• 31/01/2021 00:00

Dados cargados

“La experiencia dice: “no confíes en lo primero que se te ocurra. Piensa dos veces o mejor ¡tres!”. Cerrar el país fue la primera ocurrencia. Vemos los resultados”

“Comenzó a cambiar su suerte, Horacio desesperado / Y empeñó las escrituras, de su rancho "Los Arados" / Cuando Horacio perdió todo, los contrarios se miraron / Y en sus miradas decían, Horacio está terminado. / Horacio así se decía, la suerte me ha abandonado / Por pura curiosidad, voy a revisar los dados / Lo que he perdido lo pago, les he jugado derecho / He revisado los dados, la traición tiene su precio / Sacó su pistola Horacio, a sus contrarios mató. / Querían verme la cara, y no se les concedió…”. Canción “Dados cargados” de los cantantes mexicanos Carlos y José.

Muchos funcionarios juegan con dados cargados: gente que tiene su sueldo asegurado cada 15 y 30, hace reglas caóticas y desafortunadas para los emprendedores que sobre todo necesitan LIBERTAD para crear resultados.

“Dados cargados” son dados trucados, alterados ligeramente en su peso de un lado para que un número repita más allá de sus probabilidades estadísticas. En otras palabras, altera la suerte, regla imparcial en la que confían los jugadores. La práctica no se limita a ese juego.

En el mundo laboral hay dos lados en perfecto equilibrio. Unos optan por seguridad y otros por oportunidad. Para unos, tener un trabajo de ocho horas y un pago garantizado los días 15 y 30 de cada mes, es una condición muy valorada e imprescindible. No se concibe una vida sin un trabajo seguro (aunque está demostrado que, si no eres dueño de la compañía, no tienes por qué tener tanta seguridad). Así fue programada su mente desde la niñez. El camino está marcado por reglas, procesos y cierto orden. Otros, por el contrario, se niegan a marcar reloj, tener jefe y sacrifican la seguridad para tomar el camino de la oportunidad. Este sendero tiene espinas, mordidas y picadas de insectos; tienen que abrir trochas con riesgo de no encontrar nada, pero con la posibilidad de encontrar “el oro”. Todo lo que existe, primero existió en la mente de alguien. Lo que siguió fue esfuerzo y paciencia. Este pensamiento es el que los impulsa. Los primeros necesitan deberes y derechos en blanco y negro. Los segundos, sobre todo LIBERTAD de movimientos.

Así, la gente en edad productiva elige un camino y en los últimos años, ambos. Esta elección, unas veces se hace por convicción y otras por circunstancias. En ambos casos existe la libertad de elección y se forma un equilibrio natural entre empleados y emprendedores.

Equilibrio, término clave. La vida es eso y los desequilibrios en cualquier organismo, vivo o social, enferman el cuerpo. Eso está pasando: un ministro de Salud con todo su séquito (todos del primer grupo), hacen las reglas para los emprendedores (segundo grupo) y para el resto de la sociedad. Tienen un poder específico que les concede el puesto, pero no se ven a sí mismos como servidores públicos con funciones de SERVIR. Por el contrario, envanecidos y con la soberbia que les da el cargo, actúan como jefes de todos los panameños. De allí, decisiones incoherentes, reglas que nadie entiende, falta de solidaridad y empatía. Se dice que en el alma de los débiles de carácter yace la semilla del dictador.

Entonces tenemos ministerios, el de Salud el más visible, que para ahorrarse el agotador ejercicio de pensar (agotador para el que piensa poco) optan por lo fácil: “cierren todo”, “multa para todos” – “¡Cierren todo he dicho!”, “¡Policías al ataque!”, “cierren playas”, “parques, abran casino”. “¿Quieren explicaciones? ¡Atrevidos! ¡Necios! ¡Irresponsables! ¡Quédense en su casa!”.

Dados cargados. Gente que nunca construyó nada hace las reglas para la gente idealista, con imaginación, emprendedores que se levantan cada mañana para construir un sueño. Ellos, los funcionarios, gente del primer grupo, les llaman “informales”, “evasores”, entre otros calificativos.

José Ingeniero, en su obra El Hombre Mediocre, les dice:

“El hábito (la regla) organiza la rutina y nada crea hacia el porvenir; más ha hecho la imaginación construyendo sin tregua, que el cálculo destruyendo sin descanso. La excesiva prudencia de los mediocres ha paralizado siempre las iniciativas más fecundas. Y no quiere esto decir que la imaginación excluya la experiencia: esta es útil, pero sin aquella es estéril”.

En los países socialistas, el Estado es dueño de todo y proveen a sus ciudadanos, más mal que bien, lo que necesitan. Panamá no es un país socialista, sino uno de libre empresa. Es bueno repetirlo: Libre empresa. Eso significa que, como el Estado no puede proveer al individuo, sí debe ser un facilitador para crear las condiciones para que este haga lo propio. Pero estamos frente a un Gobierno, administrador del Estado, que no hace ni uno ni lo otro.

Ahora tenemos funcionarios pagados por nosotros que deciden, de manera ilegal, cuáles son los negocios esenciales que pueden abrir y cuáles no. Así, emprendedores que tiran sus dados, seducidos por la suerte, en la confianza de su talento y entrega, ven que sus restaurantes, almacenes, salones de belleza y gimnasios no son esenciales. Tampoco lo son los cines, empresas turísticas, “malls” y un largo “entre otros”, según el criterio del ministro.

Si el Gobierno no tiene la valentía y determinación para rebajarse sus ingresos seguros y equipararse a todo el mundo, por lo menos, necesita mostrar solidaridad y empatía. No deberían jugar con “dados cargados”. El que pierde en el juego de la vida de esa manera, tomará nota de la trampa y vendrán días en que ya no habrá poder ni televisión ni soberbia; solo debilidad y desamparo. La experiencia dice: “no confíes en lo primero que se te ocurra. Piensa dos veces o mejor ¡tres!”. Cerrar el país fue la primera ocurrencia. Vemos los resultados.

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