• 17/01/2009 01:00

¡Déspotas y prepotentes!

El periodista chileno Manuel Martínez O., ha señalado en un reciente artículo: “Debemos ser capaces de enmendar actitudes confusas, ente...

El periodista chileno Manuel Martínez O., ha señalado en un reciente artículo: “Debemos ser capaces de enmendar actitudes confusas, entender que quien nos acompaña en las labores, por básicas que nos parezcan, es parte importante para que el círculo esté completo. Nadie sobra”. Añade, seguidamente, que discutió con una persona por su manera de relacionarse con sus pares, su altanería, prepotencia y forma déspota de hacerse valer. Él, al igual que nosotros, estamos convencidos de que la autoridad se gana y no se impone, menos si lo realizamos en forma que disminuye al otro — o a la otra — y lo(a) lleva a un plano de humillación. A menudo vemos personas que van por la vida golpeando las mesas, mostrando burdamente sus cargos o que son importantes por tal o cual razón. Lo penoso es que son seres con una inseguridad del tamaño de una montaña y todo el “espectáculo” que hacen es para reafirmarse ante sus pares.

Lo malo es que, personas de esta calaña, ocupan muchas veces cargos altos y medios, tanto en la administración pública como en la empresa privada y hacen del despotismo una práctica habitual. Reflexionemos ante este tipo de personalidades, porque sentimos que cada día nos llenamos más de ellos y ellas. En realidad, estamos invadidos por este tipo de seres irritados, descompuestos, llenos de malas energías, que más encima desean que les respeten y se les rinda una suerte de pleitesía. Debemos saber librarnos de ellos, aprender a no convertirnos en uno más de ese club de abominables prepotentes. La magia está en saber identificarlos, neutralizarlos y terminar poniéndolos en evidencia. No podemos dejar que ellos o ellas nos dirijan, armen nuestro entorno y dos digan qué debemos hacer y cómo, porque muchas veces no tienen idea y sólo los motiva sentirse superiores. El despotismo y la prepotencia son una antigua forma de demostrar fuerza por fuerza. ¡La razón no prima, sólo importa que el otro o la otra sepan quién soy yo!

Se percibe este tipo de comportamiento enfermizo en muchos lugares de las instituciones públicas y privadas, y uno de los males de nuestra sociedad, sobre todo de los grupos de poder vinculados a los gobiernos de turno, lo cual comienza a ser imitado por los demás componentes sociales. Uno de los errores de los que detentan el poder en un momento dado es haber comenzado a llenarse de gente que no baja de su pedestal y se sienten semidioses.

En otra parte de su artículo, señala el periodista Martínez: “Sin duda debemos saber deshacernos de los prepotentes, los arrogantes, los miles de déspotas que aparecen en todas partes, porque ellos no contribuyen en ningún ámbito. Es importante que sepamos identificarlos. Aunque si usted está en esa categoría sería interesante que se pregunte por qué ha llegado a ese límite, y comenzar a trabajar su autoconocimiento, su forma de verse para detener ese energúmeno que le habita, comenzando a cambiar y a darle una oportunidad a nuevas formas de relacionarse”. Convenimos, pues, en que la vida le sonreirá de otra manera y usted podrá comprender que el que está al frente o a un lado es un ser humano que merece ser respetado, y orientado si es preciso: en esto también radica el respeto por los derechos elementales de las personas. ¡Es hora de librarnos de la prepotencia y de la arrogancia que nos invade en el servicio público como en el particular o privado!

-El autor es pedagogo, escritor y diplomático.socratessiete@gmail.com

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