• 13/01/2024 00:00

En busca de una fórmula democrática

A pocos meses de las elecciones generales en Panamá, el panorama político se presenta desconcertante, ya que no emerge un candidato a la presidencia que capture la preferencia mayoritaria de los electores. Parece que ninguno de los posibles logra posicionarse como el favorito.

A pesar de contar con diez candidatos, la oferta electoral debería ser suficiente para examinar propuestas y elegir aquella que mejor se alinee con las aspiraciones de la ciudadanía: más empleo, seguridad, educación de calidad, salud mejorada, viviendas accesibles y un compromiso real contra la corrupción, con la certeza del castigo. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, estrategias y dinero invertido, ninguno logra destacar sobre los demás.

La apatía se apodera del electorado al escuchar la lapidaria aseveración en las redes sociales: “No hay por quién votar”. Los ciudadanos se encuentran confundidos, desencantados y con pocas esperanzas de que las cosas cambien, sin importar quién resulte elegido.

Al examinar las posibles causas de este desencanto, se pueden identificar claramente algunos problemas. Por ejemplo, nuestro arcaico sistema electoral permite que un presidente sea elegido por el voto minoritario, en lugar del voto de la mayoría, sin las vueltas necesarias para evitar el rechazo de quienes no votaron por su propuesta.

A la fórmula del descontento ciudadano se le suma la necesidad de elegir simultáneamente al presidente y a otras autoridades electas, como representantes, diputados y alcaldes. Esto representa una apuesta tan alta en un solo momento que no permite correcciones posteriores. En otras latitudes, se realizan elecciones separadas para permitir que el electorado ajuste su apuesta por el poder.

La gran pregunta es: ¿por qué en Panamá no se adopta el modelo de otras naciones donde los resultados de sus métodos están más que probados? La respuesta es sorprendentemente simple y poco convincente: Panamá debe encontrar su propia fórmula o porque costaría demasiado dinero. Al contrastar estas respuestas con la realidad, resulta casi insultante para el ciudadano observar el derroche de dinero en gastos que no contribuyen a la democracia, pero que benefician a unos pocos, en lugar de invertir en una verdadera democracia participativa y otorgarle al ciudadano el poder de controlar quiénes son electos.

El resultado de las próximas elecciones podría evidenciar nuevamente que el modelo panameño está más que fracasado, al elegir un presidente por minorías, rechazado desde el mismo día que sea proclamado, con una asamblea fraccionada y un gobierno carente del apoyo mayoritario ciudadano que debería tener.

Este escenario plantea una urgente reflexión sobre la necesidad de reformas electorales y la búsqueda de una fórmula que refleje verdaderamente la voluntad del pueblo panameño. La ciudadanía merece un sistema que promueva la participación y garantice representación auténtica. En este momento crucial, es imperativo que las autoridades consideren el cambio para fortalecer la democracia y restaurar la confianza perdida.

El autor es escritor y máster en Administración industrial
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