros gobernantes nos tienen comprometidos en la deuda pública externa por varias generaciones. Por lo que no resulta extraño que la propensión de nuestras élites domésticas y de las autoridades gubernamentales a establecer pactos con los agentes del capitalismo del desastre, particularmente con los de la megaminería metálica en la Costa Abajo de Colón, tengan un decidido aliento de parte de los magnates financieros norteamericanos en mención.
En lo global, ni los personeros de Naciones Unidas ni la mayor parte de las representaciones gubernamentales (incluida la de Panamá), presentes en la COP27, quieren abordar estos temas que son cruciales, más bien siguen las letanías, sin tocar las causas eficientes de la problemática del cambio climático.