Del juega vivo al delito

Creo que Panamá es el único país donde se usa y se ha internalizado el concepto de juega vivo como una conducta que puede ir de la picardía al delito.

El país está endeudado desde hace mucho tiempo y este endeudamiento ha crecido hasta llegar a un punto peligroso. La mayoría de los panameños creen que este hecho es el resultado de la corrupción, que en cada gobierno deja escándalos y da origen a personajes que no tienen forma de justificar los bienes adquiridos durante el ejercicio del cargo público.

Este fenómeno de enriquecimiento relámpago también se da entre ciudadanos, quienes de buenas a primeras se convierten en millonarios, haciendo alarde muchas veces de mal gusto, de estilo de vida de nuevos ricos.

Fuimos siempre un país de pocos recursos económicos y hasta la reversión del Canal no pudo gozar plenamente de las ganancias de la vía interoceánica. De aquella suma miserable que Panamá recibía por su recurso natural más importante, como es nuestra posición geográfica y el recurso del agua de nuestros ríos, así como de servicios logísticos y portuarios.

El uso del dólar, desde los inicios de la República, nos libró de los procesos inflacionarios de otros países. Viví en Chile un poco más de un año mientras Ricardo dictaba clases en un instituto superior al que había sido invitado y yo me encargaba de mis dos hijas pequeñas; en aquel entonces, no existían en Chile supermercados y la compra se hacía en establecimientos de barrios y en ferias de productos agrícolas. Así fue como aprendí, en vivo y a todo color, lo que significaba la inflación, cuando cinco libras de papas tenían un precio que al día siguiente había aumentado en un 30 %.

La lucha por la soberanía concluyó con la reversión del Canal en 1999 y su posterior ampliación y la denominada Zona del Canal, que presenta un exitoso desarrollo comercial, de numerosos edificios y viviendas, utilizados para alojar desde la Universidad de Las Américas, la Ciudad del Saber, la sede de oficinas de las Naciones Unidas, el Centro Nacional de Ciencias y Tecnología y el Instituto de Investigaciones Científicas y Servicios de Alta Tecnología (INDICASAT), de varios centros escolares, dos aeropuertos, un enorme centro comercial, la Terminal de Transporte, hoteles, la Calzada de Amador, el Smithsonian, el Biomuseo y la Biblioteca Roberto F. Chiari... y podría seguir añadiendo instituciones y espacios que disfrutamos todos los que vivimos en esta ciudad. La lista sería interminable y espero que esta, aunque breve, nos permita apreciar de cuantas cosas buenas somos capaces los panameños.

Mientras todo este crecimiento debe asombrarnos y enorgullecernos, los medios de comunicación nos informan que en la Caja del Seguro Social, la Dirección General de Ingresos, el Ministerio de Economía y Finanzas, en innumerables alcaldías y corregimientos se han cometido fraudes, blanqueo de capitales, peculados y desfalcos multimillonarios, perpetrados por funcionarios, pero también por ciudadanos, quienes probablemente se consideran honestos porque el juega vivo, que sirve para cubrir muchos de estos delitos, no se considera reprochable.

En la Caja de Seguro Social infinidad de patronos han descontados las cuotas a sus trabajadores sin enviar las mismas a la Caja. Añádase a esto los miles de trabajadores, especialmente empleadas domésticas a las que ni siquiera han inscrito en el Seguro y sus empleadores no han pagado este seguro obligatorio.

La Dirección General de Ingresos mantiene ahora a 400 organizaciones no gubernamentales bajo investigación, además de descubrir empresas que facturaban la mitad de sus ventas para evadir el pago de impuestos y la manipulación de la plataforma E-Tax, que creaba créditos fiscales fraudulentos a favor de negocios que no cumplían con los requisitos legales. Todo esto provocando una lesión multimillonaria al fisco panameño.

El que cree que el juega vivo será fácil de esconder o los que alardean de una riqueza que nadie sabe de donde procede, sepan que del juega vivo al ladrón no hay más que un paso.

Termino repitiendo una frase que escuché a don Samuel Lewis Arango: “sacristán que vende velas y no tiene cerería, dónde pecatus mea si no de la sacristía”.

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