• 19/11/2022 00:00

Decodificando valores: Elecciones 'hamsa'

“¿Por qué los liberales no se unen? Al parecer esto se debe a una combinación de factores, entre ellos falta de compromiso y liderazgo, ego y narcisismo, además de una fuerte y constante presión por parte del partido de Netanyahu [...]”

“Hamsa” es, en árabe, cinco y su uso como sustantivo se refiere al amuleto de la mano abierta, popular en muchas religiones. El pasado 1 de noviembre se realizaron en Israel las 5ta elecciones en tres años. ¿Por qué tantas? En esta democracia parlamentaria, el Gobierno es escogido por mayoría en el Parlamento y no de forma directa como en una democracia presidencial. Esto significa es necesaria una mayoría de 61 parlamentarios (de los 120) que apruebe un acuerdo de coalición. Este acuerdo incluye la distribución del presupuesto, las leyes a aprobarse en el Parlamento y por supuesto, la identidad del Gobierno y el primer ministro. Al no contarse con esta coalición, el Parlamento, el “Kneset”, se disuelve y se trata otra vez. Se calcula cada sesión de elecciones cuestan a los contribuyentes unos $600 millones, la gran mayoría en la pérdida de producción, pues las elecciones se dan en medio de la semana con un día libre que los políticos describen como “una fiesta a la democracia”.

Esta carísima “fiesta” se diferenció de las cuatro anteriores convirtiendo al partido de derecha religiosa “Otzmà Yehudit” (literalmente "Fuerza Judía”) en el tercer partido más grande con 14 puestos, después del partido liberal “Yesh Atid” de Yair Lapid con 24 y el popular partido conservador laico “Likud” de Benjamín Netanyahu con 32. Esta fue una decepción para muchos, pues la ideología de “Otzmá” es extrema, oponiéndose a casi cualquier valor moderno de tolerancia. Este partido apoya la violencia, además de una variedad de fobias, (xeno, homo), convirtiéndolo en un peligroso movimiento que hasta podrá conducir a Israel a la guerra. Ahora es el turno del veterano político Netanyahu, de 73 años, de moderar este extremismo en la negociación para incluirlos en su coalición, aun cuando el líder de “Otzmà” lo describió como “mentiroso”.

El éxito sin precedente de “Otzmà” se da por una combinación de circunstancias, entre ellas: la mayor cobertura en los medios de sus provocadores líderes que traen mucho “rating”, el apoyo de Netanyahu, su campaña de unión bajo una ideología nacionalista (parecida a la de Trump “Make America Great Again”) y la frustración del pueblo por la actual, casi diaria, ola de terror palestino.

Pero la principal causa de su éxito, en mi opinión, fue la marcada división entre los partidos liberales. Después de tres años de campaña electoral, sus líderes han fracasado en crear una coalición sólida y duradera. En marzo del 2021 lograron una destronando a Netanyahu, después de 12 años como primer ministro. Pero esta coalición, la cual incluyó por primera vez un partido árabe, fue tan frágil que apenas sobrevivió un año.

¿Por qué los liberales no se unen? Al parecer esto se debe a una combinación de factores, entre ellos falta de compromiso y liderazgo, ego y narcisismo, además de una fuerte y constante presión por parte del partido de Netanyahu (que, se dice, incluye promesas y amenazas), todas semillas de esta fragmentación, la cual dio sus frutos en estas elecciones. Por ejemplo, el partido izquierdista “Meretz”, el cual debió unirse con sus paralelos ideológicos del partido de Rabin, “Ha'avoda” (el cual recibió solo cuatro puestos) quedó por primera vez fuera del Parlamento, faltándole solo unos 4000 votos para conseguir el mínimo de 140 mil. También parte de los votos árabes se perdieron, pues ellos también están divididos, alcanzando tan solo 8 % de los puestos, aunque comprenden 20 % de la población.

Así como aclamó Julio César, hace 21 siglos, “divide y vencerás”, Netanyahu ha implementado de forma exitosa y consistente esta estrategia, no solo en contra de sus oponentes políticos, sino dentro de su propio partido, filtrando y dejando atrás a todo copartidario capaz y aspirante, rodeándose él de incompetentes populistas, quienes lo adoran como a un rey y que ahora serán nombrados ministros.

Esto significa que Netanyahu valora mucho más su interés personal, su posición política, que el bien y avance de los intereses nacionales, como la paz con los palestinos, la educación, el transporte y la reducción del costo de la vida. Sus seguidores lo ven como “salvador”; sus opositores como un débil líder, pues renuncia fácilmente a las demandas de los demás partidos, entre ellos los religiosos, solo para que lo apoyen como primer ministro. Los religiosos que entrarán en esta nueva coalición ya esperan controlar ámbitos centrales a la identidad del país, como la educación, promoviendo valores arcaicos distintos a los de una sociedad moderna, productora y tolerante.

Lo trágico es que los valores básicos de la gran mayoría de israelíes, representados por los dos partidos más grandes “Likud” y “Yesh Atid”, son similares. Ellos podrían crear una coalición estable y profesional que avance los intereses económicos y de seguridad del país sin una dependencia en la minoría religiosa o extremista. Pero casi todos los parlamentarios liberales y moderados simplemente no confían en Netanyahu, muchos dentro de su propio partido. Esta división es aprovechada por los partidos religiosos de los cuales Netanyahu depende para gobernar.

El otro problema es la popularidad de Netanyahu, a pesar de sus acusaciones de corrupción y manipulación. El mapa de distribución de votos muestra claramente los centros urbanos, comerciales y educados del país votando por los liberarles, mientras la más vasta periferia industrial y rural apoya a Netanyahu, a pesar de que este no los representa, pues él está del lado de los ricos y poderosos. Su carisma y populismo los engaña, muy parecido a lo que pasa con Trump en los Estados Unidos.

A parte de la política del próximo Gobierno, esperemos estás elecciones traigan estabilidad a Israel para poder lidiar con los múltiples retos, internos como externos, que el país enfrenta: desde las amenazas de Irán hasta el conflicto con Hamas y Hezbolá. Para esto necesitaremos de muchos “Hamsas” para que este parlamento, religioso y conservador, no traiga más conflicto y desidia a sus ciudadanos, promoviendo la violencia según valores primitivos y discriminatorios. Como comentó el saliente ministro del Tesoro, aludiendo al reciente cambio al horario de invierno: “ajusten sus relojes 2000 años para atrás”.

Arquitecto

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