• 11/03/2014 01:00

Caudillismo y esquiva reelección

El hecho de haber designado Ricardo Martinelli Berrocal a su esposa como candidata de su partido a la Vicepresidencia de la República, e...

El hecho de haber designado Ricardo Martinelli Berrocal a su esposa como candidata de su partido a la Vicepresidencia de la República, es signo inequívoco de una reelección encubierta y el intento de iniciar una era caudillista y mesiánica en Panamá. El caudillismo es la fuente troncal de los más grandes abusos, atropellos e injusticias sociales. La destrucción rapaz e insensible de los recursos del Estado, el asalto descarado a los fondos públicos como muestra inequívoca de la insaciable sed de poder, es la causa más profunda del saqueo y la corrupción malvada que corroe el tejido de nuestra sociedad a todo lo largo de su historia republicana, en donde hemos sido testigos de más latrocinio en cinco que en ciento diez años de fundación de la República.

El caudillo se burla sin escrúpulos de los valores y principios, de las reglas jurídicas establecidas y sus apetitos desmedidos de perpetuarse van más allá de los límites morales, políticos, legales y constitucionales que rigen la vida de la comunidad nacional. Eso explica por qué en este momento el presidente de la República, desafiando toda norma ética y de moral política, le imponga al candidato presidencial de su partido a la señora de Martinelli como candidata a la Vicepresidencia.

Entre los vicios que impulsan a elegir repetidas veces al mismo individuo podría señalarse el caudillismo como causa primigenia de dicha aberración política. El caudillismo le permite a un jefe o cacique crear una base de poder omnímodo, que elimina o reduce a la impotencia a sus posibles adversarios. A partir de entonces el caudillo se instala en el gobierno o escoge peleles que lo ejerzan en su nombre, de manera ininterrumpida, vitalicia y de ser posible, hereditaria. Eso es precisamente lo que ocurre con Ricardo Martinelli, ha designado dentro de su séquito uno de sus mayores adláteres, José Domingo Arias, y por la desconfianza que le tiene, asigna a su esposa como candidata a la Vicepresidencia.

Un principio fundamental en la transición democrática en Panamá, al igual que en América Latina, ha sido la alternancia y la existencia de ciertas reglas de juego que suponen la imposibilidad de que los regímenes gobernantes utilicen los recursos del Estado para perpetuarse en el poder. Sin embargo, desde la llegada del Martinellismo al poder, el principio de la alternancia se está viendo seriamente amenazado. La ley electoral se ha visto modificada para favorecer las aspiraciones electorales del partido en el gobierno, propiedad de Ricardo Martinelli Berrocal.

La continuidad de la construcción de un sistema democrático en Panamá se está enfrentando a un serio peligro, dadas las desmedidas aspiraciones de Ricardo Martinelli de controlar el poder, imponiéndonos una reelección tácita. El ánimo de perpetuarse en el poder es producto de la ambición y el mesianismo. La ambición es el deseo ardiente de poseer riquezas, fama y poder; en tanto que el mesianismo es sentirse el líder, el héroe, el caudillo, el salvador, el libertador, el benemérito de la patria. Los métodos para perpetuarse en el poder que se han utilizado son varios: la reelección, la prolongación del período de funciones, el autogolpe y la sucesión de parientes.

Se esquiva la reelección directa, dentro del marco del nepotismo, como manera de perpetuarse en el poder a través de cónyuges o hijos. El poder se sigue ejerciendo por medio del pariente consanguíneo o por afinidad; o, en su caso, continúa gobernando el clan. Se dice que la diferencia entre un político y un estadista estriba en que el primero se preocupa de la próxima elección, en tanto que el segundo de la próxima generación. Si concluimos que en Panamá no hay estadistas, entonces lo recomendable es no bajar la guardia, y desalentar al pichón de dictador

DOCENTE UNIVERSITARIO.

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