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- 01/03/2023 00:00
Los errores de Vladimir Putin en su guerra contra Ucrania
Hace un año el presidente Vladimir Putin, al lanzar su insensata guerra contra Ucrania, comenzó su discurso con una frase reveladora del primer error: “Rusia y Ucrania son una sola”. Confesión de su ideología imperialista que ignoraba lo que pensaba la inmensa mayoría de los 43 millones de ucranianos y lo que creían, sin duda, muchos de los 143 millones de rusos.
Un segundo error de Putin fue creer que su ejército, considerado el segundo más poderoso del mundo, que entró fácilmente desde la vecina y aliada Bielorrusia, estaría en Kiev en una semana, quizá en solo tres días.
Un tercer error del presidente de la Federación de Rusia, transmutado en anacrónico zar sin corona, fue creer que el Occidente, ese amasijo en su mente de países y sociedades decadentes, alejados de la religión y la moralidad más conservadora, reaccionaría con debilidad.
El resultado de, por lo menos, esos tres errores originales cometidos por quien se creía un estratega avezado, que había perseguido a sus rivales sin misericordia e intervenido para favorecer la elección de Trump, su rendido admirador, y para debilitar con el Brexit y con el apoyo de la extrema derecha continental a la Unión Europea, es que un año después Rusia se enfrenta a una situación difícil e inextricable.
Putin afronta ahora una nación ucraniana erguida alrededor de su líder indiscutido, Volodímir Zelenski, y una Europa más unida que nunca, con una OTAN muy revigorizada y atractiva hasta para las potencias bálticas, Suecia y Finlandia, que se mantenían al margen y que desean entrar con urgencia a la Organización del Tratado del Atlántico Norte.
Esa es la realidad para un Putin que gobierna un Estado territorialmente inmenso, pero relativamente débil, con una economía que en su conjunto si acaso iguala a la de España, y mucho menor que las de Alemania, Francia e Italia, y, por supuesto, del Reino Unido. Potencia rusa con un ejército obsoleto y una tropa sin motivación, que se ha tenido que acompañar del grupo llamado Wagner de un gran oligarca ruso, Yevgeny Prigozhin, compuesto de mercenarios, muchos delincuentes reclutados en las cárceles rusas.
Un cuarto error de Putin fue quizá creer que el mundo no se afectaría por su acción irresponsable y frívola y que la rapidez con la que se apropiaría de Ucrania y sus recursos económicos, territoriales y humanos sería pronto olvidada, para después, sin duda, fagocitar su vecina Bielorrusia, a pesar de la sumisión del presidente Lukashenko.
Sin embargo, parte de África estuvo aterrada porque depende mucho de las importaciones de cereales y abonos de Ucrania y de Rusia que transitan por el mar Negro, los flujos comerciales se vieron perturbados en todos los océanos y continentes y los hidrocarburos rusos han sido evitados por los mercados occidentales y sus aliados más estrechos. El resultado fue el resurgimiento de la inflación y carencias justo después del final de la pandemia del COVID-19.
Además, Europa se sintió amenazada realmente en sus fronteras del este por el “ogro” ruso, como lo fue por el alemán en la Segunda Guerra Mundial y sus poblaciones y Gobiernos, a pesar de sus diferencias, se han unido fuertemente y relanzado la militarización de un continente pacífico ocupado por sociedades del bienestar. ¡Ese ha sido también un logro mayor del presidente Putin!
Después de la amarga experiencia de Ucrania, país devastado por los bombardeos rusos que ataca principalmente la infraestructura y la población civil, no puede sorprendernos que dicho Estado desee estar protegido por el paraguas del Pentágono dentro de una OTAN más extendida e integrar la Unión Europea, su destino geopolítico natural. Cualquier plan de paz que ignore esos elementos tendría pocas posibilidades de éxito.
La tesis de que Rusia está amenazada por la presencia de la OTAN en sus fronteras del oeste no tiene ninguna validez, si consideramos que esa situación ya existe con Polonia, Estonia, Letonia y Lituania, a las que pronto se añadirá Finlandia.
La gran mayoría de la comunidad internacional (78 %) rechazó la guerra de exterminio que lidera Vladimir Putin en contra del pueblo ucraniano, tal como lo hicieron Stalin en la década de 1930 con la gran hambruna, genocidio de, al menos, cuatro millones de ucranianos y Hitler en la Segunda Guerra Mundial con millones de muertos a manos de los nazis, y así lo ha expresado en dos votaciones de la Asamblea General de Naciones Unidas. El 23 de febrero, de 180 Estados, solo votaron a favor de Rusia Bielorrusia, Corea del Norte, Eritrea, Mali, Nicaragua y Siria, verdaderos parias de la comunidad internacional.
Su amigo mayor, la República Popular China, ha votado la abstención, una forma de repudio sin que se afecte su capacidad de patrocinar un propuesto plan de paz entre Rusia y Ucrania. China tiene una posición ambivalente: por un lado, el debilitamiento de Rusia por la guerra la sometería aún más a la voluntad de Beijing, mientras que la perturbación de las redes comerciales y la caída de la demanda de bienes chinos en el resto del mundo la afectarían negativamente. No olvidemos que el mercado ruso es muy marginal para China frente al mercado de Estados Unidos y la Unión Europea.
Panamá, estimo, debería apoyar sin reservas a Ucrania y las acciones del Occidente y sus aliados, porque de ello depende en gran parte el final de esta guerra que nos afecta a todos y que pone en peligro hasta el futuro de la civilización humana.