• 16/06/2020 00:00

No existen creencias correctas, solo acciones correctas

En 1964, un año después del famoso discurso “Yo tengo un sueño” de Martin Luther King Jr. en Estados Unidos, Nelson Mandela fue condenado a cadena perpetua por el Gobierno de Sudáfrica.

En 1964, un año después del famoso discurso “Yo tengo un sueño” de Martin Luther King Jr. en Estados Unidos, Nelson Mandela fue condenado a cadena perpetua por el Gobierno de Sudáfrica. Estuvo 27 años encerrado en prisión, toda una vida.

Mandela luchó contra el Apartheid en Sudáfrica por más de 50 años. Se guió inicialmente por el pacifismo de Mahatma Gandhi, pero luego se dio cuenta de que las revoluciones verdaderas requieren de un poco de fuego, cuando el sistema está secuestrado por la corrupción y la inercia.

Estados Unidos, el país más poderoso del mundo, está al borde de una guerra civil, mientras nosotros miramos indiferentes. El mundo entero en llamas y nosotros aquí en Panamá volviendo a la “normalidad”. Poniendo en jaque nuestras propias vidas por los intereses de unos cuantos políticos y empresarios maquiavélicos. Nosotros no llevamos dos meses encerrados, llevamos toda una vida encerrados en nuestra propia miseria.

“No puedo respirar" resonará en la eternidad como el grito asfixiante de millones que murieron, porque ignoramos una enfermedad invisible y pusimos el dinero por encima de la vida.

Los libros de historia nos recordarán como la generación que vendió su libertad a cambio de absolutamente nada. La generación que no se atrevió a dejar atrás su mediocridad por el miedo a vivir. ¿Y tú, qué harías si no tuvieras miedo a vivir?

Lo único que queda es rebelarse. Primero, rebelarse contra uno mismo. Porque incluso cuando el cuerpo está encerrado, nuestras posibilidades humanas no tienen límites si la mente está libre. Mandela estuvo encerrado 27 años físicamente, pero mentalmente siempre fue libre.

Los cambios individuales son extremadamente difíciles y en realidad nadie quiere cambiar, porque nos duele muchísimo enfrentar nuestros miedos y nuestros demonios, pero es justo y necesario hacerlo.

Luego que uno logra rebelarse contra uno mismo, perdonarse y finalmente controlar la mente, entonces se puede tomar el siguiente paso: la resistencia.

¿Cómo resistimos contra la corrupción gubernamental y los empresarios multimillonarios que controlan nuestro planeta?

Podríamos salir a las calles a protestar como lo hacen hoy los norteamericanos, pero estando dispuestos a ser reprimidos y asesinados por la brutalidad policial de otro Gobierno autoritario.

Las personas cuya pasión consiste en garantizar la libertad y derechos de todos, saben que se requiere una vigilancia permanente. Vigilancia frente a los pensamientos de odio hacia uno mismo que se terminan proyectando hacia los demás. Aquellas personas que insultan a otras por sus creencias, nacionalidad o raza, no solo son ignorantes, sino que se odian a sí mismas.

Es aquí donde entra la resistencia. Porque una vez que uno encuentra su verdadero Yo, que se basa en la fe racional y la libertad, uno debe llenarse de coraje para mantener el amor propio y tomar acción.

“Sé el cambio que quieres ver en el mundo”, dijo Gandhi. Una vez que logras cambiar el mundo dentro de ti, entonces solo así puedes comenzar a cambiar el mundo afuera.

El mundo se cambia trabajando con otras personas que desean la libertad, la igualdad y la fraternidad. A raíz de la unidad por la liberación, nace la revolución.

Las crisis traen consigo revoluciones, cambios atrevidos que, si funcionan, benefician a las futuras generaciones. Un cambio también, que, si falla, al menos tuvo el coraje de crear algo nuevo en el nombre de la libertad.

El que teme a las revoluciones es parte del problema, un cobarde o ambas. La gente negará que algo es verdad porque es revolucionario. Será revolucionario solo si es verdad, no al revés.

En ningún rincón del mundo las mujeres tienen las mismas oportunidades que los hombres y las comunidades indígenas todavía son tratadas como animales. La comunidad LGBT sigue siendo tratada como si no mereciera derechos humanos. Los refugiados siguen siendo tratados inhumanamente solo por sus religiones, nacionalidades y color de su piel. El racismo es solo una de tantas formas de discriminación, entonces, ¿por qué la hipocresía?

Albert Camus decía: “El mayor problema de los cristianos y de la gente en general es que el asesinato de un hombre solo los enoja cuando ese hombre comparte sus ideales”.

Las luchas contra las injusticias son siempre, no cuando conviene. Debemos mantenernos objetivos, porque las creencias correctas no existen, solo las acciones correctas.

Estudiante de Ciencias Políticas, Periodismo y Relaciones Internacionales.
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