Decodificando valores: la relatividad del tiempo

  • 11/09/2025 00:00

Ya hace más de un siglo que Einstein teorizó que el tiempo no es constante, sugiriendo su integración con el espacio e influido por la gravedad. Aparte de teorías científicas: ¿cuántas veces ha sentido cómo el tiempo “pasa” lento, o rápido? ¿Ha notado cómo ciertos meses pasan “volando” mientras ciertos días parecen eternos?

Nuestra percepción del tiempo varía como en el chiste: “un segundo es corto o largo dependiendo de qué lado de la trancada puerta del baño estés”. O como en el dicho, “el tiempo pasa rápido cuando te diviertes” (sensación atribuida a la dopamina).

Creo que psicológicamente el tiempo sí tiene una velocidad. Por un lado, se siente “rápido” con la diversión y “lento” en la tragedia. Pero hay otra medida que define la relatividad del tiempo: la madurez.

Los jóvenes cuentan períodos en horas o días; un año se siente como toda una vida, especialmente en la pubertad, cuando se forjan las más fuertes amistades. Los jóvenes no ven al futuro lejano, limitando también sus ambiciones y su voluntad buscando placeres rápidos (en fiestas, juegos o socializando) en vez de experimentar con satisfacciones complicadas que toman años, como aprender un instrumento musical, un nuevo idioma o un deporte olímpico. Los adultos deben de enfatizar a los jóvenes lo positivo de la adolescencia, aun cuando se sienta difícil.

Los jóvenes adultos empiezan a ver un poco más en el futuro al considerar una profesión o pareja, residencia o hijos, midiendo su tiempo en meses y años. Muchos dirán que este es el mejor tiempo, el más excitante, sintiéndose cierta libertad sin demasiada responsabilidad, gozando de la duda, del éxito y de la inocencia del fracaso. Los jóvenes adultos, aun sin la sabiduría y experiencia, gozan de las energías y de la falta de cicatrices que trae la madurez.

Ya de adultos mayores, con el peso de dos o tres décadas de experiencias sobre los hombros, la perspectiva sobre el tiempo cambia, lentamente. Se piensa más en la vida vivida y en la muerte; en los demás: los envejecidos o desapreciados padres, los amigos o hermanos que han tenido más o menos suerte y en el futuro de los hijos, con sus extrañas modas y tecnologías. Se piensa cómo no se lograron las metas o la riqueza que se esperaba, hasta envidiando a ese solitario compañero de la escuela que se hizo millonario.

En cualquiera de estas etapas, aun en la vejez, la sensación del tiempo varía: de sentirse una paz interna, el tiempo avanza constante, casi rutinario. Pero en el caso de vivir enturbiados, en una calamidad, el tiempo se torna estático, sintiendo cada segundo como una espina en cada célula de nuestro cuerpo. Al no poder escapar de este adolorido slow motion, invertimos nuestro tiempo en distracciones paganas, aun cuando nuestra mente nos traicione con pensamientos negativos.

Al verse ante un desafío, se activa en la mente un mecanismo de sobrevivencia que alterna nuestra percepción del tiempo. Al principio, el shock parece eterno, pues la mente debe de asimilar lo sucedido para que no se le olvide y pueda evitarlo la próxima vez. Al mismo tiempo, este mecanismo distorsiona esa adversidad, sintiéndonos como borrachos, para tratar de salvar a nuestra mente de un postrauma.

Ninguna tragedia es eterna, aunque así se sienta. Lo más importante es apoyar y apoyarnos en los demás, amigos o familia, para aliviar algo del dolor. Por eso existen las casas de rezos, funerales y demás rituales, más sociales que religiosos.

Si su tiempo pasa demasiado lento, busque ayuda, incluso profesional. Un trauma cambia como nuestra mente procesa el tiempo e incluye un análisis del pasado que podrá incluir sentimientos negativos como la culpa, la ansiedad y el enojo, sentimientos que se intensifican con el tiempo.

Si conoce a alguien pasando un momento difícil, dedíquele algo de su tiempo para motivar, alentar o simplemente para compartir. Para usted quizás sea una molestia, pero para quien está sufriendo, su asistencia es invaluable.

Si su tiempo “pasa” a distintos ritmos, considérese afortunado. Para muchos en este mundo, inclusive a su alrededor, el tiempo pasa solo lento: viviendo adeudados, agotados o consumidos por los errores, traiciones o preocupaciones del pasado y el futuro, ignorando al presente. Es difícil entender que los sentimientos negativos, de no ser tratados, pueden consumirnos. La ayuda profesional nos enseña a pensar más claramente, a definir nuestras prioridades y a cómo mejor invertir el resto de nuestro valioso tiempo, importando menos que piensen los demás. Y lo más importante es compartir nuestro tiempo con personas positivas, que le den felicidad, alejándose de los tóxicos, quienes no valoran nuestro tiempo.

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