La campeona panameña combina su pasión por el poomsae con su formación en Psicología, demostrando que el equilibrio mental es clave en el alto rendimiento...
Desde hace algún tiempo, Panamá se ha caracterizado por ser una sociedad profundamente politizada. Basta con observar nuestro entorno para constatar los altos niveles de politización que hoy atraviesa el país, evidentes en la conversación pública, en los medios y en la vida cotidiana.
Desde mi punto de vista, esta realidad tiene un aspecto positivo, pues permite que los ciudadanos desarrollen una visión crítica de su entorno, evaluando las acciones de las instituciones, sus representantes locales, alcaldes, diputados, ministros e incluso del propio presidente de la república.
Muchos sectores que se oponen al gobierno actual, y también a gobiernos anteriores, mantienen una tendencia sistemática a valorar negativamente toda acción en el país, incluso aquellas que generan presumiblemente beneficios.
Sin embargo, muchos se han convertido en opositores radicales, no solo de los gobiernos, sino incluso de la iniciativa privada, de emprendimientos, de la inversión, de artistas e, inclusive, de aspectos de su vida cotidiana, todo con tal de mantener una postura contraria frente a cualquier actividad sobre la que deseen pronunciarse.
Quiero dejar claro que valoro profundamente la libertad de opinión de todos los ciudadanos. Sin embargo, considero que la única forma de avanzar como nación es que cada persona aporte su granito de arena al país que tanto lo necesita en este instante. Si no se está de acuerdo con las acciones de otros, lo correcto es emprender las propias y demostrar que el cambio comienza en nuestra realidad inmediata.
Algunos pensadores denominan a esta actitud negativismo político sistemático, refiriéndose a la tendencia de ciertos actores sociales, grupos mediáticos o sectores ideológicos a interpretar todas las acciones, de cualquier nivel de gobierno, como erradas, corruptas o perjudiciales, sin considerar su contenido, origen o futuros resultados. Bajo esta visión, la política se transforma en un espacio de oposición permanente, donde predomina la crítica constante y se extingue la promoción de propuestas o soluciones constructivas para la realidad social.
Actualmente nuestro pueblo atraviesa una grave crisis de legitimidad, la confianza pública se ha ido desvaneciendo paulatinamente, dando lugar a ciudadanos incrédulos y a la defensiva, con toda razón.
Por ello, considero fundamental comprender la realidad actual.
Quienes hemos sido electos para ejercer cargos públicos estamos obligados a aportar soluciones concretas e inmediatas a los problemas que enfrenta la sociedad panameña.
Los problemas actuales son ampliamente conocidos por todos, desempleo, impunidad, corrupción, alto costo de la vida, crisis de liquidez, no son un secreto para nadie y requieren atención urgente. La crítica constante, sin propuestas, no generará ningún cambio en la realidad de ningún panameño, si no aportamos verdaderas soluciones.
Es hora de anteponer los intereses de la Patria por encima de cualquier interés personal.
Es momento de comprender que la única forma de que Panamá salga adelante es con el esfuerzo y la participación de todos. No se puede seguir “taquillando” los aspectos negativos del país mientras buscamos transformar nuestra realidad; debemos también comunicar lo positivo, porque estoy segura y convencida que tenemos mucho, mucho que mostrar.