• 26/04/2022 00:00

Decodificando valores: imperialismo (2)

“La invasión a Ucrania no es la aventura de una sola persona, la cual no arriesga nada, sino la de un pueblo hambriento por sentirse líder”

A continuación de la primera parte de este artículo: opino la decisión de invadir a Ucrania se tomó con la confluencia de cuatro condiciones principales: la económica, el auge de la mentalidad imperialista, la oportunidad y la presión interna.

Rusia es hoy la tercera más grande exportadora de carbón, petróleo y gas. Tan solo en petróleo Rusia vendió $115 miles de millones en el 2019, representando el 11 % del mercado mundial. Es esta riqueza la que ha podido costear esta arriesgada aventura, obviamente nutrida no por la “necesidad de salvar a los rusos en Ucrania”, sino por una codicia por las riquezas naturales que existen en la tierra más fértil al sur de la fría Rusia, entendiendo que la riqueza petrolera no durará para siempre, además consiguiendo un mayor control de la costa del mar Negro.  El mundo entero está hoy peleando esta dependencia en el petróleo (con conferencias populares como la del 2021 en Glasgow y en la cual Putin no participó). Pero invadir a otro país no es la única alternativa a no depender de los ingresos del petróleo. Entonces, ¿porque invadir?

La mentalidad imperialista rusa comenzó mucho antes de la globalización y del alza de la derecha extrema.  Con el fin de la “plaga negra” en el siglo 14, la cual devastó al continente europeo (aniquilando un cuarto de su población), es posible que los debilitados europeos sintieron una intensa necesidad de expansión, algo así como una “distancia social”.  El oeste europeo, entre portugueses, españoles y holandeses, satisficieron esta ansiedad “descubriendo” América, además de los franceses a África y Canadá, dejando atrás al este de Europa, limitados en sus posibilidades de expansión por barreras geográficas y demográficas.

Todas las potencias del este europeo en el siglo 19, desde Alemania, Austria-Hungría, Turquía, y hasta Rusia, fracasaron en sus intentos de expansión.  Rusia fracasó en el norte de China y Japón, y hasta en Afganistán más recientemente, quedando los pobres países del este de Europa, como Ucrania, como su último y más fácil objetivo.

Estos sentimientos de conquista, como hemos aprendido de la historia, no desaparecen, sino que son represados hasta que llegue la oportunidad.

Desde el comienzo de su reino, Putin ha tratado de “rusificar” a Ucrania, hasta que en el 2014 su Gobierno proruso fue destituido, provocando la invasión rusa de la isla de Crimea, a la cual Ucrania le fue difícil oponerse militarmente.  Desde entonces Ucrania fue dividiéndose más, tratando Putin de negociar con el entonces corrupto presidente Poroshenko, quien sorpresivamente perdió las elecciones generales de 2019 frente al novato político Zelenski.

Es muy posible que Putin “sintió” esto como un fracaso personal y comenzó entonces a tramar su venganza. Pero para conseguir invadir un país de más de 600 000 km2, (8 veces Panamá) son necesarios la preparación y el “timing” (momento) correcto. Al parecer este llegó luego de la elección de Biden a la Casa Blanca y su consecuente “huida” de Afganistán, además de la recuperación mundial de la crisis de la pandemia y el alza del precio del petróleo. Putin habrá considerado que, después de dos años de crisis, el mundo no intervendría en un conflicto bélico y menos en contra de un país petrolero y nuclear. En parte, ha tenido la razón.

Presión interna. La invasión a Ucrania no es la aventura de una sola persona, la cual no arriesga nada, sino la de un pueblo hambriento por sentirse líder. Aunque desconozco en detalle los procesos rusos internos, no podemos descartar que es posible que los sentimientos de expansión hayan sido alimentados por la pandemia, la cual impactó de forma radical a todo el mundo. Es muy posible que Putin simplemente considere que esta “aliviando” esta frustración general, así como lo hizo Hitler con los alemanes a finales de los años treinta, los cuales buscaban alguien a quien castigar por los males causados los años antes y “corregir” el negativo resultado de la Primera Guerra Mundial.

Por ahora Putin ha arrastrado a solo dos pueblos a la guerra. No me sorprenderá que, en un momento de desesperación, arrastre a los demás y entonces extrañaremos la pacífica época de la pandemia. De una forma u otra, no podemos culpar solo a Putin de este crimen a la humanidad. Aquellos, quienes observan desde las gradas y aquellos quienes no ayudan, son tan culpables como él. El mundo, además de verlo como un malvado, lo ve como un líder mundial con poder y valentía, quien a través del miedo sacrifica a su pueblo para satisfacer al ego nacional y recobrar el respeto del que una vez gozó. Veremos en unos años si habrá “ganado” esta costosa apuesta o si pasará a la historia, como tantos antes, como otro fallido intento imperialista.

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