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- 23/04/2023 00:00
El ejemplo de Huntington (I)
En 2008, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades en Estados Unidos (CDC) realizó un estudio y declaró la ciudad de Huntington, Virginia, la más obesa del mundo. La historia hizo noticia y sirvió de advertencia en un país en que el tamaño del cinturón de su población expandía cada año.
Al cabo de unos días del anuncio, Jamie Oliver, el famoso chef británico, llegó a Huntington para filmar un documental, “Food Revolution”, en el que intentó enseñar a los habitantes de Huntington cómo mejorar su dieta. El film estuvo lleno de drama; en una escena Oliver llevó a una madre que alimentaba a sus hijos con comida chatarra a una funeraria para mostrarle el aumento en el tamaño de los ataúdes. “Food Revolution” ganó un Emmy ese año.
En la década siguiente a ese documental, Huntington hizo noticia por otro problema: opioides. Pero ¿qué fue de su dieta? La última encuesta de salud en 2018 encontró que la tasa de obesidad entre los adultos había caído 13 puntos, de 45 a 32 %, incluso, a pesar de que la tasa general de Virginia sigue siendo la más alta de EU, Huntington ya no es la ciudad más obesa y las lecciones aprendidas allí han servido para enseñar cómo se enfrenta el problema de obesidad y ayudado a resolver una epidemia que afecta el 70 % de adultos y 40 % de niños a nivel mundial.
En general, las personas aman las soluciones rápidas, pero desafortunadamente para la obesidad no existe tal cosa. Este problema plantea un desafío complicado que está relacionado con situaciones que van desde padecimientos crónicos y demencia hasta complicaciones sociales y políticas. Lo ocurrido en Huntington fue un proceso lento y gradual en el cambio de cultura de una comunidad, desde lo que la gente compraba para comer hasta lo que los niños aprendían en la escuela y el alcalde y las autoridades hacían en la comunidad. En 2010, a raíz del video de Oliver y en busca de evidencia de lo que el chef había prometido, ya Huntington tenía un mercado con productos frescos, pero la población todavía no estaba lista para eso. Un día llegó un residente compró frutas y se quejó de que podía conseguir esas mismas frutas enlatadas más baratas en una abarrotería de la esquina.
Tomó años para encontrar qué funcionaría. En 2012, un grupo de mujeres abrió La Rampa Salvaje, un mercado de alimentos frescos que funcionaba a consignación en la que los agricultores y artesanos locales dejaban sus productos en la mañana y luego regresaban en la tarde a recoger sus pagos. Esto tenía sentido en Huntington, porque la agricultura siempre había sido una actividad marginal, en la que la mayoría de los agricultores tenían otros trabajos para poder subsistir y pagar sus cuentas, y por lo tanto tenían poco tiempo para pararse en un mercado a vender lo que cultivaban. También tenía sentido, porque Huntington nunca se había recuperado del colapso económico de su industria manufacturera y La Rampa, que vendía una gran variedad de productos desde frutas y lácteos hasta carne y salsas, se veía ahora como el centro de convivencia social y el emblema de la nueva economía.
Desde el lanzamiento de La Rampa Salvaje y otros mercados de productos frescos, los agricultores locales han recibido más de $30 millones en concepto de ventas. En una ciudad donde el ingreso anual per cápita es de aproximadamente $20 mil, estos mercados han servido como centros para impulsar programas educativos, festivales culinarios y ambientes saludables para generar cambios positivos en una ciudad que lo necesitaba. Estos mercados nunca reemplazarán a Walmart o Kroger como pilar de las compras de comestibles, pero han hecho que la idea de comida local y fresca, y la forma más saludable de comer que evoca, sea un punto de orgullo para los residentes, en lugar de una videoconferencia sobre cómo comer brócoli por expertos externos.
Y mientras tanto, una revolución mucho menos visible ha ocurrido en los comedores escolares. Las escuelas eran una parte importante del programa de Oliver, donde cambió los menús y modificó las recetas para satisfacer los gustos locales. Luego se obtuvieron patrocinadores para modernizar las cocinas, comprar mobiliario para comedores y capacitar a cocineros y personal de soporte, y hoy en día más del 80 % de la comida que se sirve a los estudiantes dentro del distrito escolar de Huntington está hecha desde cero. En 2019, las escuelas de Huntington gastaron más de $167 mil en productos frescos de agricultores locales. Y en 2021, incluso con las escuelas cerradas, gran parte del tiempo por la pandemia del COVID, esa cifra fue aún mayor.