• 21/02/2023 00:00

Falacias en la vida cotidiana

“[...] estamos expuestos a cometer falacias y a ser víctimas de ellas cuando la argumentación se distancia de ciertas condiciones de corrección. Es necesario, por ello, estar atentos y pensar críticamente para detectarlas y desactivarlas”

De acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española (versión en línea), la palabra “falacia” significa “engaño, fraude o mentira”. Sin embargo, desde el punto de vista de la lógica se trata de otra cosa. Con esa palabra se designa cierta clase de razonamientos en los que las premisas no justifican a la conclusión, es decir, la conclusión no se sigue lógicamente de las premisas. En la literatura se suele hacer referencias a, al menos, tres tipos: informales, ya sea por razones de ambigüedad o de relevancia; formales, porque se violan condiciones formales establecidas en el sistema lógico; o inductivas, porque se violan reglas que gobiernan la inferencia inductiva.

Un razonamiento puede, de hecho, ser inválido, y contener premisas y conclusión verdadera. Piense por ejemplo en el siguiente pasaje: “Si Panamá es una república, entonces Panamá carece de monarca; en efecto, Panamá carece de monarca; por lo tanto, Panamá es una república”. Aunque estemos persuadidos de la verdad de cada proposición enunciada en este argumento, nada garantiza que la conclusión sea una consecuencia lógica válidamente deducida o adecuadamente inducida por las premisas.

Sí, distamos de ser agentes lógicamente infalibles, y como tal estamos inevitablemente expuestos al error. Aunque en ocasiones, tal vez las más de las veces, no se trata tanto de errores que se cometen al razonar, sino que forman parte de estrategias deliberadas para persuadir y convencer, pues las falacias -aunque incorrectas lógicamente- pueden ser psicológicamente persuasivas.

A continuación algunos ejemplos. Imagine al político que en plena agitación electoral proclama a los cuatro vientos: “Si al país le va bien, a ti te va bien”. Suponga que en efecto al país le va bien, digamos que la economía nacional crece como nunca antes, ello -sin embargo- no implica que a usted (individualmente) le vaya bien. El error consiste en asumir que aquello que es atributo del todo (del país) es atributo de la parte (de usted), se trata -pues- de una instancia de la falacia de división.

Considere ahora el siguiente escenario. Se reporta un incremento del desempleo, el costo de la canasta básica tiende al alza, los salarios son precarios y se incrementa la desigualdad social. Posiblemente haya quien esté tentado a inferir que, si las cosas siguen así, pronto tendremos un Gobierno populista de izquierda dirigiendo al país. De hecho, podría ocurrir que las cosas continúen como están y nunca (o al menos no pronto) se tenga un Gobierno populista de izquierda dirigiendo al país; se trata, en este caso, de la falacia del apostador.

Imagine, ahora, que usted argumenta que para contrarrestar los efectos de las subida de los precios de los alimentos es necesario que el Gobierno regule dichos precios y que asuma un rol activo en la producción mediante la creación de empresas públicas agrícolas, a lo que su interlocutor responde que esas ideas solo las puede sostener un comunista obcecado e ignorante de cómo funciona el mercado. En otras palabras, se le ha calificado (tal vez insultado), pero no se ha evaluado (refutado) lo que usted ha sostenido realmente; se trata de la falacia “ad hominen” ofensivo.

Recuerdo que, cuando éramos niños que asistíamos a la escuela primaria, cada cierto tiempo llegaban a nuestro centro educativo camiones de la Guardia Nacional (luego Fuerzas de Defensa) a entregar comida para el comedor escolar. Eso ocurría en prácticamente todas las escuelas rurales cercanas. Supongamos que partiendo de esos datos sostengo: “Durante la dictadura militar había un interés genuino del Gobierno por la alimentación de los niños en las escuelas”. Si usted fuese mi interlocutor, podría argumentar que cuanto digo es falso, que no había tal interés genuino, etc., pero en su lugar señala con cierta ironía: “Había tanto interés del Gobierno por la población, que los militares terminaron desapareciendo y violando los derechos de muchísimas personas”. Aunque se pueda reconocer que esto es así, usted se ha salido del tema, ha desviado la atención hacia otro tópico, en lugar de refutar lo afirmado por mí; esta es la falacia del arenque rojo.

La lista de falacias es amplísima. Por razones de espacio no podría enumerarlas todas. Al final, una reflexión: estamos expuestos a cometer falacias y a ser víctimas de ellas cuando la argumentación se distancia de ciertas condiciones de corrección. Es necesario, por ello, estar atentos y pensar críticamente para detectarlas y desactivarlas.

Docente de Lógica, UP.
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