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- 22/01/2015 01:00
El desapego
‘Uno debe despojarse de todas las ataduras. El que no se apega al nombre o la forma y no considera nada de su propiedad no será destruido por la amargura’. Dhammapada.
¿Cómo recuperar la libertad, la paz interior, si estamos atados a una relación de dependencia afectiva?
Desprendiéndonos del dominio. Soltando, dejándole ir. Nada es eterno. La vida es efímera. Independizarnos de lo que encadena, limita. Abracemos la soledad. Al reducir los deseos malsanos, renunciamos los abusos, al desapegarnos, cesa la impotencia. Debemos practicar la disciplina y la moderación para tener confianza en nosotros mismos, aceptamos la soledad, para reconstruir nuestras vidas en paz.
Somos nuestros peores enemigos, evitemos el mal. La pureza mental depende de uno mismo. Despertar es derribar hábitos y costumbres de apego: caminar en el vacío, renacer. Desprendernos cuesta, duele, nos hemos acostumbrado al placer que proporciona el apego. Entregarle a alguien el poder de dominio, control de nuestra vida, que se apodere de nuestra mente, es un suicidio psicológico. El placer que surge del apego termina en dolor crónico.
Apegarse ahoga la dignidad, inhibe la paz interior. El que te domina terminará por hundirte. La dependencia es una patología del alma, una esclavitud mental.
Procuremos resistir todo lo que avasalle nuestra dignidad o nos sujete emocionalmente. No aceptemos a nadie que nos despoje la capacidad de pensar y sentir libremente, hay que desvincularse de estas personas y decir adiós. El dolor del desapego es curativo.
La principal causa del sufrimiento mental es la inmadurez psicológica producto del apego, cuántas veces hemos querido mantener una relación muerta, con alguien que ya no te quiere. Te sometes, humillas, negocias tus principios, aguantas para no perder lo que está perdido. Vivir para agradar es irracional y nocivo.
Los orientales ven el apego como la causa principal del sufrimiento humano, es una adicción enfermiza. La abstinencia es una virtud que ayuda a desprendernos del ser amado. No estemos donde no nos quieren o hacen daño.
El apego es una vinculación mental, emocional, donde se cree que el vínculo proveerá de manera única, permanente placer, seguridad y autorrealización. La persona apegada piensa que sin esa relación estrecha no podrá ser feliz por su baja autoestima, sufre prendida de una persona que la vampiriza, le quita toda su energía. Una de las principales causas del sufrimiento es la vinculación mental y emocional excesiva a una persona, darle poder para que de él dependa nuestra felicidad.
Desapegarse asusta, duele ser autónomo.
El desprendimiento libera psicológicamente. No merece estar conmigo quien no me quiere. La adicción psicológica o dependencia emocional, el miedo de perder la persona amada nos hará vulnerables y esclavos. El autoengaño, el apego nos hacen inseguros, débiles, afectando nuestra integridad.
El apego es una malsana búsqueda de seguridad emocional. El desapego nos permite soltar, dejar ir el deseo nocivo.
Disfruta la vida y las relaciones, todo es transitorio. Desarrolla independencia emocional. No debemos rogarle a nadie para retenerlo, dejemos ir en libertad, soltemos lazos afectivos perniciosos.
La persona realizada no depende de nadie para ser feliz. Aprendamos a vivir y manejar la incertidumbre.
El miedo a perder a la fuente de apego, produce una ansiedad anticipada. Si pensamos que esa persona es la razón de nuestra existencia, vamos a sentirnos desesperados si peligra o hay posibilidad de que se rompa el vínculo afectivo. Algunas personas tienen ataques de pánico y otros tipos de patología. Debemos estar abiertos a renunciar y aceptar lo que venga. Solo el misterio nos hace vivir decía Lorca. Apegarnos nos quita el placer de vivir, nos controla la vida, todo lo que hacemos lo justificamos para retener a esa persona, te arrastrarás, le darás todo , para que no te deje. Vivir esta mortificación constante atormenta, perturba. Realicemos que nosotros hemos elegido a nuestro amo, nadie nos ha atado, lo hemos permitido, somos libres para abandonarlo y liberarnos. Cuando recuperamos la paz nos sentiremos autorrealizados.
PSICÓLOGA Y DOCENTE UNIVERISTARIA