• 21/11/2023 00:00

Los daños de los cierres escolares

Era de sentido común que encerrar niños y privarles del contacto con sus pares durante períodos prolongados les causaría daños

El domingo 19 de noviembre, el New York Times publicó un artículo firmado por el equipo editorial, titulado “Está disponible la sorprendente evidencia sobre la pérdida de aprendizaje” (“The Startling Evidence on Learning Loss is in”). Un extracto: “La evidencia ya está a la vista y es sorprendente. Los cierres de escuelas que sacaron a 50 millones de niños de las aulas al comienzo de la pandemia pueden ser la interrupción más dañina en la historia de la educación estadounidense. También retrasaron dos décadas el progreso de los estudiantes en matemáticas y lectura y amplió la brecha de rendimiento que separa a los niños pobres y ricos”.

Interesante reconocimiento de parte de un medio convencional, que de modo consistente, a lo largo de 2020 y aun en 2021, tildó de radicales irresponsables a las voces que llamaban a reabrir de inmediato las escuelas, advirtiendo que los cierres prolongados de estas resultarían en graves daños en niños y adolescentes. Por ejemplo, en septiembre de 2020, el mismo diario criticaba con dureza al Dr. Scott Atlas, quien recién había llegado a la Casa Blanca para asesorar al presidente Trump en cómo regresar a la normalidad lo antes posible. En ese entonces, cuando ya todos los países europeos llevaban varios meses con las escuelas reabiertas en pleno sin consecuencias adversas, el NY Times en una pieza titulada “Detrás del esfuerzo de la Casa Blanca para presionar al CDC a reabrir las escuelas” (“Behind the White House effort to pressure the C.D.C. on School Openings”), insistía en tratar la exhortación de Trump y la recomendación del Dr. Atlas para reabrir las escuelas, como si fuesen una locura.

El New York Times no es el único ni el primer medio convencional que hace tres años defendía todo lo que ordenaban los “expertos”, que han comenzado a reconocer ahora, de modo tardío, que los encierros domiciliarios y cierres prolongados de escuelas causaron graves daños en los niños y adolescentes. Por mencionar otros casos, en marzo de este año, la cadena CBS News publicó un reportaje titulado “La crisis educativa del Covid: ¿una generación perdida?” (“Covid's Education Crisis: A Lost Generation?”). También el semanario británico The Economist, en julio de 2022 publicaba “Las pérdidas en aprendizaje por covid han resultado un desastre global” (“Covid learning loss has been a global disaster”), y señalaba que los daños para los niños en el mundo, resultantes de los cierres de escuelas, son “mucho mayores de lo que cualquiera hubiera previsto”. Jake Tapper, conductor de la cadena CNN, denunció los daños causados por los cierres prolongados de las escuelas en octubre de 2022, en una edición de su programa al aire. El propio Tapper había sido un duro crítico en 2020 con el gobernador de Florida, Ron DeSantis, cuando este levantó las restricciones y ordenó reabrir las escuelas. El medio The Atlantic, en noviembre de 2022, también hacía retrospección y reconocía que DeSantis, al ordenar la reapertura de todo -incluyendo escuelas-- había tenido razón y que los resultados de Florida fueron mejores que los de estados que mantuvieron restricciones duras por mucho más tiempo. Y en noviembre de 2022, el ministro de salud de Alemania, Karl Lauterbach, daba a conocer los hallazgos de un estudio que había encargado en conjunto con su colega ministra de Familia: tales resultados eran claros en que los cierres de escuelas no tuvieron beneficio alguno y, en cambio, sí causaron muchos y graves daños en niños y adolescentes.

Estos son algunos ejemplos del hecho de que, en occidente, periodistas desde medios en los que antes se aplaudió todo lo que ordenaban las autoridades sanitarias, han iniciado ya desde hace algún tiempo a hacer algo de análisis crítico sobre las medidas en lo concerniente a los niños, ahora que los daños son evidentes. Supongo que mejor tarde que nunca.

Pero no es cierto lo que señala el NY Times ahora en sentido de que los daños sean “sorprendentes”. Era de sentido común que encerrar niños y privarles del contacto con sus pares durante períodos prolongados les causaría daños. Los que aducen ahora que “nadie podía saberlo” lo hacen como mecanismo de defensa para no tener que afrontar el hecho de que, en cobardía, estuvieron dispuestos a usar a los niños y adolescentes como escudos humanos.

Rescato y adhiero el sentimiento expresado por el médico pediatra uruguayo Sebastián González-Dambrauskas: “una de las peores cosas de las que fui testigo durante la pandemia fue el silencio que mantuvieron pediatras y organizaciones de pediatras (y que incluso algunos se hicieron cómplices) de los cierres de escuelas, confinamientos, etc. La historia ya está siendo inclemente con aquellos que incumplieron, por omisión, con su deber de proteger a los niños”.

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