• 21/10/2023 00:00

La difamación como herramienta política

[...] bajo el manoseado argumento de la libertad de expresión, se ampara todo tipo de falacias [...]

La descalificación personal se ha convertido en una herramienta infaltable en la política local. Bueno, también en algunas áreas de la arena internacional. Pero en el caso de Panamá, mientras que una administración como la actual, apela al diálogo franco, abierto y al consenso como medio para encarar los desafíos del país, las injurias, las presuntas revelaciones, las sospechas, y abiertamente, hasta las mentiras, conforman el menú de un lamentable proselitismo criollo. Ni las familias de los concurrentes a las jornadas políticas están a salvo. Pareciera que, mientras algunos sectores están porque se eleve el nivel del discurso político y encaminar a la sociedad hacia una madurez democrática, otros se aferran a mantener al país enterrado en la cloaca de las difamaciones, las verdades a medias y una narrativa de odios que empantana cualquier esfuerzo en sentido contrario. Y no se trata solo de la jornada electoral.

Parece una práctica a la que nos quieren acostumbrar. Que si el hijo de fulano, o la mujer de zutano, que si las ratas o los gusanos… mediocre vocabulario, vacuo razonamiento asido a una podredumbre audaz y fanática, que deja sin referencias válidas tanto a la sociedad como a las generaciones que asisten por primera vez a un escenario como el presente.

Lo preocupante es que, bajo el manoseado argumento de la libertad de expresión, se ampara todo tipo de falacias, en una anarquía evidente que luego se traduce en la anarquía material de quienes se creen dueños de la opinión pública, o de la verdad absoluta o del “derecho” a la protesta.

O nos ponemos de acuerdo en los referentes y los parámetros o esto va a terminal mal. Uno de los casos de mayor relevancia fueron los cuatro años de injuria, calumnias y mentiras lanzadas contra el hoy candidato presidencial José Gabriel Carrizo Jaén. Sobre él se dijo de todo, nunca se presentó prueba alguna de lo señalado, los promotores de las campañas sucias jamás acudieron al Ministerio Público a presentar responsables demandas, pero incurrían en el intento de asesinato de una imagen. Mucha gente se asombra ahora al ver en la campaña de Carrizo Jaen, la imagen capaz y progresista que desconocían.

Una cosa son las verdades sobre acciones irregulares, que en casos específicos han sido avaladas hasta por gobiernos extranjeros, y otra, una difamación ante la cual los órganos de justicia parecen incapaces de plantar cara. Claro, si no se definen los parámetros de lo que es libertad de expresión, en cualquier momento hasta el más preclaro de los panameños puede ser atropellado en su reputación. Ah, bueno, al calor de nuestra realidad, eso de reputación parece ser una pieza de arqueología. Hay ejemplos de sobra.

Cada quien puede y debe acudir al debate público con sus propuestas y programas, lo imperdonable es que esas propuestas y programas, muy válidas muchas de ellas, se oscurezcan por la prioridad que algunos le dan al chisme y las sospechas. ¿Y quién define esto? La sustentación y las evidencias que contenga cada señalamiento.

Obviamente, en el rechazo a este tipo de prácticas está la concurrencia de la gente decente del país, en su manifestación pública, y en la relevancia que los propios medios puedan darle. No basta con mirar hacia otro lado.

Periodista
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