• 13/02/2009 01:00

Sobre la eutanasia

En vista de que el tema está hoy en el tapete con motivo del caso recién ocurrido en Italia, me permito elevar algunas consideraciones a...

En vista de que el tema está hoy en el tapete con motivo del caso recién ocurrido en Italia, me permito elevar algunas consideraciones al respecto. Poca fe demuestran quienes piensan que un humano puede nacer y/o morir sin previa aprobación divina. ¿Cómo se podría pensar que los humanos, mediante un acto sexual, logremos crear un ser que fue originalmente creado por Dios? Somos apenas su vehículo para que se haga Su voluntad.

¿Puede una persona morir si Dios así no lo ha dispuesto o continuar viviendo si Él decide que fallezca? Estos temas ameritan una seria consideración por personas que no teman pensar utilizando la inteligencia que el propio Dios nos otorgó. Dios sabe cada movimiento de nuestras vidas y dispone todos nuestros actos. ¡Así me lo enseñaron! Que es cualquier persona la que produce la muerte a otra sin que medie la voluntad de Dios, lo considero absurdo, por no decir que una herejía.

En el caso de la eutanasia humanitaria no es quien la aplica el que causa la muerte del enfermo; sería apenas su vehículo; ni significa, de no aplicarse, que el paciente viviría feliz para siempre. Habría dos clasificaciones básicas de eutanasia: la primera, para los que hayan manifestado su voluntad de acogerse a ella, y la segunda sería la de aquellos que también estén en una etapa terminal, pero que no llegaron a expresar su deseo de someterse a este tratamiento. En cualquier caso sería imprescindible que una junta de tres médicos manifieste que se trata de una condición terminal e irreversible. En el segundo caso, además, habría de obtenerse la aceptación de familiares, si existen, de lo contrario la junta médica junto con una autoridad judicial, decidirían. También se debe respetar a quienes hayan manifestado su voluntad de que no se les aplique pues en ambos casos la voluntad de decidir sobre sí mismo debe ser respetada como un derecho individual y constitucional.

Considero inapropiado imponer normas de ética cristiana a personas que no comulguen con esta religión, pues ello iría en contra de la libre elección de cultos religiosos y demás derechos humanos. Esto no quiere impedir a los distintos representantes religiosos que continúen predicando lo que crean justo, pero solo para convencer, no para imponer. Hay religiones cristianas que aseveran que Dios prohíbe suministrar medicamentos a nadie, aún a riesgo de muerte, pues si Él dispuso que enferma- se, solo Él decidirá si lo cura o no, y los humanos no debemos intervenir en Su voluntad. ¿Estaríamos los demás humanos dispuestos a aceptar esta absurda interpretación de la voluntad divina? ¿No son ambos casos comparables? ¿Sería razonable, v.gr., que a persona de más de unos 70 años, en estado de coma o con cáncer de riñones o de algún otro órgano vital, pero que además tiene diabetes o quien sabe cuantas patologías propias de esas edades avanzadas, esperase, agobiado por grandes sufrimientos, a que “alguien” descubra una medicina milagrosa que le alargue la vida por meses, semanas o días, pero con calidad de vida totalmente deteriorada, en vez de aplicarle la mucho más bondadosa y humanitaria eutanasia? Ni qué decir de los sufrimientos de los familiares. En estos casos se trataría de misericordia cristiana. ¿Por qué otros decidirían por mí lo que deba ocurrir con mi salud y con mi vida? Yo acepto que se trate de convencerme con inteligencia, por razones religiosas o lo que fuera, pero no por lo que otros me impongan. ¡En lo que a mí respecta, dado el caso, yo pido que sí se me aplique!

- El autor es empresario. jcorrea@cableonda.net

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