• 25/03/2020 04:00

Diversas observaciones para tranquilizarnos

“(Para) [...] mantenerse relajados y alegres [...] cantar en grupo [...], meditar, practicar yoga, leer libros humorísticos, interesantes o entretenidos, ver comedias y hasta cómicas, y, los que crean en el Buen Dios Padre, rezar [...]”

En primer lugar, debemos dar gracias al Buen Dios, a nuestro presidente y a todos los funcionarios de salud pública por estar manejando esta epidemia en forma bastante acertada, consistente en adoptar de inmediato las soluciones y evitar los errores que han cometido los Gobiernos de otros países, donde la enfermedad ha causado estragos por esperar a que la situación nacional empeore para entonces reaccionar tardíamente.

El ataque de un coronavirus es muy similar al de un gran felino, como un tigre, un jaguar o un puma, que primero se agacha casi hasta el suelo, y luego avanza despacio, despacito, para no hacer notable su presencia, y, cuando llega muy cerca de la desprevenida presa, con un rápido salto, la atrapa. Ahora bien, si la presa es una persona relativamente joven y relativamente fuerte, como un típico adolescente, es muy probable que este pueda escaparse, pero si se trata de una persona de la tercera edad, o que tenga complicados problemas médicos, entonces probablemente no sobreviva al ataque. Esto significa que las personas jóvenes no tienen mucho que preocuparse por sí mismas, pero sí deben considerar que si se contagian, se convierten en portadoras del virus y, aunque ni siquiera sientan ningún síntoma, contribuirán a matar a sus abuelos y quizá hasta a sus padres.

Una epidemia, que ya ha crecido hasta convertirse en pandemia, en el 'peor de los casos' no empezará a decrecer, sino hasta después de haber afectado a más del 50 % de una población; entendiendo por “población” a cualquier grupo de personas que interactúan regularmente, pero que se mantienen separadas de otras poblaciones a donde la epidemia todavía no haya llegado; solo que hoy día puede llegar en jet, crucero, metro y hasta motocicleta.

El razonamiento sustentando el pronóstico del 50 % es bastante sencillo. En primer lugar, los coronavirus virus atacan a las células pulmonares y se desplazan a velocidades vertiginosas, debido a que todas las personas contagiadas que estén cambiando de lugar son quienes los trasladan a través de las microgotas que quedan suspendidas en el aire o que caen sobre superficies “amigables” (como las superficies metálicas) cada vez que dichas personas, aunque no sienta ningún síntoma, estornuden o hablen delante de otros; de allí que convenga utilizar mascarillas y lavarse bien las manos a menudo para obstaculizar al máximo el traslado del virus.

Lastimosamente, hoy día no existe vacuna ni medicamento alguno que permita combatir médica y directamente a esta epidemia; así que, al menos que utilicemos tácticas defensivas diferentes, ella contagiará a más del 50 % de la población antes de desaparecer naturalmente, cuando el porcentaje de personas que ya hayan sido contagiadas y ya hayan retornado a sus vidas regulares sobrepase al 50 % de la población, porque el número de personas que continúen contagiando a otros cada vez será menor.

Los principales síntomas de esta enfermedad pulmonar son una tos seca y una fiebre elevada, a veces acompañadas con dolores de pecho o de cabeza. Otra táctica para reducir los contagios sería que toda persona que sienta los síntomas se ponga en cuarentena (se aísle) voluntariamente, al menos, catorce días y que luego le salgan negativas dos pruebas por coronavirus en dos días consecutivos; porque, ya sea que tuvo el coronavirus o un simple trancazo, así evitará contagiar a otros, a quienes un trancazo los debilitaría y los convertiría en más fácil presa del coronavirus.

Además, aunque no sienta ningún síntoma, toda persona que haya estado en contacto con otra persona que posteriormente haya caído enferma, debe hacerse la prueba por coronavirus y, si esta sale positiva, inmediatamente debe aislarse voluntariamente por catorce días, hasta que dos pruebas le salgan negativas en dos días consecutivos.

Una verdadera tragedia puede ocurrir si, en determinado momento, el número de personas que estuvieran muy enfermas y requirieran hospitalización fuera mayor a la cantidad de personas que los hospitales del país pudiera atender, algo que ha sucedido en Italia y España, y probablemente suceda en los EE. UU., porque, al no reducir al mínimo la velocidad de propagación de la epidemia, esta abrumaría la capacidad de los hospitales de atender médicamente a todas esas personas en estado crítico, e inevitablemente aumentaría el número de muertes por falta de suficiente atención médica adecuada.

Dolorosamente, la mayoría de esos muertos por falta de adecuada atención hospitalaria serían los ancianos, los que tengan sistemas inmunológicos débiles, y cualesquiera otras personas con serios problemas de salud. La táctica para evitar semejante tragedia es hacerle pruebas gratuitas en forma expedita a todos los que las pidan o requieran, para aislar rápidamente a todos los que estén propagando la epidemia. Con esta medida, Alemania ha mantenido bajo el número de contagios y Corea del Sur logró echar marcha atrás a una epidemia que amenazaba asolar a ese país.

Otras tácticas defensiva son evitar estrechar manos con otros, a menos que tengamos guantes, y, hasta donde sea posible, evitar tocarnos la cara con unas manos que pudieran estar contaminadas (incluso si hemos estado utilizando guantes fuera de casa), ya que estos virus tienen la capacidad de arrastrarse sobre la cara hasta llegar a la boca, la nariz, o los ojos y desde allí hasta a las células pulmonares. La tensión nerviosa es un detonante para tocarnos la cara y también contribuye a debilitar los sistemas inmunológicos, pero esta última táctica es más difícil de poner en práctica, porque los ultrasonidos de mujeres embarazadas muestran que hasta los embriones humanos tienen esa costumbre y un estudio de estudiantes universitarios australianos reveló que durante una conferencia que duró una hora, los estudiantes se tocaron la cara una vez cada 2.5 minutos.

Por otro lado, hay otras tácticas que ayudan a las personas sanas que permanecen en sus viviendas voluntariamente a mantenerse tranquilas, porque las ayudan a vivir igual o mejor que en tiempos anteriores: 1. mantener cercanos pañuelos desechables, para utilizarlos cuando algo moleste en la cara; 2. identificar y tratar de recordar las situaciones que son detonantes del deseo de tocarse la cara y tratar de evitarlas; 3. mantener las manos ocupadas, ya sea con pelotas de caucho que fortalecen los dedos o haciendo alguna labor manual; 4. utilizar jabones y lociones para las manos que huelan fuertemente y pongan en guardia al acercar las manos a la cara; 4. tratar de mantener nuestra rutina de siempre, aunque recordando que el ambiente es diferente. En resumen, tratar de mantenernos relajados y alegres, ya que esto fortalece nuestros sistemas inmunológicos.

Esto de mantenerse relajados y alegres puede hacerse de diferentes formas como lo son cantar en grupo (los italianos con frecuencia salen a los balcones de sus casas y cantan conjuntamente), meditar, practicar yoga, leer libros humorísticos, interesantes o entretenidos, ver comedias y hasta cómicas, y, los que crean en el Buen Dios Padre, rezar confiadamente.

Jubilado del Cuerpo de Ingenieros de EE. UU.
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