• 23/06/2014 02:08

Expectativas exageradas

Columna de opinión 

Como mucha gente que conozco, tengo de vez en cuando expectativas un tanto exageradas. Pero es una conducta ambigua, porque otras veces sabemos que un tema o asunto no va a finalizar como debiera ser dentro del marco de lo correcto. Sabemos que hay fuerzas increíblemente poderosas que tienen la capacidad para manipularlas a su conveniencia y que la gente que conozco y yo, con nuestras excedidas expectativas, no terminamos de asimilar. Seguimos creyendo que otro país es mejor, pero una cosa es soñar con que sea diferente y otra muy diferente que ese sueño se haga realidad.

Al mediodía del viernes 31 de diciembre de 1999, Panamá asumió control total sobre todo su territorio nacional, dejando atrás muchas décadas de reclamaciones que constituyeron las más importantes páginas de demostraciones nacionalistas, harto conocido por los que vivimos algunos de esos eventos y los que por formación guardamos en lo más íntimo, el respeto por los legados nacionalistas.

Muy temprano esa mañana, desde la cima del edificio de Administración del Canal de Panamá, debajo de una sensible pero constante llovizna, estimé que la muchedumbre de nacionales (a lo mejor algunos foráneos) que llegarían para presenciar la ceremonia que finalmente sellaba los acuerdos firmados 23 años antes, sería multitudinaria.

Esas expectativas me llevaron a pensar que más de un millón de personas ocuparía la avenida de El Prado en Balboa. Que el lugar se llenaría a capacidad copándola en toda su extensión, hasta los límites del parque dedicado a John Stevens, frente al correo de Balboa.

Así debió ser. Es decir, tanto sacrificio, tanta gente había muerto por recuperar, no solo los territorios, sino la dignidad Nacional. Mis expectativas eran sustentadas por los eventos históricos. Por esas calles, los zonians dispararon desde sus casas a los estudiantes durante la tarde del 9 de Enero de 1964. Un pueblo agradecido los honraría en esa fecha tan significativa. Hacer acto de presencia... ‘alcanzar por fin la victoria’.

Esa mañana, según estimaciones de algunos expertos, la multitud no llegó a 15 mil personas, 20 mil como mucho; y, a pesar de las emociones y el desborde de patriotismo cuando los panameños se tomaron el cerro con sus banderas, sus cantos y sus lágrimas de victoria, algo quedó claro: había exagerado mis expectativas.

Confieso que durante las dos primeras semanas después de las elecciones del pasado 4 de mayo, cargaba un sentimiento de que habrá algo de justicia. Pero el gobierno electo no ha asumido aún el control del Ejecutivo, y tengo serias dudas y me adelanto para avisar que no pasará nada. Las venas y raíces de la podredumbre esparcida entre todas las instituciones de Estado y en el sector privado es más dramático de lo que pensábamos.

Cada día conocemos detalles de los supuestos actos de corrupción que se han venido informando en los medios locales y que han denunciado miembros de la oposición y de la sociedad civil. Lo que está saliendo a la luz pública es de miedo. Todo lo que significa negocios o dinero para grupos particulares ha estado en juego y en repartición. El uso de millones de balboas de los fondos públicos que fueron utilizados para la política electorera sin los controles debidos. Los millones de balboas en sobrecostos de obras de infraestructuras que ahora presentan problemas. La denuncia de la unidad investigativa de Telemetro Reporta sobre los negociados en la Autoridad Marítima de Panamá y otros casos que poco a poco cobran relevancia.

Ya todos conocen de estas y otras acusaciones a lo largo de estos cinco años y de los otros actos de corrupción denunciados en gobiernos pasados. Lo que pareciera ocurrir cada quinquenio y que nos hemos dejado desensibilizar y aceptarlo como normal, esta vez es más que otros años. Y si íbamos a las urnas con la esperanza de que el nuevo gobierno facilitara la rendición de cuentas, creo que esta vez hay que tomar previsiones para que no pequemos con la intensidad de nuestros deseos y exagerar nuestras expectativas.

A ocho días de tomar posesión el nuevo gobierno, las dudas me asaltan. Como dije, esto es muy grande y va a requerir de mucho. Si piensan en hacer obras de infraestructuras para no quedarse atrás frente a lo que hizo el gobierno saliente, allí, entre el concreto, terminaremos de sepultar el decoro nacional.

COMUNICADOR

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