• 30/11/2023 00:00

Todos tenemos un final de historia

Como retoños de amor y del amar, precisamos trascender y ascender, dejar este mundo y volver al cielo, vincularnos al Creador [...]

La muerte como encuentro con el padre.

La hora suprema está en nosotros, es el enemigo inexorable del estar, pues trata de llevarnos a su poder.

La deidad no puede haberla hecho, porque nada se recrea en el no ser.

Como retoños de amor y del amar, precisamos trascender y ascender, dejar este mundo y volver al cielo, vincularnos al Creador de verdad, asentir lo níveo y presentir el bien.

La caída fue devorada por la cruz, como parte de la mística de Cristo.

La florescencia del alma no muere, ya que su laurel es nuestra victoria, y la sístole de la savia es la alianza.

El juicio como abstracción con el hijo

Nuestra realidad existencial es Dios, y si se vive en la fidelidad al Señor, tras nuestro caminar por aquí abajo, no poseeremos miedo de hallarnos, cara a cara con Él, para su proceso.

¿Cómo será ese instante inexcusable, en el que estaré delante del Salvador, haciendo balance de las capacidades, rindiendo cuenta de los mil talentos, a través de un corazón engrandecido?

Será un examen de conciencia justo, un reencontrarse para reconocerse, un mostrarse en paz consigo mismo, que es como conseguiremos reposar, en el paraíso corpóreo de Jesucristo.

El reino celestial o el infierno como locución con el espíritu

La redención es el gran compromiso, el célebre ofrecimiento de liberación, que incumbe al ser humano amparar con libertad, acorde con sus labores, y conforme a la inscripción viviente.

Hay que abrirse al evangelio y vivir, vivir en consonancia con la palabra, que es manantial existencial de vida, y hay que hacerlo en pura comunión, antes de que nos asfixien las miserias.

Jesús reaparecido, nos injerta un aire, un aire nuevo que nos colma y calma, que nos pone en el camino del Padre, dándonos el espíritu divino como luz, con la gracia correctora de la caridad.

Escritor
Lo Nuevo
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