• 22/04/2023 00:00

Del más excelso defensor del servicio público

“Llegará el día en que el ideal que sostuvo Moscote, el ideólogo del servicio público, se torne en una la realidad”

Es sin duda atípico, pero el 4 de abril de 1879 nació José Dolores Moscote, quien falleció exactamente 77 años después. A él debemos la genuina constitucionalización del servicio público a partir de la Carta Magna de 1946, emulada en este tópico, con alguna lamentable omisión de la que no me ocuparé ahora, por la Constitución Política de 1972.

Mayor motivo de exaltación causaría la fecha, si su concepción acerca de la importancia que tiene el funcionario en la construcción y desarrollo del país se hubiese materializado a través del respeto al elemental y riguroso mecanismo meritocrático de acceso y permanencia en la función pública.

Mucho antes de lograr que se consignase su, todavía malentendida, impronta en el Título XII de la Constitución Política de 1946 sobre “Los derechos y deberes de los servidores públicos”, escribió estas líneas que a muchos de los que hoy suman más de 255 440 funcionarios (dato del mes de agosto 2022, que es el más actualizado de la Contraloría General de la República) les puede resultar chocante, pero que otros, los menos, encontrarán inspirador:

“Reflexiones Oportunas

Es natural, y poca sorpresa nos causa, que, con motivo del cambio de administración, haya una enorme cantidad de aspirantes a empleados públicos alrededor de las oficinas del Estado.

Este hecho, como se ve, enteramente explicable, ofrece, no obstante, un gran peligro para la eficacia de los servicios públicos. No están protegidos, ni parece que lo estarán en mucho tiempo, por el sistema de oposiciones. A ellos se va exclusivamente en virtud de recomendaciones de amigos influyentes que, por lo general, nada les importa con que sus recomendados posean o no la competencia indispensable para desempeñar el cargo a que aspiran.

La noción de que llegar a ocupar uno de éstos implica la seria responsabilidad de prestar personalmente un servicio social eficaz, no aparece por ninguna parte, porque, tanto en la mente popular como en la de los entran en el juego de la política, sólo predomina la idea de que hay que conquistar una “posición jugosa”.

El éxito de una administración no depende ni de la inteligencia, ni de la ilustración, de la voluntad, ni del carácter de un solo hombre por eminente o sobresaliente que sea el grado en que posea estas cualidades. Es preciso que el mayor número de colaboradores suyos las posean también en forma notable, para que haya una verdadera colaboración que dé unidad y fuerza a la gestión administrativa, para que, en la práctica, se traduzca en beneficio positivo para la comunidad. Descuidar este principio es exponerse casi deliberadamente a un fracaso rotundo. Quien acepte formar parte de una rama cualquiera de la administración, sin más propósito que el simple de ganarse un sueldo no dará nunca de sí, jamás, nada que signifique desinterés, abnegación y mucho menos sacrificio.

Llegará el día en que el ideal que sostuvo Moscote, el ideólogo del servicio público, se torne en una la realidad.

Licenciado en Derecho y Ciencias Políticas.
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