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- 20/12/2008 01:00
De tranques y cultura
Atrapado en uno de los múltiples tranques de la ciudad y observando el comportamiento agresivo y la falta de cortesía de muchos de nuestros conductores — tanto de hombres como de mujeres — me pregunté si lo que observaba no era el producto de una nueva “cultura” desarrollada por nuestro pueblo, para compensar por la carencia de un espacio económico, político y social. Específicamente, la falta de “poder” real y la capacidad de controlar o dirigir sus propias vidas. ¿Será lo que diariamente observamos una manifestación negativa de estos deseos de tener control sobre nuestras vidas mediante el uso del timón, y el deseo de ocupar cualquier espacio sin tomar en consideración o importarnos el tamaño o los riesgos personales y materiales?
No pretendo ofrecer esta indagatoria superficial como una teoría sociológica ni antropológica. ¡No lo es! Surge, en parte, como reacción, casi instintiva y espontánea, a raíz de nuestros famosos “tranques” y algunas otras particularidades que he observado en el comportamiento público de gran parte de mis coterráneos en donde la agresividad, verbal y gesticular, tienden a sugerir ira, enojo o desagrado, cuando en realidad éstas no son más que expresiones de incomodo temporal o la puntualización de una opinión.
Se basa, retrospectivamente, en mi conocimiento de las teorías controversiales y polémicas de Oscar Lewis, autor de “Los hijos de Sánchez” y “La Vida”. Quizás, en un futuro no muy lejano, algún renombrado investigador social panameño estudiará lo arriba mencionado. Lo mío es meramente una pregunta.
Lewis, en su insigne “cultura de la pobreza”, teorizó que “los pobres” no carecen de “cultura”; que su comportamiento social, generalmente considerado por la sociedad dominante como negativo, — la promiscuidad, la criminalidad, la antipatía a la educación etc., — no es más que una reacción y adaptación a las ignominiosas condiciones, creadas por el mismo sistema bajo el cual ellos viven. Entre estos, de importancia primordial, es la ausencia del poder para determinar y controlar sus vidas. Alega Lewis que con este sentido de impotencia y falta de poder, los marginados solamente se interesan en sus propios problemas. Además, son poseedores de un bajo nivel de autoestima que, a la larga, es interiorizado por sus hijos, convirtiéndose en una norma de funcionamiento de carácter perpetuo. Es decir, son socializados en una subcultura de la cual les es difícil escapar.
Subrayo que describo y no defiendo esta teoría. A Lewis se le acusa de “culpar” a las víctimas — acusación que no es completamente valida. Añado que su aporte teórico tuvo mucho auge en los EE. UU., donde fue una de las bases de la llamada “Guerra contra la Pobreza”.
Pregunto: ¿Es deseable o fructífero aplicar esta teoría como explicación de la agresividad que expresan nuestros conductores y que también son manifestados en las gesticulaciones y expresiones de carácter violento de segmentos de nuestra población? ¿Es nuestro “juega vivo” ejemplo sustentador de dicha teoría?
¡No se! Pero sí creo que en vista de la vasta discrepancia de “poder” y “control” que existe; nos valdrá explorar y tratar de encontrar respuestas para los problemas que nos confrontan. Quién sabe, si logramos encontrarlos pueda que haya más civismo y menos “tranques”.
-El autor es escritor y docente panameño residente en Nueva York.cerussman@yahoo.com