• 20/11/2020 00:00

El egoísmo como pandemia

“Homo homini lupus”, “el hombre es un lobo para el hombre” es una locución latina popularizada por el filósofo inglés Thomas Hobbes, pero que había sido planteada mucho antes por el poeta, comediógrafo y actor, caído y levantado de la miseria, Tito Maccio Plauto en su obra Asinaria, “Lupus est homo homini”.

“Homo homini lupus”, “el hombre es un lobo para el hombre” es una locución latina popularizada por el filósofo inglés Thomas Hobbes, pero que había sido planteada mucho antes por el poeta, comediógrafo y actor, caído y levantado de la miseria, Tito Maccio Plauto en su obra Asinaria, “Lupus est homo homini”.

Del análisis de Hobbes podemos intuir que da como algo intrínseco del comportamiento humano, el egoísmo, aunque considera que la sociedad de por allá por el siglo XVII intentaba corregir el comportamiento individual propiciando la convivencia, rigiéndose por un contrato social que garantizara una sociedad civilizada bajo un poder centralizado. En los tiempos de Thomas Hobbes, esto significaba una cosa: la necesidad de la monarquía absoluta.

Hoy podemos mirar atrás y darnos cuenta de que el análisis de Hobbes es muy bueno, pero comete una falta integral. Hobbes da por hecho cierto la integridad de aquellos que estaban destinados a liderar las sociedades, oponiéndose a su propia lógica que da como intrínseco el egoísmo en nuestro actuar.

Y es que los hombres somos falibles. Luego, cualquier cosa que podamos producir es falible también.

En Panamá no necesitamos de una monarquía, ni nada parecido, aunque acusamos la presencia de un sucedáneo en la forma de la mal llamada clase política, que tiene de todo, menos clase, y que se comporta en completa oposición de su razón de existir; son funcionarios que se creen los dueños del país, y que si el Pueblo no ejerce su papel como soberano, seguirán desangrando las arcas estatales y el futuro de todos, como los parásitos que son.

Para acercarnos a la anhelada convivencia civilizada de Hobbes hace falta un contrato social. Totalmente cierto. Hoy ese contrato social se llama Constitución. En su estado actual establece en su Artículo 2 que “el poder público solo emana del Pueblo”, dejando claro que somos los ciudadanos unidos los que decidimos quienes nos gobiernan, y quienes deben empacar sus maletas para un viaje de nunca volver a perjudicar al país.

Unidos. Aquí está la raíz de nuestro problema. Como bien dijeron Plauto y Hobbes, el hombre es capaz de cometer atrocidades contra su propia especie, contra su comunidad, y contra la humanidad. El egoísmo como pandemia ha existido desde que tener una cuota de poder sobre otro ser se volvió algo importante, separando a las personas en dos clases, los que mandan y los que obedecen. Simple, y tan complejo. Decimos vivir en un colectivo, pero no nos comportamos como miembros de un grupo.

Más bien, cada uno vela por su propio interés, o por aquello que considera que le puede proporcionar más beneficios en menos tiempo, dejando a un individuo “por encima”, o un poco mejor que su vecino. Que la lucha es encarnizada y desleal. La desunión y la traición como modos de vida, en un eterno “cangrejismo”, como aquel descrito en la metáfora de la cubeta de cangrejos, en la que no es necesario colocar una tapa, pues los cangrejos sabotean a cada individuo que intente salir, para mantener la miserable condición colectiva de presos, atrapados en la cubeta. “Si yo no lo puedo tener, tú tampoco”.

Es en este sistema social donde prosperan nuestros políticos. Son expertos en poner al pueblo a luchar contra el pueblo, mientras ellos fingen apoyar a tal o a cual facción. “¡Voy a votar por fulano, pa' que mi vecino se joda!”. En realidad, desunidos, nos jodemos todos.

Mientras el pueblo se pelea, los políticos de todos los partidos hacen frente común para seguir viviendo como reyezuelos a costa de una sociedad hambrienta, enferma, ignorante y corrupta, incapaz de organizarse para enrumbar este barco/país y salvarlo del inminente naufragio.

Hace falta una nueva Constitución. La actual está remendada, andrajosa y no se ajusta a los tiempos actuales.

¿Quiénes serían los indicados para reescribir una Nueva Constitución? Yo no lo sé.

Sí sé quiénes no deberían ni acercarse a ese proceso: ningún político. Nadie que viva de salarios generados con impuestos, o que mantenga saldos políticos por pagar, es libre de opinar sobre el contenido de un documento que tiene que buscar el progreso nacional a través del esfuerzo, la justicia y la transparencia, cortando de raíz el parasitismo político, que nos lleva al despeñadero.

Aún mantengo la bandera que pusimos en el frente de nuestra casa por allá por marzo de este año, no porque crea en nuestros gobernantes, sino porque creo en nuestro país. Despierta Panamá. La vacuna contra el egoísmo existe dentro de nosotros mismos.

Dios nos guíe.

Ingeniero civil, miembro de SPIA-COICI-Seccional Azuero e inspector de la JTIA.
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