El índice de Confianza del Consumidor Panameño (ICCP) se situó en 70 puntos en junio pasado, con una caída de 22 unidades respecto a enero de este año,...

Tuve la fortuna de vivir en Panamá por más de cinco años, y en ese periodo realizamos estudios —de opinión pública— y una de las cosas que me sorprendió gratamente fue el optimismo del panameño. De hecho, usé reiteradamente una frase para definirlos: los panameños son “cromosómicamente felices”.
Sin embargo, el reciente estudio “Vea Panamá” elaborado por la empresa Prodigious Consulting, publicado por este diario, da cuenta, lamentablemente, de que esa identidad maravillosa del panameño está desapareciendo.
Señala dicho estudio que “en junio de 2025, la situación da un giro radical: el 58,7% se declara pesimista o muy pesimista, y el optimismo cae en picada hasta el 15,8 %”. Otro valor que refuerza el argumento del pesimismo es que el 82,5 % de los panameños considera que el país va por mal camino, así como las opiniones negativas “muy mala, mala, regular mala” sobre la gestión del gobierno pasan del 33,2 % al 80,4 % en apenas meses.
En dos oportunidades, con base en pasados estudios de esta misma empresa y en este mismo medio, alerté sobre un mar de fondo, un malestar que se estaba gestando en la población, y si bien las protestas recientes pudieran haber tenido algún componente de intenciones políticas, no es menos cierto que, en el fondo, había y persiste el malestar ciudadano.
Ante la pregunta ¿Por qué considera que algunas personas participan en la protesta? Los resultados arrojan tres principales causas centradas en: 1.) Peleando por los derechos de todos, 2.) No ven otra forma de ser escuchados y 3.) Descontentos con el Gobierno. Sumando un 85,3 %. Si a ello le agregamos que el 88,9% de los panameños desaprueba la gestión del gobierno frente a las protestas, refuerzan la tesis de que el gobierno no ha tenido una lectura clara de lo que está sucediendo.
En general, su estrategia de jugar al desgaste de la protesta y la utilización de la fuerza, además de no resolver los problemas, le ha generado gran desgate al gobierno, lo cual, sin dudas, está forjando una cicatriz que le pudiera marcar para el resto del periodo, e incluso para su legado.
Otra lectura que arroja el estudio es que los sentimientos negativos (frustración, susto, molestia y preocupación) alcanzan cifras del 76,8%, los cuales hacen que la esperanza de un futuro mejor se esté desvaneciendo en el imaginario social.
El estudio también señala que el 81.5 % no se sienten representado por las instituciones del Estado, lo que viene a ratificar la poca confianza en las instituciones del país; a su vez está conectado al descontento reinante en buena parte de la población.
La encuesta muestra cómo está fragmentada la confianza, donde la institución mejor evaluada es la Iglesia católica con apenas el 13 %, las demás tienen valores inferiores, generando un crecimiento de la indiferencia ciudadana hacia las instituciones, y reitero, esto es coherente con la desconfianza hacia el gobierno y con la desesperanza del panameño.
Los resultados de la encuesta reflejan que se está ante la presencia de un quiebre anímico del ciudadano con el gobierno y las instituciones, evidenciando una ruptura con el Estado y con la democracia misma.
De mantenerse esta tendencia, un escenario factible, el cual mencioné en medios de comunicación pasada la elección de mayo de 2024, y lo reitero ahora, el presidente Mulino pudiera ser el último presidente del statu quo, y quien pueda venir en el 2029 posiblemente será un personaje antisistema.
Presidente que saldría de la indignación popular y que, con una clara lectura y sabiendo aglutinar y canalizar esas emociones, generando con ello un mensaje de esperanza, pero que estimule la indignación y frustración social, podría lograr que un porcentaje importante de la población se sienta identificada y representada por un líder antisistema, y seguramente le votarían.
Son conocidos los resultados de los gobiernos dirigidos por este tipo de liderazgos que terminan en niveles de insatisfacción mayor en la población, con la agravante de que se profundice el daño a las instituciones del Estado y a la democracia misma. Sin embargo, toda regla tiene su excepción.
¿Se podría culpar a los ciudadanos por tomar estas decisiones? Sin dudas, tienen algo de responsabilidad al alejarse de la discusión de lo público, pero es claro que el liderazgo (político, económico, educativo, cultural, sindical, judicial, comercial) del país tiene la mayor cuota de responsabilidad por sus actuaciones, así como por sus omisiones.
El presidente Mulino tiene 4 años por delante, tiempo suficiente para alinear las velas de la nave a favor de los vientos de la esperanza de un mejor país para los panameños.