• 21/10/2019 00:00

Procuremos escribir sin cometer faltas contra la lengua y el lenguaje

Los errores ortográficos, las faltas contra la propiedad, corrección y sintaxis en los documentos emitidos por servicios públicos o empresas privadas producen efectos adversos en quienes los reciben, sean o no sus solicitantes, pues de inmediato intuyen el descuido y la poca o ninguna importancia dada a esta tarea en la cual no se puso el esmero o empeño esperado por quien instó su preparación.

Los errores ortográficos, las faltas contra la propiedad, corrección y sintaxis en los documentos emitidos por servicios públicos o empresas privadas producen efectos adversos en quienes los reciben, sean o no sus solicitantes, pues de inmediato intuyen el descuido y la poca o ninguna importancia dada a esta tarea en la cual no se puso el esmero o empeño esperado por quien instó su preparación.

Recibir un documento con las faltas mencionadas denota, por parte de quien lo preparó, irresponsabilidad laboral, ningún deseo de ganarse el salario honrada y sensatamente e incapacidad para escribir bien, por poca o deficiente escolaridad. Eventualmente, la suma de estos y otros aspectos, invitan a poner en duda la veracidad de su contenido.

Los errores cometidos contra la lengua y el lenguaje desmotivan en la profundización de lo encerrado en cualquier escrito. Enfrentarse a tales fallas inhibe la avidez de analizar, disfrutar y apropiarse del mensaje recibido e impiden la pretensión de ofrecerlo a otros después de haberlo disfrutado y de haberse dejado convencer por él.

Nadie quiere confrontar un documento horrorosamente redactado, deficientemente puntuado, concebido en un lenguaje poco atrayente, oscuro, rebuscado, repetitivo, frondoso, con reiteración innecesaria de términos o de alguna de sus partes lo cual cierra el camino a ideas interesantes, enriquecedoras a su esencia. Todo esto impide acercarse al discernimiento que el escrito implique y obstaculiza ponerse al tanto de las corrientes de pensamiento que sirvieron de base al que lo escribió para respaldar sus exposiciones.

Escribir y hablar bien es el compromiso que se adquiere cuando alguien se desempeña como funcionario o representante de empresa privada; es una buena carta de presentación que va más allá de lo personal.

Demostrar a los demás que se sabe exponer, describir, narrar, argumentar con objetividad y fundamento, sin titubeos ni rodeos innecesarios, deja en alto a la institución para la cual se labora.

Para hacerlo bien, la cultura exige a quien tenga que escribir algo, lectura previa e incesante de material en torno al tema específico que se ha de tratar y de lecturas colaterales que ayuden a la sustentación de lo que se emitirá y refuerce el deseo de hacerse de una sabiduría sólida y permanente asegurando la certeza de lo que habrá de comunicarse, ya sea por la vía oral o escrita, no solo en ese momento, sino siempre. El respeto por quien ha de leer cualquier tipo de escrito exige el sometimiento de lo elaborado a lo establecido por la normativa de la lengua y el lenguaje.

Por otra parte, la vida contemporánea nos reclama hablar y escribir pensando en transmitir mayores contenidos con el menor número de vocablos y por tanto, cualquiera escrito, documento oficial, empresarial o personal no debe ofrecer dificultad a su receptor cuyo tiempo y capacidad deben ser valorados y respetados por los autores.

Y si lo anteriormente desarrollado no es suficiente para demostrar el efecto adverso de las fallas a las cuales nos hemos referido, no debe olvidarse que al hablar y escribir se tiene la obligación de razonar sobre el asunto que se va a tratar, a quién se le ofrecerán esos planteamientos y necesariamente, pensar en cómo deben formularse. Pero ante todo, quien firme la autoría de algún texto, contenido, información o discurso, etc., debe estar muy claro en que decodificar mensajes en su justo sentido no es tarea fácil y menos cuando ellos pueden ser motivo de altercados legales o provocar reacciones contrarias a la motivación del propósito fundamental de su autor.

Periodista
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